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Género y ciencia: una reacción a estudiar

Redacción Protección Laboral02/10/2017
Por mucho que nos pese decirlo, las cosas siguen siendo así: el mundo de la ciencia, la investigación y las universidades en general pertenecen a los hombres. Históricamente y también a día de hoy. Lo decimos con datos en la mano: en España las mujeres suponen un 40% del profesorado universitario. Una diferencia notable pero no tanto como la que se encuentra en las cátedras: 80% hombres, 20% mujeres. Y cuanto a la dirección de los centros, sólo una mujer rige los destinos de alguna de las 50 universidades públicas (2%), ocho si se contabilizan las universidades privadas. Los doctores contratados, personal con contrato Ramon y Cajal y titulares de universidad están compuestos por sólo un 42%.

El 63% de los españoles cree que las mujeres no sirven para ser científicas de alto nivel, apuntaba María Jiménez, investigadora en el King's College de Londres, en un debate organizado por la Fundación Banco Santander. Con lo que vemos que el estigma sigue presente, pero trasladado a la élite del sector.


Ilustración de Sarah Andersen

Obviamente, no se trata de que las mujeres sean “malas” en ciencias, ni de que este cuento nos tire atrás a la hora de escoger la carrera. Precisamente, en este artículo de eldiario.es se especifica que hace ya 40 años que en disciplinas como las ciencias experimentales, la mitad del alumnado es mujer. Es decir, empiezan y se titulan en carreras de ciencias pero su talento se va quedando por el camino y/o se topa directamente con el techo de cristal. Por eso en los organismos públicos de investigación hay más mujeres en la base (58%), pero la cifra va cayendo progresivamente hasta que en los cargos más altos acaban siendo sólo una de cada cuatro (25%).

Más allá de España


Aun con sus tristes resultados, España no es de los países que peor lleva este tema. Si el total de investigadoras españolas era de un 39% en 2012, la media de la UE era del 33%. Es decir, nos situamos encima de ésta. Jocelyn Bell, astrofísica que descubrió la primera radioseñal de un púlsar en 1967 (por lo que premiaron a su tutor de tesis), exponía en una conferecia TEDx Talks el porcentaje de mujeres que formaban el grueso mundial de astrónomos profesionales. Éste era un 15% de media global, mientras que países como España o Argentina contaban con un 18% y un 37% en este orden. Más atrás quedaban Alemania (10%) y Japón (6%).

La marcada desigualdad en este ámbito es algo que se viene señalando desde hace décadas. También por la propia comunidad científica. El famoso “paper” ‘Science faculty’s subtle gender biases favor male students’ hecho en la Universidad de Yale lo mostraba claramente en 2012. Un grupo de investigación hacía un estudio de doble ciego: enviaba el mismo CV a una muestra de 127 profesores de biología, química y física para una vacante como jefe de laboratorio. La única diferencia era que en algunos currículos salía un nombre femenino (64) y en los otros masculino (63). Los profesores debían evaluar los candidatos según variables como competencias, posibilidades de ser contratado, sueldo a percibir y horas de formación que podrían dedicarle. En el resultado, las aspirantes resultaron ser las evaluadas en general como menos contratables, menos capaces y se les iba a ofrecer menos horas de aprendizaje. En cuanto al sueldo, la media propuesta a las aplicaciones de los hombres fue de 30,238.10 dólares mientras que a las mujeres eran 26,507.94, lo que supone una diferencia de más de 3000 euros. Como curiosidad, las propias profesoras también puntuaron más bajo a las candidatas mujer que a los hombres, aunque cuando dieron a conocer si les “caían bien” o no, salía ganando el sector femenino. ¡Menudo premio de consolación!

A finales de los 90 se hacía otro interesante experimento en Suecia. Bajo la premisa que las mujeres son consideradas menos productivas en sus carreras científicas, los autores del informe ‘Nepotism and sexism in peer-review’ (lo del nepotismo también nos parece interesante pero tendremos que dejarlo para otro día) quisieron cuestionar el método de evaluación del MRC (Centro de Investigación Médico de Suecia). Dentro de un proceso en el que los candidatos enviaban materiales como “papers” publicados por ellos y/o en los que habían participado, los seleccionadores debían evaluar el potencial de cada uno. Los autores del estudio crearon un método científico-numérico para hacerlo, basándose en el número de “papers” e impacto de éstos (detallado en el estudio). El resultado: independientemente del impacto de sus trabajos, los candidatos hombre siempre sacaban mayor puntuación en cuanto a potencial percibido. Una mujer tendría que sacar hasta 64 puntos más en su escala de impacto para recibir la misma nota, lo que también se traducía entre 3 o 20 (según longitud y prestigio del medio) “papers” de más publicados. Todo esto, en un marco en el que Suecia era reconocida como país líder en igualdad de oportunidades por la ONU.



Reflexiones finales


Ambos estudios coinciden en una conclusión casi al pie de la letra: el talento femenino en ciencias se está desperdiciando.

Sobresalir en una carrera científica es difícil, pero para una mujer parece casi imposible. Son unas cuantas las publicaciones dando testimonio de todos los obstáculos con los que se han encontrado a lo largo de su vida, tanto estudiando como trabajando. La misma Jocelyn Bell comparte la angustia y trato discriminatorio que recibió por ser mujer durante sus años de carrera y doctorado. Con el mismo fervor que se entrevé en el artículo “The anomaly of a woman in physics” de Evelyn Fox Keller.

Después de esta deprimente charla (secundada con datos de científicas), nos queda ofrecer un poco de esperanza. Y es que este tema ya preocupa al sector educativo. El que se hagan tantos artículos es una señal. Son muchos los programas de diversidad que se están desarrollando en universidades como Queens o Montana donde incluso existen los llamados “Defensores de la Igualdad” para velar que ésta se cumpla entre su personal y alumnado.

La Unión Europea también está financiando programas de intercambio para estudiar y promover la igualdad de género en el sector científico. Una selección de estudiantes de física son becadas para acudir a una serie de jornadas llamadas Diversity in the Cultures of Physics Summer School, que cada año (en una duración de 3 en total) se celebran en dos universidades distintas, siendo la última edición entre Barcelona y Berlín. Más acciones serán necesarias, por supuesto. La más importante será cambiar algunas preconcepciones arraigadas en la sociedad desde hace siglos. Está demostrado.

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