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Neurotoxicidad, grave amenaza para el sistema nervioso

Paula Llull30/01/2015

La neurotoxicidad es una alteración del Sistema Nervioso (S. N.), que se produce por exposición a sustancias tóxicas naturales o artificiales con potencial para inducir daños en el tejido nervioso, incluyendo su alteración o, incluso, la muerte de neuronas o células fundamentales en la transmisión (neurotransmisores) y procesado de las señales que genera el S. N

Existe amplia variedad de neurotoxinas, siendo las más frecuentes en el ámbito laboral ciertos productos químicos (especialmente los disolventes), metales pesados (plomo, manganeso, etc.), pesticidas, cosméticos y –lamentablemente- una larguísima letanía que, según algunas fuentes, puede ser del orden de cien mil sustancias.

Los síntomas, dependientes de la tóxico-cinética de la sustancia, y otros factores, pueden manifestarse de forma inmediata u ocultarse durante un período de latencia. La neurotoxicidad suele manifestarse bajo la forma de debilidad o entumecimiento de las extremidades, pérdida de memoria, pérdida de visión, deterioro de las capacidades cognitivas, aparición de conductas compulsivo / obsesivas de difícil control, delirio, cefaleas, disfunción sexual…

La alta concentración de una neurotoxina induce la muerte celular, cuya sintomatología incluye la pérdida de control motor (descoordinación de la movilidad, en su fase inicial), colapso cognitivo y disfunción del sistema nervioso autónomo. El cuadro suele desembocar en la muerte (apoptosis), que entraña importantes cambios en la morfología celular de la víctima, cambios que suelen incluir la fragmentación cromosómica del ADN. Como puede intuirse, no son riesgos frente a los que la prevención pueda permitirse negligencia alguna.


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El uso de pesticidas o fitosanitarios aumenta el riesgo de exposición a neurotóxicos, que es muy elevado en la agricultura

Contexto neurotóxico

En enero de 2012 vio la luz un informe según el cual “los europeos manipulamos en el trabajo más de 100.000 sustancias potencialmente neurotóxicas”. Para colmo de males, sólo 1.000 de esos potenciales neurotóxicos han sido estudiados. Se estima que, en nuestro país, el 17% de los trabajadores manipula sustancias o preparados nocivos o tóxicos, por lo que tienen un riesgo importante de sufrir enfermedades neurológicas como el Parkinson o el Alzheimer. En Europa, la mortalidad por exposición a sustancias químicas peligrosas es muy superior a la que provocan los accidentes de trabajo. Los profesionales del sector sanitario, mantenimiento, agrario e industrial serían los más expuestos. En el ámbito laboral, la inhalación es la vía de absorción de sustancias neurotóxicas más frecuente.

“Un neurotóxico es cualquier sustancia capaz de producir un patrón constante de disfunción neuronal, cambios químicos o estructurales en el sistema nervioso. La neurotoxicidad se manifiesta con síntomas y signos que dependen de la dosis, la vía de absorción, la duración de la exposición y las variaciones individuales. Aunque la exposición a sustancias neurotóxicas de corta duración o a dosis bajas puede causar cefaleas, mareos u otro tipo de efectos reversibles, a medida que aumenta el tiempo o la dosis de la exposición, se pueden generar alteraciones neurológicas graves, o incluso producir alteraciones morfológicas irreversibles”, precisa la SEN (Sociedad Española de Neurología).

Una recopilación de estudios llevada a cabo por la SEN refuerza las evidencias que tenemos sobre los daños neurológicos de ciertas toxinas. Así, “la exposición a pesticidas se asocia a un mayor riesgo de padecer Parkinson y Alzheimer; los disolventes pueden ocasionar síntomas neuropsiquiátricos o incluso daño neuronal. También se ha descrito parkinsonismo por alta exposición al manganeso y al plomo; y la exposición a metales participa en la formación de placas seniles y en la muerte neuronal, entre otros”, enfatiza el doctor Félix Viñuela Fernández, Coordinador del Grupo de Estudio de Neurología del Trabajo de la SEN. “La mayor parte de las sustancias neurotóxicas tienen efectos generalizados y afectan a los procesos celulares que intervienen en el transporte de membrana y a las reacciones intracelulares, interfiriendo la neurotransmisión. Pero también pueden atravesar la barrera hemato-encefálica, afectando, directamente, al sistema nervioso, con especial afinidad, algunos de ellos, por determinadas regiones”, explica Viñuela.


Elevada morbilidad

La exposición a sustancias químicas peligrosas provoca un número de víctimas que multiplica por diez la cifra de víctimas de accidente laboral. El contacto con una amplia gama de productos químicos y otras sustancias peligrosas en el lugar de trabajo está poniendo en peligro la salud de los trabajadores en toda Europa. Cada año fallecen 74.000 trabajadores por esta causa, según el informe de la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo (EU-OSHA), “Previsiones de los expertos sobre Riesgos Químicos Emergentes”.

Dicho informe, que identifica los principales grupos de sustancias que plantean nuevos y crecientes riesgos, alerta de que “estas sustancias peligrosas no se encuentran solamente en el sector químico, sino también en otras actividades profesionales como la agricultura, la atención sanitaria, la construcción y en muchas pequeñas y medianas empresas no pertenecientes al sector químico”. El dato para España revela que “el 21% de los trabajadores afirma que en su puesto de trabajo respira o inhala polvo, humos, gases o vapores tóxicos”. Asimismo, “la nanotecnología es uno de los riesgos que causa mayor preocupación a los expertos de 21 países europeos” (Esta misma edición incluye un reportaje sobre nanopartículas y sus riesgos laborales).

Pese a la normativa sobre PRL y la normativa específica del sector químico (REACH), “numerosas empresas no otorgan la importancia debida a la eliminación o sustitución de las sustancias peligrosas. La gestión de los riesgos químicos es especialmente deficiente en las pequeñas y medianas empresas y entre los subcontratistas”, advierte la Agencia Europea para la Seguridad y la Salud en el Trabajo.


Modus operandi de los neurotóxicos

La picadura de un ofidio puede inocular un neurotóxico en el torrente sanguíneo. De hecho, éste puede ser un riesgo laboral de un trabajador de un zoológico, por ejemplo. Con todo no es la forma de exposición más frecuente.

El enemigo, normalmente en forma de vapor, niebla o aerosol, penetra en el organismo a través de las vías respiratorias, pudiendo incorporarse directamente su carga nociva al caudal sanguíneo, lo que hace que ésta sea la vía con mayor potencial lesivo para el individuo afectado.

Las vías respiratorias superiores (nariz, boca, laringe y faringe) constituyen el punto de entrada más importante. Según el experto en PRL, Manuel Jesús Falagán, autor de Higiene Industrial Aplicada, “se trata de un ‘sistema rápido’ dado que hay una considerable superficie de absorción del tóxico: 80 m2 y una barrera frágil de 0,00001 mm de espesor, así como un sistema franco debido a su contacto directo con el sistema circulatorio (oxígeno celular)”.

Falagán afirma que “cualquier sustancia suspendida en el ambiente puede ser inhalada, pero sólo las partículas que cuenten con un tamaño apropiado alcanzarán los alvéolos pulmonares (...) Los vapores, gases y aerosoles no rechazados por las defensas naturales del individuo podrán llegar a los alvéolos, lugar donde se produce el paso del oxígeno a la sangre, produciendo daños locales o atravesándolos para incorporarse a la sangre y, así, ser distribuidos por todo el cuerpo junto con el oxígeno”.

Este autor también señala que “la porción total de contaminante absorbida por vía inhalatoria quedará supeditada a su concentración en la atmósfera de trabajo, al tiempo de exposición y a la ventilación pulmonar”.

Una vez en los alvéolos pulmonares, los tóxicos pueden absorberse por diferente mecanismos (difusión pasiva, fagocitosis, o difusión linfática), siendo ésta última la más grave, ya que la toxina llega rápidamente a la sangre a través de la circulación, produciéndose una perniciosa y casi inmediata concentración hematológica que origina cuadros clínicos graves.

Los neurotóxicos también pueden absorberse por vía dérmica, que hará mucho más lenta la llegada de la carga nociva al torrente sanguíneo; y por vía digestiva, a través de la boca, por contacto con las manos, bebidas, alimentos y cigarrillos contaminados.


Efectos de neurotoxinas y los contaminantes

El cuadro adjunto presenta los principales efectos de las neurotoxinas. Entre éstos pueden destacarse:

-Anorexia. Falta acentuada y persistente de apetito.

-Ataxia. Falta de coordinación de los movimientos.

-Disfunciones de la autonomía personal. Se incluyen las alteraciones del sistema nervioso autónomo (simpático y parasimpático), que controla el funcionamiento de las glándulas, el músculo cardíaco y los músculos lisos.

-Estupor. Condición cercana al coma o inconsciencia, con importante reducción de la actividad mental y la respuesta a estímulos.

-Letargia. Estado de somnolencia, con poca respuesta a estímulos e inactividad.

-Narcosis. Somnolencia similar a la que provocan los narcóticos.Imagen 2



  • Sensibilidad Química Múltiple

Además de los riesgos neurológicos, la exposición a sustancias químicas en general puede provocar una sensibilización en las personas expuestas. La sensibilización puede desarrollar el mecanismo de la alergia (nuestro organismo reacciona con una respuesta defensiva cada vez que está expuesto a determinada sustancia). En los casos más graves se produce una intolerancia química generalizada o Sensibilidad Química Múltiple (SQM).

Conocida también como Intolerancia Ambiental Idiopática, está siendo debatida la comunidad médica. Mientras que algunos médicos la cuestionan, otros reconocen que es un desorden provocado por la exposición a sustancias químicas. Este síndrome a menudo comienza con la exposición grave a una sustancia química por un período de corta duración, tal como un derrame químico, o una exposición de duración más larga, tal como una oficina mal ventilada.

Existen multitud de causas y variantes de la enfermedad. Los criterios de consenso (1999) adoptados para el diagnóstico de la SQM contemplan, entre otros: una sintomatología reproducible con la exposición química repetida; la condición es crónica; existe respuesta a bajos niveles de exposición; los síntomas mejoran al reducir o cesar la exposición; existe respuesta a múltiples sustancias; los síntomas implican múltiples sistemas orgánicos

Con todo, el consenso no es general, y el diagnóstico clínico no está reconocido universalmente. Como resultado, no toda la comunidad médica reconoce la sensibilidad química múltiple como un desorden de salud genuino.


Neurotoxicidad2
El daño neurológico por exposición a sustancias químicas causa enfermedades invalidantes y degenerativas

Algunos ejemplos de neurotóxicos

Es imposible siquiera reproducir aquí una lista de los neurotóxicos de origen químico. Sin embargo, citaremos varias familias: hidrocarburos, disolventes y metales pesados, donde se concentran las sustancias tóxicas para el sistema nervioso. Cabría añadir como cuarta familia las sustancias nano, en la que podemos encontrar también los grupos habituales de hidrocarburos, disolventes y metales pesados en escala nano, lo que aumenta su nocividad.



  • Hidrocarburos

El tricloroetileno es un hidrocarburo (líquido) clorado, incoloro, no inflamable y con un olor dulzón que puede ser agradable, lo que constituye un riesgo añadido. Se ha utilizado en multitud de aplicaciones por su gran poder disolvente de aceites, grasas, ceras y sustancias orgánicas en general. Hasta que se manifestaron sus efectos tóxicos a largo plazo fue, incluso, utilizado como anestésico general, quitamanchas de uso doméstico, desengrasante en frío de piezas metálicas, limpieza “en seco” de tejidos, aerosoles de limpieza y desengrasado de equipos eléctricos, disolvente de adhesivos, cauchos y pinturas, etc.

Es un depresor del sistema nervioso central (efecto anestésico). Puede aumentar la respuesta del miocardio y ocasionar el fallecimiento por fibrilación ventricular. La intoxicación crónica se manifiesta principalmente con alteración neurológica central y periférica. En el primer caso puede darse daño cerebral difuso (cefaleas, astenia, anorexia, vértigos, pérdida de memoria, depresión, trastornos emocionales y, en casos más graves, cuadros clínicos asimilables a la demencia). La afectación neurológica periférica suele presentarse como una poli-neuropatía de las extremidades inferiores.



  • Disolventes (en general)

Los disolventes orgánicos se usan en diversas industrias. La mayoría de las veces, los trabajadores no se exponen a un único disolvente, sino a una mezcla y, en muchos casos, a otros compuestos. Las intoxicaciones por disolventes y sus vapores se producen por su manipulación en el entorno laboral, llegando a darse exposiciones prolongadas a concentraciones tóxicas. Auténtico problema de higiene laboral, afectan al trabajador y a su progenie a través de la reproducción sexual.

Todos los disolventes orgánicos son tóxicos, aunque su toxicidad varía de unos productos a otros. Los vapores que desprenden son más pesados que el aire, por lo que su mayor concentración estará cerca del suelo. Estos vapores son rápidamente absorbidos a través de los pulmones, cruzan con gran facilidad las membranas celulares y, debido a su gran solubilidad en grasas, alcanzan concentraciones especialmente altas en el Sistema Nervioso Central (SNC), sobre el que actúan como depresores. Además, los disolventes producen efectos subjetivos que pueden ser similares a los de la marihuana, aunque las alucinaciones visuales son más intensas. También producen otros síntomas como euforia, excitación y sentimiento de omnipotencia, acompañados de visión borrosa, zumbido de oídos, alteraciones del lenguaje, y otras disfunciones neurológicas.



  • Metales pesados

Consideraremos mercurio, manganeso y plomo.

Insoluble en agua, cuando aumenta su temperatura por encima del los 40º C, el mercurio produce vapores tóxicos y corrosivos. Sus efectos nocivos están científicamente corroborados y, entre ellos, figuran graves daños neurológicos, además de causar malformación fetal cuando la víctima de la intoxicación es una mujer embarazada.

El mercurio puede ser inhalado y absorbido a través de la piel y las mucosas. La exposición puede dañar permanentemente los riñones, o el cerebro, pudiendo ocasionar irritabilidad, temblores, o alteraciones de visión, audición y la memoria. También está detrás de síndromes de tristeza, ansiedad, insomnio, temor, excesiva timidez, debilidad muscular, sueño agitado, susceptibilidad emocional, hiper-excitabilidad o depresión.

“Sabemos que es muy tóxico”, comenta el investigador Emilio Castejón, refiriéndose al mercurio, y nos cita algunos ejemplos: los azogados (aquejados del mal de azogue) y los sombrereros, que perdían sus facultades mentales debido a la intoxicación por mercurio, metal que se empleaba en la manufactura de los sombreros desde fechas remotas. De ahí el dicho “As mad as a hatter” (tan loco como un sombrerero).

La última intoxicación grave en nuestro país se dio en marzo de 2013 en Avilés (Asturias), afectando a un centenar de obreros metalúrgicos. Cuando el límite de exposición está establecido en 10-15 microgramos de mercurio/litro en sangre, hubo personas que dieron lecturas de hasta 632 microgramos. Los síntomas de la intoxicación fueron úlceras en la boca, diarrea, colitis, sangrado de encías, etc. También aparecieron síntomas neuronales irreversibles.



  • Manganeso

En la afectación neurológica es posible distinguir tres fases. Los síntomas del periodo inicial son indiferencia y apatía, somnolencia, pérdida de apetito, cefalea, vértigo y astenia. También pueden existir accesos de excitabilidad, dificultades para caminar y de coordinación, calambres y dolor de espalda. Todos estos síntomas pueden presentarse en diferentes grados y aparecer simultáneamente o aislados.

La fase intermedia se caracteriza por la aparición de síntomas objetivos. En primer lugar, la voz se torna monótona y se convierte en un susurro, el habla es lenta e irregular, en ocasiones con tartamudeo. La expresión del rostro es impasible y sonriente o aturdida y vacía, lo que puede atribuirse a un aumento de tono de los músculos faciales. De repente, el paciente puede romper a reír o, más raramente, a llorar. Aunque sus facultades están muy disminuidas, parece que se encuentra en un estado perpetuo de euforia. Los gestos son lentos y toscos; la marcha es normal, pero puede existir un movimiento de vaivén en los brazos. El paciente es incapaz de correr y tiene grandes dificultades para caminar hacia atrás.

En pocos meses, el estado del paciente se deteriora notablemente y las distintas alteraciones, especialmente las relacionadas con la marcha, se van acentuando progresivamente. El síntoma más precoz y evidente en esta fase es la rigidez muscular, que es constante aunque de grado variable, y determina una forma de caminar muy característica (lenta, espasmódica o inestable), en la que el paciente carga el peso sobre el metatarso y produce un movimiento que se ha descrito como “marcha de pollo”. El paciente es absolutamente incapaz de caminar hacia atrás y, si lo intenta, se cae; al juntar los pies, tiene una gran dificultad para guardar el equilibrio y sólo puede girar muy lentamente. Puede existir temblor, frecuentemente en las extremidades inferiores, aunque en ocasiones es generalizado.

La mente del paciente trabaja con gran lentitud; su escritura se torna irregular, hasta el punto de que algunas palabras son ilegibles. Puede haber alteraciones de la frecuencia cardíaca. En esta fase, la enfermedad es progresiva e irreversible.


Plomo: alteraciones cognitivas

Son muchas las profesiones en las que puede haber una exposición a la toxicidad del plomo. La principal vía de entrada es el aparato respiratorio. El grado de absorción depende de la proporción de polvo en forma de partículas de un tamaño inferior a 5 micras y del volumen/minuto respiratorio del trabajador. Una mala higiene en el trabajo o el hábito de fumar durante el mismo (contaminación del tabaco o de las manos) pueden aumentar considerablemente la exposición, sobre todo por vía oral.

El plomo interfiere con la función celular normal y con varios procesos fisiológicos. Cabe destacar que el destino más sensible de intoxicación por plomo es el sistema nervioso. Los efectos de la intoxicación por plomo se manifiestan con alteraciones cognitivas, cambios de conducta sutiles, fatiga y problemas de concentración. La intoxicación grave puede desencadenar una encefalopatía, que puede producir, de forma repentina, convulsiones, alteraciones de la consciencia, coma y la muerte. Las lesiones del sistema nervioso periférico afectan claramente a las funciones motrices.

Aunque se aparta del ideario de todo prevencionista, el trabajar peligrosamente forma parte de la realidad cotidiana de millones de europeos (donde existe constancia a través de estudios y estadísticas).
Alrededor del 15% de los trabajadores europeos afirma que manipula productos químicos durante una cuarta parte de su tiempo de trabajo, mientras que el 10% inhala vapores y el 19% respira polvo, gases y humos en su lugar de trabajo.
En España, según la VI Encuesta Nacional de Condiciones de Trabajo (INSHT, 2007), con una muestra de 11.054 trabajadores, el 21% de los trabajadores respiraría o inhalaría polvo, humos, gases o vapores tóxicos (excluido el humo del tabaco).
Por sector de actividad, y según datos del Observatorio Estatal de Condiciones de Trabajo, en nuestro país son los trabajadores de la construcción, con un 46,6%, los que en mayor número manifiestan la exposición química, seguidos de los de industria (37,7%), Agricultura (30,4%) y Servicios (11,1%).
Tristemente, el trabajar peligrosamente es consustancial a las vidas de otros millones de trabajadores en todo el mundo, que, en muchos casos ni tan sólo aparecen en las estadísticas, y escapan a todo control.

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