Un camino de piedras
Desde hace ya dos años, con el inicio de la pandemia, vivimos tiempos convulsos en los que parece que no llegamos a salir de una para «meternos» de nuevo en otra. La llegada del covid-19 ha abierto el paso al replanteamiento de nuevos escenarios que desconocíamos. La brecha digital y el avance que ha tenido la digitalización ha sido exponencial con la pandemia y, ahora, la adaptación a esta nueva situación se ha vuelto necesaria para el desarrollo de la actividad económica y social. En este escenario no solo está cambiando nuestra economía sino también la naturaleza de los mercados tal y como los conocíamos, en gran parte, debido al aumento de precios.
Por otro lado, el conflicto en torno a Ucrania desencadena una infinidad de consecuencias de las que quizás todavía no seamos plenamente conscientes. La invasión a Ucrania por parte de Rusia ha obligado a los países occidentales a unir sus fuerzas contra Rusia para evitar que el conflicto escale. Como consecuencia, la industria ha subido su nivel de alerta por el aumento de precios de la electricidad que, junto con la inflación en la subida de precios de materias primas como el gas o el níquel, hace todavía más insostenible la situación.
Ante este escenario a las puertas de Europa, la Unión Europea (UE) se va a ver obligada a aumentar su autosuficiencia de recursos e impulsar una minería que sea capaz de sostener el desarrollo industrial.
Teniendo en cuenta el proceso de transición ecológica, promovido desde Europa, en el que nos encontramos, ha de hacerse una revisión en profundidad de cómo va a plantearse y ejecutarse la extracción de los recursos geológicos de los que disponemos, no solo en España, si no a nivel europeo. Con esta situación, garantizar un acceso y extracción de las materias primas sostenible a nivel social, económico y medioambiental es clave para el futuro.
Así se define en el borrador de la Hoja de Ruta para la Gestión Sostenible de las Materias Primas Minerales, publicada por el Gobierno, en el que el proceso de transición energética hacia un modelo basado en fuentes de energía renovables permitirá reducir la dependencia de nuestra economía de los combustibles fósiles. Por este motivo, va a ser importante definir la pauta a seguir ante el aumento exponencial de la demanda de materias primas, garantizando su producción sostenible y eficiente.
Tras el cierre de un 2021 desconcertante todavía por las consecuencias de la pandemia y según la valoración “positiva” que hacían los mercados de cara a 2022, el primer trimestre del año concluye con pocas expectativas a la vista de recuperación. La crisis provocada por la guerra, el aumento de los precios y la inflación, el reciente paro de las patronales del transporte, agricultores ganaderos y pescadores, va a suponer otra piedra más en el camino que deberá ser resuelta cuanto antes si no queremos volver a caer en un vacío del que nos cueste salir como mínimo, otros dos años.
En el horizonte todavía no se divisa con claridad las consecuencias que vamos a sufrir a medio y largo plazo tras la invasión de Rusia a Ucrania. Por el momento la UE continúa imponiendo sanciones a Rusia, la última conocida prohibirá desde agosto la importación de carbón ruso, negocio muy lucrativo para el Kremlin.
Según la UE, Rusia suministra el 46 % del carbón que consume la UE, por lo que su retirada se pretende hacer de manera gradual durante los próximos 120 días. Entre las consecuencias que si conocemos, esta medida tendrá un efecto anual de 8.000 millones, según ha calculado Bruselas.
Datos aportados por Eurostat sin embargo apuntan a que, en los últimos diez años, la UE ha comprado a Rusia anualmente 4.400 millones en carbón.
La incertidumbre parece que se haya instalado para quedarse y, todo ello, en un contexto que parece cambiar por días a pasos agigantados.
