La industria química juega un papel clave para alcanzar los objetivos 2030 / 2050
La primera palanca es la electrificación de procesos intensivos en calor, incluido el craqueo de vapor, principal consumidor energético en la producción de olefinas. BASF y SABIC, en colaboración con Linde, ya operan hornos de craqueo electrificados piloto y proyectan escalado industrial para la próxima década. Si este tipo de tecnología llega a madurar, podría reducir hasta un 90% las emisiones asociadas al proceso, siempre y cuando se alimente con electricidad renovable.
En paralelo, el hidrógeno verde emerge como vector clave para sustituir el hidrógeno gris utilizado en refino, amoniaco y síntesis de metanol. Air Liquide, INEOS y Dow están destinando capital significativo a electrolizadores y hubs de hidrógeno a gran escala, alineados con los planes de descarbonización industrial de la UE.
La segunda palanca estratégica es el cambio de feedstocks o materias primas. Dejar de depender de naftas y derivados del petróleo obliga a explorar materias primas biogénicas y el uso de CO2 capturado como insumo químico. Covestro avanza en poliuretanos basados en CO2, mientras que LyondellBasell y Evonik desarrollan rutas catalíticas para convertir carbono capturado en monómeros y olefinas.
La adopción sistemática de principios de química verde —eficiencia atómica, reducción de solventes, catalizadores selectivos— se está consolidando como estándar competitivo, más que como aspiración ética. Las empresas que no integren estas prácticas corren el riesgo de ver crecer costes regulatorios, presión social y limitaciones de mercado.
Química de materiales
Pero la sostenibilidad no se limita al tema del carbono. El desafío PFAS (compuestos perfluoroalquilados y polifluoroalquilados) ha precipitado una carrera por alternativas más seguras y degradables. Solvay y 3M han anunciado líneas de sustitución y eliminación progresiva, anticipándose a un entorno regulatorio que se endurece en Europa y EEUU.
En paralelo, la química de materiales está redibujando sectores enteros: electrolitos sólidos para baterías, catalizadores más duraderos para electrólisis, membranas avanzadas para captura directa de CO2, resinas y composites para eólica offshore. Todo ello hace que la química sea clave y se sitúe en el centro neurálgico de la descarbonización global.





