Iluminar el show desde los aires

El artículo de Stefania Salomone explora las posibilidades de incorporar la iluminación en los VANT y nos muestra unos primeros ejemplos vinculados a espectáculos de iluminación efímeros. Sin duda, estamos en un momento de exploración de posibilidades de aplicación de mayor utilidad e interés para la sociedad como información, iluminación, búsqueda, soporte a emergencias o nuevos lenguajes.

Las nuevas tecnologías y los drones estarán cada vez más presentes en el cielo de nuestras ciudades. Están empezando a sustituir espectáculos o festivales como el ‘Matsuri del Obon’ japonés, conocido en occidente como el festival de los farolillos, o los festivales de fuegos artificiales de nuestras ciudades. Se abre un camino nuevo mediante la posibilidad del libre movimiento de la luz, siguiendo patrones especiales totalmente controlados, aunque todavía con muchas limitaciones de autonomía, intensidad, calidad… que en breve veremos cómo evolucionan y qué futuro nos deparan. En cualquier caso, bienvenidas sean todas las innovaciones que iluminan nuestro espacio si contribuyen a mejorar nuestras experiencias y nuestro devenir como sociedad.

La idea de un vehículo volador dirigido de forma remota y sin tripulación surgió mucho antes de lo que se puede presuponer, apareciendo en escena en el año 1849 en Austria y con el objetivo de lanzar explosivos sobre la ciudad de Venecia. Décadas después, el mismo Nikola Tesla obtiene las patentes para desarrollar mecanismos defensivos con la misma lógica. Pero no es hasta la llegada del nuevo milenio, y más propiamente durante la última década, que el desarrollo de los drones deja de ser exclusivamente con fines bélicos y se diversifica, exponencialmente, a un sinfín de campos de acción.

Con un presente prometedor, es necesario señalar cuáles son las estrategias (y obstáculos también) en materia de iluminación que organizadores, gobiernos, artistas y empresas están comenzando a implementar en espectáculos de toda índole, y más aún cuáles son las potencialidades de cara al futuro.

La versatilidad que se le atribuye a los VANT (vehículo aéreo no tripulado) se debe en gran medida a que, a su configuración básica, se le pueden adicionar distintas herramientas periféricas. En principio, resulta fundamental para cualquier unidad contar con elementos físicos tales como chasis, motor, batería y rotores (suelen ir de entre tres a ocho por unidad); así como también elementos informáticos para que cada vehículo opere exitosamente por los aires: placa madre, GPS, acelerómetro, altímetro, giroscopio, telemetría y estabilizador son los responsables de la ubicación, estabilización y comunicación con el operador de turno.

A partir de esta disposición primaria, dos variables pueden multiplicar sus funciones: su tamaño (pueden tener las dimensiones de una abeja o llegar a los diez metros de largo); y la presencia de cámaras, contenedores de municiones o químicos (de gran utilidad para tareas fitosanitarias en cultivos), softwares para procesamiento de información espacial o térmica o bien, luminarias.

Si bien su tamaño puede engañar, no deja de ser una aeronave y, como tal, debe ser fácilmente identificable mientras navega los aires. Las funciones que cumple la iluminación de un dron de forma nativa suelen ser tres: navegación (especialmente para poder operarlo ante la falta de luz diurna), indicación de batería (para notificar cuándo el dispositivo tiene que descender y ser recargado), y con una mayor intensidad, señal anticolisión (una suerte de faro de largo alcance, para evitar accidentes con cualquier otra entidad que se encuentre próxima en el cielo).

Dado que uno de los principios básicos de esta tecnología radica en su liviandad, el modo de generar luz debe apuntar a seguir esta misma lógica. La tecnología implementada suele ser del tipo RGBW LED convencional o de alto brillo, según el requerimiento, y la configuración que adopta la luminaria a utilizar, si bien diversa, siempre respeta el criterio de ser reducida, no solo por cuestiones referidas al tamaño, sino también a la energía necesaria para alimentar dichas fuentes de iluminación. A sabiendas de que el rol fundamental de la batería que posee el dispositivo es la de permitir que el mismo se sustente en los aires, poco margen queda para proveer energía a las luminarias.

En términos de luces utilitarias, existen dispositivos reflectores que brindan un haz de luz más directo, con un flujo luminoso que puede ir entre los 60 y los 200 lúmenes. Mientras que las luminarias que cumplen un rol de iluminar al dron en sí mismo, suelen basarse en plaquetas de diodos LED, cada uno de un vatio de intensidad, cubiertas con una carcasa que hace las veces de difusor para generar una iluminación más homogénea.

Este último tipo de configuración de la luz es el predilecto a la hora de optar por estos dispositivos, para que desempeñen un rol recreativo en términos de iluminación. Sin embargo, el estudio de la tecnología implementada aún se encuentra en una instancia muy precoz de desarrollo, motivo por el cual las formas de instrumentar esta función lumínica se dividen en dos: empresas exclusivas que guardan con recelo sus metodologías o aficionados que incorporan a fuerza de prueba y error luminarias led de todo tipo.

Entender a la luz como protagonista del show no es un concepto novedoso. No solo en términos de propuesta en escenario, sino también como un elemento tangible en todo el espacio. Desde los memorables mecheros encendidos por el público, hasta nuevos accesorios de iluminación LED con flujos luminosos ínfimos, lo cierto es que la tecnología VANT no es pionera en la participación de la luz en estas grandes aglomeraciones, por el contrario, viene acompañada de técnicas más rudimentarias y económicas que gozan de bastante popularidad.

Donde se ve una clara desbancada de esta nueva herramienta es en eventos en campo abierto, donde históricamente se acudía a los fuegos artificiales, para generar destellos de luz de gran impacto. La ventaja de implementar tecnología LED piloteada es el poder dibujar en el cielo nocturno destellos lumínicos similares a los que se lograban con pólvora, con la diferencia de ser prácticamente inofensiva para quienquiera que se encuentre cerca, una cualidad que ciertamente no puede atribuírsele a la pirotecnia, la cual a su vez está incrementando su mala fama día a día, debido al perjuicio que genera a niños, individuos con espectro autista y especies animales, así como también a causa del cuestionable residuo de gases y compuestos volátiles que desprenden en el aire.

Si bien no es un mercado exclusivo y a nivel mundial existen distintas industrias locales avocadas a la operación de drones con fines lumínicos, quienes marcan la agenda en cuanto a escala de performances y desarrollo de tecnología son principalmente MicroAd, Ehang, Verity e Intel, esta última rompiendo el Récord Guiness por ser la encargada de desplegar el espectáculo con más vehículos aéreos en simultáneo (más de 2.000) en su cincuentavo aniversario.

Entre las cuatro reúnen una variedad de eventos masivos de talla internacional, tales como la Superbowl, el Día de la Independencia estadounidense, los Juegos Olímpicos de invierno, giras internacionales de artistas como Drake, Metallica o Celine Dion, o celebraciones nacionales en países como China o Dubai, entre otros. La creciente demanda les ha permitido a estos gigantes desarrollar tecnología exclusiva para estos fines, aprovechando la combinación infinita de colores que brindan las lámparas RGB LED, junto con un diseño específico de chasis para cada fin y, principalmente, la ingeniería de software necesaria para sistematizar coreografías aéreas, a través de algoritmos complejos que le permiten a los drones desplazarse coordinadamente.

Se puede tomar como referencia el dispositivo insignia creado por Verity, el denominado Lucie es un microdron cuadricóptero de cincuenta gramos, especialmente diseñado para performances artísticas que requieran shows de luces. Es por ello que, a diferencia de la mayoría de estos tipos de dispositivos, se decidió prescindir de una cámara, incorporando un perímetro protector de sus hélices para preservar a los intérpretes y un software capaz de determinar los movimientos del mismo.

Principalmente, el producto resultante suele constar de pequeñas esferas coloridas, rodeando alegremente a intérpretes en escenario, o bien morfologías que recrean logotipos, animales, simbolismos afines al evento en cuestión. Para esto no se requiere una cantidad desmedida de unidades operando, ya que los encargados del diseño lumínico hacen uso de las leyes de la percepción visual presentes en la psicología de la Gestalt, como ser la ley de simplicidad, de semejanza o de agrupamiento para, con simples puntos en el aire, poder componer formas que pueden evocar figuras en dos o tres dimensiones.

La relativa juventud del sistema aún debe sortear ciertos obstáculos que delimitan su campo de acción. Entre ellas, se puede mencionar en primera instancia la escasa duración en vuelo que resiste la batería que, si bien posee un margen variable según el dispositivo, va desde los tres a raras excepciones de doce minutos, para los drones diseñados para iluminar, teniendo que aterrizar para recibir una carga o ser reemplazados por otros.

También resulta importante mencionar que, en materia normativa, debido a los estrictos controles que deben existir en eventos que concentren aglomeraciones de espectadores, la gran mayoría de las naciones aún no autorizan que los mismos sobrevuelen las cabezas de los visitantes, limitando sus espectáculos a los planos técnicos, donde se posicionan los artistas, o a una prudencial distancia y altura en campo abierto. Dado el desconocimiento que puede tener un usuario y la falta de protocolos operativos, se vuelve complejo posicionar a un dron a una distancia alcanzable por civiles.

También es necesario considerar, entre otras cuestiones a sortear, la escasa cantidad de personal exclusivamente capacitado para manejar este tipo de tecnología incipiente, del mismo modo que la necesaria para desarrollar todo tipo de softwares necesarios, para expandir los comportamientos de este tipo de artefactos. Finalmente, al ser el ámbito de la iluminación uno de los más recientes que ha entrado en escena respecto a dichos vehículos, no es amplio el abanico de lámparas, potencias y configuraciones lumínicas que se viene desarrollando. De momento hay que conformarse con los pequeños y brillantes puntos de color actuales.

Hasta ahora, el papel que ocupan estos pequeños portadores de luz voladores se circunscribe a movimientos coreografiados u objetuales de la luz. Quizás sería ingenuo presuponer que la totalidad de los requerimientos lumínicos, que puedan existir en un evento de la talla que se está planteando, pueda, en un futuro cercano, ser reemplazada por este tipo de tecnologías, no solo por una cuestión de flujo luminoso, sino también por el despliegue técnico de infraestructura, unidades y dispositivos de control que hoy día se requieren y que, de momento, resultan efectivos para desempeñar luz de escenario. Pero sería necio conformarse con las simpáticas interpretaciones que se les encomiendan hoy día.

Así, como viene sucediendo en otras industrias que utilizan a los drones como herramienta de trabajo, existen potenciales nichos por explotar que tiene que ver, por ejemplo, con el rol asistencial que puede desempeñar la luz en un ámbito masivo. La posibilidad que una fuente lumínica pueda desplazarse por el espacio podría permitir que, desde el aire, la audiencia detecte los espacios con menor aglomeración para distribuir correctamente a los ingresantes, o bien, si se tratara de eventos con asientos, se podría utilizar a los drones como dispositivo que indicase dónde encontrar butacas vacías. Del mismo modo, podrían brindar apoyo en materia de evacuación, tal y como funcionan las luces camineras de las aeronaves. Supongamos, por un instante, que producto de la oscuridad, un niño se pierde en la muchedumbre, o bien, un visitante tiene una descompensación. El concepto sería el mismo, la luz desplazándose como guía.

En cuanto al desempeño artístico, también se puede conjeturar un futuro prometedor con esta nueva herramienta. El Cirque du Soleil es pionero en incorporar este equipamiento para poder interactuar activamente con artistas. lo mismo podría trasladarse a espectáculos de danza que requieren un seguimiento ágil de los intérpretes. La tecnología dron también podría utilizarse, cuando las distintas normativas y los protocolos lo acompañen, para extender los límites de un concierto musical, que por ahora solo se despliega sobre los escenarios, por encima de las cabezas de todos los espectadores. Se podría pensar en los mismos como el vehículo para extender, a lo largo y ancho de los recintos, aquella experiencia sonora con la sensación lumínica que la misma genera. Existen numerosos estudios que ahondan en las posibilidades de interrelacionar sonido y luz según diferentes criterios, ya sea a través de experiencias sinestésicas, paralelismos concretos entre las longitudes de ondas que tiene cada frecuencia sonora contrastada con las frecuencias de cada color del espectro visible, o bien interpretaciones de la percepción humana, en función de notas musicales y colores de la luz, según estados del ánimo. En definitiva, se podría considerar la posibilidad que, en lugar de figuras literales, los drones puedan convertir en elementos tangibles y conectados entre sí, a la luz y al sonido sobre cualquier audiencia. La configuración de software que requieren los drones podría incorporar, sin mayores dificultades, los procedimientos necesarios para interpretar la entrada sonora desde las consolas de operación, para traducirlas en una combinación RGB concreta y así potenciar la experiencia sensorial más allá del simple proceso de prenderse o apagarse cuando hay sonido o deja de haberlo.

Mientras que la gran mayoría de las industrias, en las que la tecnología VANT viene dejando huella, aprovechan mayoritariamente su posibilidad de elevarse, considerablemente, por los cielos; en materia de iluminación resulta destacable una cualidad diferente: la de poder iluminar sin necesidad de implantar obstáculos arquitectónicos en el recorrido de las personas. Esto resulta prometedor en recintos que aúnan multitudes, ya que la instalación necesaria para no entorpecer el paso actualmente es periférica, responde a un único uso por luminaria y principalmente es estática, mientras que la aparición de estos dispositivos aéreos supone una posibilidad de barrer con esas limitaciones e invita a proponer una multiplicidad de potenciales configuraciones.

Si bien todo indicaría que la implementación está a la vuelta de la esquina, es necesario señalar que, aún queda un camino considerable por transitar en materia de normativa y documentación científica, respecto a la tecnología. Aún con la instrumentación que se les da hoy a los drones, en términos de espectáculos lumínicos, la información analítica disponible de cómo se implementa este recurso es completamente reducida, dando lugar a improvisaciones o a la necesidad de contratar empresas que desarrollan la actividad en un circuito completamente cerrado. En la medida que se comience a considerar al propio dron como luminaria, más prontamente se podrán expandir las posibilidades de utilizarlo como herramienta, para hacer de la luz artificial (ya sea asistencial o recreativa) un recurso que no requiere un posicionamiento fijo en el espacio.

Bibliografía

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