Manuel Torres Acemel
Neuroarquitectura: La convivencia entre los espacios físicos y los estados mentales

En las sociedades occidentales, pasamos el 90% de nuestro tiempo dentro de edificios, de ahí la importancia de estudiar su relación sobre nuestras experiencias vitales.
El diseño es una disciplina creativa que abarca una gran cantidad de variables distintas para conseguir el fin deseado. Dentro de ellas, encontramos la n euroarquitectura, la ciencia que estudia cómo el espacio afecta a la mente, investiga cómo debe ser el diseño del espacio en el siglo XXI para mejorar nuestro bienestar, aumentar el rendimiento y reducir el estrés y la fatiga de las ciudades. En las últimas décadas, han surgido modelos afines a esta relación mente-arquitectura, como el diseño biofílico, que tienen en cuenta los efectos psicosociales y anímicos que un espacio arquitectónico o inmueble tiene sobre la mente humana.

Cuando se empieza un proyecto, independientemente de su tipología, nacen muchas ideas, conceptos, estudios, etc. Todo el diseño finalmente aplicado nunca forma parte de un proceso azaroso, sino que consta de una base milimétricamente estudiada a fin de conseguir generar en el usuario las sensaciones y emociones deseadas.
Gracias a la neurociencia, en pocos años quizá seremos capaces de readaptar la rápida evolución a la que nos hemos visto sometidos como seres humanos hacia un entorno brain-friendly : espacios de trabajo para concentrarse y rendir más, escuelas diseñadas para aprender, nuevos métodos de aprendizaje y trabajo más eficientes y, lo que es más importante, una sociedad que sea consciente de cómo funciona su cerebro y que pueda aprovechar este conocimiento para vivir mejor, ser mejor y, sobre todo, ser más feliz. A través del control de variables implicadas como el nivel de luz, la utilización de luz natural, el nivel de temperatura y de humedad, los colores y texturas o la sonoridad del espacio se conseguirán nuevos entornos diseñados para facilitar ciertas funciones cognitivas. A raíz de la neurociencia, hoy sabemos que las capacidades cognitivas de los ancianos en las residencias mejoran un 20% subiendo la potencia de la luz, o que los enfermos se recuperan antes si los hospitales tienen vistas a un parque.
Es por ello que pintar una pared de un color determinado no solo nos afectará estéticamente sino emocionalmente. Para ilustrarlo de manera gráfica, imaginemos llegar al trabajo, sentarnos en una mesa con acabado de melamina gris, una silla convencional de oficina, paredes marrones desgastadas no muy altas, y una única ventana pequeña cerrada en un lateral. Las consecuencias de trabajar en un espacio de estas cualidades serían muy distintas si la sala fuera blanca, espaciosa, con techos altos, una pared repleta de macetas con flores de colores vivos y una pared totalmente acristalada donde la luz natural y aire fresco entraran libremente e inundaran la sala.
Todo apunta a que estamos en un momento óptimo para encarar esta seductora posibilidad: replantear el diálogo entre nuestra mente y el espacio físico que habitamos. En caso de lograrlo, en unos cuantos años podríamos estar programando recintos que faciliten ciertas funciones cognitivas, favoreciendo así la recuperación de la salud -en el caso de lugares dedicados a la sanación-, el aprendizaje y concentración -dentro de escuelas y academias-, y la creatividad -en talleres artísticos-.
CRÉDITOS:
Fotografías
1.- Torre LUXEMBURGO - Desarrollo POLÁREA_MANUEL TORRES DESIGN
2.- TIVÉ - Desarrollo en Bosque Real_MANUEL TORRES DESIGN
3.- Desarrollo MARSALA - Santa Fé_MANUEL TORRES DESIGN
4.- BIOSFERA Towers - Oficina Comercial HERCESA FERROCARRIL_MANUEL TORRES DESIGN