Horticultura 371

TRIBUNA DE OPINIÓN 56 han posicionado en contra, de hecho, dentro de la conocida ahora como red PAC se han creado grupos de trabajo y de expertos. Además, la UE tiene el compromiso firme de introducir reformas en el sistema productivo y está muy atenta al empuje de este enfoque desde la industria. Puede existir desconfianza entre los representantes de otras formas de producción con las que puede compartir enfoques y prácticas. La agricultura ecológica podría considerar que le quita protagonismo, debido a que comparte con ella el discurso de la sostenibilidad. Para los defensores de la agricultura de conservación, la agricultura regenerativa no es más que una nueva versión de la suya a la que se añaden sinergias con la ganadería. La agricultura de carbono, a la que también le hace falta mucha concreción, compartiría el objetivo de convertir el suelo en sumidero de carbono. También restaría protagonismo al enfoque agroecológico (defendido como prioritario por Francia y parte de la Comisión) y a la producción integrada, aunque lamentablemente esta vaya quedado reducida cada vez más a la Gestión Integrada de Plagas. La agricultura regenerativa, según la industria, se centra en el suelo y la rotación de cultivos, destacando las ventajas para el secuestro de carbono y la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero Por lo anteriormente expuesto, y si bien no existe esta descripción compartida, si parece que cualquier sistema de agricultura regenerativa debería cumplir una serie de preceptos que se resumen en los siguientes: Tiene que provocar cambios positivos, es decir hay que introducir nuevas prácticas reconocidas. La agricultura regenerativa debe diferenciarse de la agricultura convencional, entendiendo esta como la extendida actualmente de forma mayoritaria. Va a llevar implícito un sistema de indicadores y monitorización (e incluso una certificación) para demostrar y trazar las nuevas prácticas y sus consecuencias. En ese sistema de indicadores uno de los que deberá contemplarse son las emisiones GEI emitidas y secuestradas por el agrosistema, ya que muchas empresas necesitan garantizar reducciones de entre 20-30% en la huella de carbono de sus productos. (esto no es una obligación, pero muchos agentes del agroalimentario y la propia FAO lo ha considerado como objetivo para el 2030). El objetivo es bascular desde agrosistemas centrados en la planta hasta el foco en el suelo, su cuidado mediante rotaciones, cubiertas vegetales, incremento de la materia orgánica del suelo y prohibición de un laboreo agresivo. No excluye los agroquímicos tradicionales, pero pone el acento en su uso justificado, con mucha base técnica y priorizando la utilización de los menos agresivos para el aplicador y el agrosistema. La circularidad y la priorización en el aprovechamiento de los recursos locales apunta a un mayor uso de fertilizantes orgánicos. En este último punto es donde la ganadería conecta con la agricultura regenerativa. Si en el caso agrícola existe una indefinición conceptual en el caso de la “ganadería regenerativa” la situación es todavía más confusa. En los países del norte esta se enfoca más en la restauración de pastos degradados y suelos orgánicos e incluso turberas. Pero de forma más general, podría concluirse que para que una ganadería fuese considerada regenerativa tendría que haber una simbiosis con explotaciones agrícolas en las que sus residuos se aprovechasen para mejorar suelos bajos en materia orgánica y por tanto explotar plenamente sus funciones ecosistémicas; producción agroalimentaria, sumidero de carbono, soporte de la biodiversidad, etc. Puede que los grandes actores de la Cadena Alimentaria cambien en unos años de apuesta, pero actualmente para ellos la agricultura regenerativa es la alternativa clara a la hora de pedir al sector productor criterios de sostenibilidad. La industria está sometida a mucha presión social y accionarial para hacer cosas nuevas y con cierta solidez en sostenibilidad, y hoy esta es su apuesta, descartada la agricultura ecológica como un elemento que pudiera, en principio, superar cuotas de mercado del 10-20%. Es innegable la necesidad de que la agricultura sea más sostenible, pero esta transición debe ir acompañada de recursos adecuados y espacio en el tiempo para que los productores puedan adaptarse y no dejen a nadie atrás. Las prácticas sostenibles deben ser flexibles, adaptadas a las condiciones de cada zona y garantizar sobre todo la viabilidad económica de la explotación. Es necesario apoyar los tres pilares de la sostenibilidad, económico, social y medioambiental, contando siempre con las agricultoras y los agricultores y su mejor instrumento organizativo: las cooperativas. n

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