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La durabilidad desconocida Todos los últimos acontecimientos, noticias y novedades parece que se aúnan en la misma dirección: la palabra clave actualmente en el sector y que parece resumirlo todo es ‘descarbonizar’. Tras ella se recogen otras consignas claras y contundentes, como reducir el transporte de productos y la energía embebida en los materiales, tanto en sus procesos de transformación como de puesta en obra. La descarbonización se trata de una ardua tarea que debe llevarse a cabo con celeridad, no solo para no echar a perder este planeta sino para ser técnicamente más eficientes. La abundancia de energía barata y disponible basada, primordialmente, en los combustibles fósiles nos ha hecho olvidar, que vivíamos felizmente a costa de vaciar rápidamente una hucha de energía llenada muy lentamente hace millones de años. Desde este punto de vista al construir, y con ello liberar carbono, estamos invirtiendo en confort y seguridad futuras; si la eficiencia en la inversión es la clave debemos conseguir, que cada gramo de carbono liberado por nuestra construcción lleve asociada la mayor durabilidad posible en el tiempo futuro. Así pues, la gestión de la durabilidad se desvela como un reto mucho más cercano y evidente al sector, que la abstracción de la descarbonización. Pero para gestionar la durabilidad todos necesitamos conocerla mejor. ¿Conocemos suficientemente la durabilidad de nuestros sistemas constructivos? ¿Si dibujáramos una pirámide cuáles estarían más arriba (los más durables) y cuáles más abajo (los menos durables)? Faltan aún muchos estudios y, sobre todo, un seguimiento de la durabilidad real de nuestras construcciones, establecida en función de su uso, mantenimiento y ubicación climática. Necesitamos pues con urgencia bases de datos de acceso universal, que asocien la fecha de sustitución y de derribo de cualquier elemento constructivo con su fecha de construcción o de instalación, que identifiquen los siniestros colectivos endémicos, que cuantifiquen los riesgos y que nos permitan tomar las próximas decisiones en nuestro sector, con una mayor responsabilidad. Pero la durabilidad no es absoluta, sino que en la realidad del sector de la construcción se traduce fácticamente en la obsolescencia. Hay simultáneamente diversas obsolescencias en juego en nuestro sector cada día. La obsolescencia social, propia de los mercados y las modas, la obsolescencia programada que tanto daño ha ocasionado a la reputación de la técnica, la obsolescencia funcional que deja en la cuneta sistemas, que han sido superados por la innovación, pero que aún son efectivos, y la obsolescencia del límite, ya próxima al siniestro. Las fichas técnicas de los productos y sistemas constructivos, que incorporaremos a la construcción los próximos años deberán completarse con datos de durabilidad real y contrastada (¡o caducidad!). Pongámonos a trabajar en ello tanto a universidades como aseguradoras, rehabilitadores o cuerpos de emergencia, aportando todo nuestro conocimiento sectorial a la digitalización compartida, que ya es plenamente capaz de cartografiar inteligentemente la realidad de la durabilidad de esta construcción, que hemos levantado ‘¡a todo carbono!’. TRIBUNA Joan-Lluís Zamora, Doctor Arquitecto, Coordinador del Grupo de Investigación LiTA (Laboratorio de Innovación y Tecnología en la Arquitectura) de la UPC (Universitat Politècnica de Catalunya) en la ETSAV

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