Parroquia de San Nicolás De Bari, 1958-1962 Gandía (Valencia): Eduardo Torroja Miret, Gonzalo Echegaray Comba y Jaime Nadal Aixalà

Roger Subirà, Fundación Docomomo Ibérico https://docomomoiberico.com/edificios/parroquia-de-san-nicolas/

10/11/2025
El Grao, histórico barrio portuario y marinero de Gandía, había perdido su iglesia durante la Guerra Civil. El acelerado crecimiento del barrio a mediados del siglo XX, unido a la incipiente llegada de turistas, hacía necesaria la construcción de un nuevo templo que, además de atender las funciones litúrgicas, actuara como hito referencial, punto de encuentro y nexo entre la ciudad y su puerto. El proyecto fue asumido por el eminente ingeniero Eduardo Torroja, quien, acompañado por miembros de su equipo, afrontó en este lugar la que sería la última obra de su fecunda trayectoria.
Fachada sur de la nave con portón lateral para salida del paso de Semana Santa. En la fachada marítima se observa la imagen de la Virgen del Carmen...

Fachada sur de la nave con portón lateral para salida del paso de Semana Santa. En la fachada marítima se observa la imagen de la Virgen del Carmen. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico, 2025.

El Grao de Gandía es uno de los barrios históricos de la ciudad valenciana, capital de la comarca de la Safor. No se trata de un barrio más, ya que en él perviven el legado y la esencia marítima de la ciudad: tradicionalmente habitado por pescadores, se sitúa entre la playa y el núcleo urbano central. Sus orígenes se remontan al siglo XIII, cuando se documenta la estancia del rey Jaime I en la zona durante su campaña para completar la conquista del Reino de Valencia. No obstante, el grueso del tejido urbano actual es de creación relativamente reciente.

Su rápido crecimiento se inició en el siglo XIX y se consolidó a lo largo de las décadas centrales del siglo XX cuando además del crecimiento poblacional experimenta las primeras olas de turismo estacional. El barrio no ha conservado edificios históricos relevantes, contaba sin embargo con una modesta iglesia construida en el siglo XIX que resultó gravemente dañada durante la Guerra Civil y que fue finalmente demolida en 1953. Con el edificio en ruinas, el culto católico se venía celebrando en uno de los pabellones del puerto dedicado a Lonja de Pescado.

Acceso desde el barrio del Grau, fachada presidida por la imagen de San Nicolás...

Acceso desde el barrio del Grau, fachada presidida por la imagen de San Nicolás. A la izquierda de la imagen, el campanario como volumen independiente de la nave principal. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico, 2025.

Era necesario, por tanto, dotar al barrio no solo de un nuevo templo, sino también de un edificio emblemático dentro de su paisaje urbano, capaz de convertirse en un elemento de centralidad en una zona que había crecido con rapidez y contaba con escasos espacios singulares y colectivos. La elección del solar respondía claramente a esa voluntad de centralidad y representatividad: un promontorio frente al puerto, de forma sensiblemente triangular, cuyos lados se adentran en el mar a modo de espolón. Situada sobre este promontorio triangular y rodeada por agua, la iglesia actuaría como un ‘mascarón’ o un buque en el paisaje portuario. Tan importante sería la visión desde el barrio, respecto el cual quedaba ligeramente elevada, como la que se tendría de ella desde el mar, cuando los barcos pesqueros arribaran al puerto.

El templo no ocuparía por completo la parcela, sino que esta se urbanizaría para generar espacios públicos que, además de aportar un nuevo jardín al barrio, permitieran acoger la creciente afluencia de fieles durante los meses de verano. Para dar respuesta a esta necesidad, la nave principal se complementaría con espacios exteriores para el culto, evitando así tener que construir un volumen que resultaría excesivamente fuera de los meses estivales.

Claustro cubierto adosado a la nave de la iglesia...

Claustro cubierto adosado a la nave de la iglesia. El espacio ajardinado, cerrado en todo su perímetro, permite celebraciones litúrgicas en el exterior. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico, 2025.

La financiación se articularía mediante donativos populares con especial involucración de la cofradía de pescadores y los consignatarios del puerto. El párroco Juan Miñana, designado para liderar la reconstrucción tras la demolición del antiguo templo, contactó con el ingeniero Eduardo Torroja para que asumiera el proyecto. En ese momento Torroja estaba en la etapa final de su carrera -moriría sin ver terminada la obra- y se acompañó por miembros de su equipo, en especial del arquitecto Gonzalo Echegaray y el ingeniero Jaime Nadal.

Torroja y su equipo proyectaron un edificio de volumetría prismática y contundente en el que se puede diferenciar claramente la zona de la nave de la del nártex o pórtico de acceso. Tres elementos iconográficos destacan en unas fachadas exteriores sobrias y elegantes: una cruz que supera el volumen de la iglesia junto con la imagen del santo titular, San Nicolás de Bari, dan la bienvenida a los feligreses que llegan desde la ciudad. En la fachada contraria, una imagen de la Virgen del Carmen, patrona de la gente de mar, protege y recibe a los barcos que salen y llegan de faenar.

El conjunto se rodea con un muro perimetral —que en el lado marítimo funciona como podio— destinado a aislar la iglesia y sus espacios ajardinados de la actividad portuaria, aunque se interrumpe en la fachada principal para facilitar el acceso directo desde la trama urbana. Gran parte de este jardín cerrado adopta la forma de un claustro irregular adosado a la iglesia, concebido para acoger las celebraciones estivales al aire libre, tal como exigía el encargo. El resto del jardín rodea la futura vivienda parroquial, cuya construcción quedó fuera del proyecto del mismo equipo. El conjunto se completa con un campanario exento, visible desde el mar como un faro y concebido como referencia visual del templo.

La impronta de Torroja se manifiesta en una solución estructural de gran brillantez que, aunque pueda pasar inadvertida al visitante no especializado, constituye uno de los rasgos que confieren al edificio su singularidad e interés.

Eduardo Torroja Miret (1899-1961) fue un ingeniero español cuya obra revolucionó el uso del hormigón armado y lo convirtió en una figura de referencia mundial en el campo de las estructuras. Combinó la ingeniería con la arquitectura moderna, creando espacios que unían belleza y audacia técnica, lo que le otorgó prestigio internacional en un momento clave para la modernización europea. Entre sus obras más emblemáticas destacan el Mercado de Abastos de Algeciras, cuya imponente cubierta de hormigón —de un diámetro equivalente al de la cúpula del Panteón de Roma y sostenida en tan solo ocho puntos de apoyo— constituyó una auténtica proeza estructural, el desaparecido Frontón Recoletos en Madrid y la espectacular cubierta en forma de ala del Hipódromo de la Zarzuela, que parece flotar a pesar de su delgadez extrema. Además de proyectista, fue un gran investigador y docente, impulsando el conocimiento sobre el hormigón y participando en la creación de instituciones internacionales y nacionales que fueron clave para la generalización del uso del hormigón y la comprensión de su comportamiento y sus posibilidades estructurales.

El gran paramento acristalado de la fachada norte (a la izquierda de la imagen) es totalmente retráctil...

El gran paramento acristalado de la fachada norte (a la izquierda de la imagen) es totalmente retráctil, permitiendo la ampliación del espacio interior hacia el jardín. Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico, 2025.

También en la iglesia de Gandía, Torroja y su equipo proyectaron un edificio en el que la estructura es protagonista y permite un espacio interior luminoso y sorprendente. La iglesia se traduce en una sola nave trapezoidal, con los lados ligeramente convergentes, y con una longitud total de 41 metros; la cubierta consiste en dos láminas plegadas de hormigón, que salvan una luz transversal de 28 metros. Ambas láminas están reforzadas por una serie de nervios que, en la fachada orientada al sur, se manifiestan en la cara exterior y, en la norte, sobresalen hacia el interior. En el alzado sur, por tanto, la estructura pasa a ser elemento principal de la composición, con unas vigas en forma de ‘Z’ que recorren la fachada y la cubierta y que crean un ritmo de luces y sombras como los contrafuertes de algunas iglesias góticas. En la fachada norte, en cambio, un pesado paramento de ladrillo enfatiza, con su pesadez, la liviandad de la fachada contraria.

En el interior, el papel de la estructura se invierte: mientras que el lado sur los contrafuertes en forma de ‘Z’ quedan escondidos ─dejando un espectacular paramento interior de hormigón visto─, éstos son claramente visibles en el intradós de la fachada norte. La sensación de ingravidez que se consigue con la sofisticada solución estructural no pasa desapercibida: una línea de vidrieras recorre un quiebro de la cubierta en toda la longitud del templo, de forma que los dos paramentos estructurales parecen no tocarse. Además, en toda la fachada norte, la estructura no toca prácticamente el suelo: un gran ventanal retráctil permite la apertura total de la nave hacia el claustro para ampliar el espacio de culto en caso de que sea necesario. En el lado contrario, a lo largo de la fachada sur, una serie de capillas laterales con el techo más bajo recorren el espacio sin interrumpir la visión longitudinal, también en este paramento la solución estructural parece no llegar al suelo.

La sofisticada solución estructural permite acoger una serie capillas pensadas como espacios de recogimiento a lo largo de toda la nave en su fachada...

La sofisticada solución estructural permite acoger una serie capillas pensadas como espacios de recogimiento a lo largo de toda la nave en su fachada norte (a la derecha de la imagen). Foto: Luis Argüelles/Fundación Docomomo Ibérico, 2025.

Además del espacio principal y unitario de la nave, el conjunto se completa con tres pequeños ámbitos diferenciados: el baptisterio, una capilla de mayor tamaño ─con salida al exterior─ destinada a custodiar un paso de Semana Santa y las dependencias vinculadas al altar mayor, como la sacristía y el sagrario. A la audacia estructural y al sorprendente interior, dominado por la luz y la sensación de ingravidez, se suma la aportación de diversos artistas que enriquecieron la decoración interior con vidrieras, mosaicos y elementos iconográficos de gran delicadeza ─como el hilo de agua que desciende sobre la pila bautismal, símbolo del agua viva─.

Todo ello, configura una obra arquitectónica concebida con esmero hasta el último detalle, que se erige sin duda como uno de los templos católicos más notables de la arquitectura moderna en España.

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