Casa Gomis (La Ricarda), 1949-1963, un emblema de la arquitectura moderna catalana
Antonio Bonet Castellana https://docomomoiberico.com/edificios/casa-gomis-la-ricarda/
29/04/2025Hablar de la casa La Ricarda es hablar de la historia de una familia —los Gomis-Bertrand—, profundamente vinculada al mundo de la cultura. No sorprende, por tanto, que la sensibilidad con la que Inés Bertrand Mata y Ricardo Gomis Serdañons encargaron su diseño al arquitecto Antonio Bonet Castellana se haya prolongado en el compromiso de sus herederos por conservarla y protegerla frente a las amenazas que ha sufrido a lo largo del tiempo. Gracias a ellos, La Ricarda se encuentra hoy en un estado excepcional de conservación. Recientemente, la familia decidió venderla al Ministerio de Cultura, asegurando así que la casa quedará para siempre al servicio de los estudiosos y del conjunto de la sociedad.
La Casa Gomis se encuentra en una parcela de aproximadamente 24.732 m2. Los jardines combinan el paisaje costero de pino carrasco con amplias zonas de césped y pavimentadas que incluyen una piscina. En la parcela podemos encontrar varias obras de arte escultóricas que la familia Gomis-Bertrand fueron instalando con los años. Foto: José Hevia/Fundación Docomomo Ibérico.
Ricardo Gomis, promotor y propietario de La Ricarda, fue un ingeniero e intelectual catalán. Sin contar con una fortuna inmensa, el seny con el que gestionó el legado familiar —procedente de la industria textil— le permitió mantener una posición económica desahogada. Parte de ese legado incluía unos terrenos en el delta del Llobregat, antiguamente propiedad de la iglesia y adquiridos por los Bertrand durante la última desamortización del siglo XIX. Gomis fue un firme defensor de la modernidad y del arte de vanguardia. Junto a su esposa, Inés Bertrand, mantuvo una estrecha relación con el círculo artístico e intelectual de la posguerra. Ambos colaboraron activamente con iniciativas como el Club 49, que agrupaba a artistas, músicos y pensadores como Joan Prats, Joan Miró, Antoni Tàpies o Mestres Quadreny. El encargo que hicieron a Bonet no respondía únicamente al deseo de construir una residencia familiar: la villa debía ser también un espacio para la creación, el encuentro y la experimentación cultural.
Aunque nacido en Barcelona, el arquitecto Antonio Bonet Castellana desarrolló buena parte de su carrera en Argentina y Uruguay, adonde emigró durante la Guerra Civil Española. Se formó en el estudio de Josep Lluís Sert y Torres Clavé, colaboró con Le Corbusier en París y participó en el diseño del Pabellón de la República para la Exposición Internacional de París en 1937. En Iberoamérica alcanzó un notable prestigio y fundó grupos para promover la arquitectura moderna. En España, muchas de sus obras están ligadas al auge turístico de la década de 1960, especialmente en la Costa Brava y la Costa Dorada. Además de La Ricarda, construyó viviendas unifamiliares como las casas Rubió, Castanera o Cruylles, y complejos de apartamentos en Salou o La Manga. Su sintonía con el ayuntamiento barcelonés de la época del alcalde Porcioles le permitió realizar proyectos emblemáticos como el Canódromo de la Meridiana o el rascacielos de Correos en Urquinaona. La Ricarda, así como el conjunto del Poblado Hifrensa, proyectado para los trabajadores de la central nuclear de Vandellós, cuentan con el máximo nivel de protección, siendo declaradas BCIN en 2021 y 2023 respectivamente.
El proyecto para la realización de La Ricarda se inicia a finales de la década de 1940 y se prolonga durante más de una década. Ubicada en un paraje singular del delta del Llobregat, muy cerca del mar, la casa se adapta con sensibilidad a la suave topografía y a la extrema horizontalidad del paisaje costero. Está dominada por una gran cubierta que se extiende más allá de los volúmenes cerrados del interior, cuya imagen queda definida por la ligera ondulación de las bóvedas catalanas con que se resuelve la techumbre. El desarrollo horizontal de la vivienda se adhiere al terreno como si se tratara de una alfombra, en contraste con la verticalidad de los abundantes pinos que la rodean y con un volumen en forma de torre que, a la vez, funciona como depósito, mirador y estudio independiente del resto del programa.
La planta, de gran desarrollo y configuración centrífuga, se funde naturalmente con el paisaje. Su trazado se basa en una retícula ortogonal de ocho metros de lado, que no solo responde a la lógica estructural y constructiva de las bóvedas, sino que permite una distribución interior flexible. Los espacios se organizan con fluidez, definidos por el mobiliario diseñado por el propio Bonet: alfombras cuidadosamente dispuestas delimitan zonas de uso diferenciadas dentro de una continuidad espacial que se prolonga hacia el exterior a través de pavimentos cerámicos que conectan con el jardín. Desde el punto de vista constructivo, Bonet emplea una paleta material de gran sobriedad, donde la cerámica se erige como protagonista en sus múltiples formas: celosías, piezas vidriadas y rasillas. El vidrio, por su parte, juega un papel esencial en la apertura de la casa al entorno: grandes ventanales correderos con carpintería metálica disuelven los límites entre el interior, las terrazas y el paisaje.
El jardín que rodea La Ricarda constituye un elemento clave del proyecto. Más que un jardín ornamental, se trata de un paisaje domesticado con enorme sensibilidad. Bonet no impone una geometría rígida, sino que trabaja con la vegetación autóctona del entorno: pinares, tamarindos, sabinas, plantas aromáticas y dunas modelan un jardín que actúa como transición entre la arquitectura y el paisaje natural del delta. No existen vallas ni límites evidentes: la casa se funde con su entorno mediante patios, porches y terrazas pavimentadas con losas cerámicas que ofrecen sombra y refugio. En este paisaje humanizado, Bonet recupera el espíritu de los patios mediterráneos y de las casas rurales abiertas al campo, pero lo traduce con un lenguaje moderno, abstracto y profundamente poético.
Con el paso del tiempo, La Ricarda ha sido reconocida como una de las piezas clave del patrimonio moderno catalán, aunque su historia ha estado marcada por la amenaza constante de la proximidad del aeropuerto de El Prat. La reciente inclusión de la casa en el programa de la Bienal de arte Manifesta permitió por primera vez que el gran público accediera a su interior y descubriera su extraordinario valor arquitectónico. Hoy, ya en manos del Estado, La Ricarda se alza como símbolo de una forma de entender la arquitectura: mediterránea, rigurosa, sensible, abierta al mundo y profundamente enraizada en el lugar.



