Redefinir el bienestar común: el modelo de higiene inclusiva que Tork pone sobre la mesa
En ellos, lo esencial ocurre en silencio: un gesto básico, íntimo y breve que, sin embargo, puede transformar por completo la experiencia de una persona en un restaurante, en un centro comercial, en su lugar de trabajo o en un aeropuerto. La higiene, especialmente en entornos colectivos, es un termómetro social. Mide cómo cuidamos, cómo diseñamos y cómo pensamos en los demás. Y, en este contexto, emerge un concepto que desde Tork defendemos como imprescindible: la higiene inclusiva.
No es una tendencia. No es una etiqueta. Es la convicción de que ninguna persona debería sentirse limitada, incómoda o insegura por algo tan básico como utilizar un baño. Es un compromiso con la dignidad humana, con la salud pública y con la igualdad real en la vida cotidiana.
La higiene inclusiva: más que limpieza, el camino hacia el bienestar
Para entender la importancia de esta visión basta con imaginar cómo se relacionan millones de personas con los aseos públicos. La experiencia puede variar drásticamente en función de la edad, la movilidad, la fuerza en las manos, la sensibilidad de la piel, el procesamiento sensorial, la ansiedad o incluso una situación temporal como una lesión o una recuperación postquirúrgica.
Aun así, el diseño tradicional de muchos baños públicos responde a un usuario estándar que, en realidad, casi nunca existe. Los espacios están pensados para quien no tiene dificultades, para quien no necesita apoyos adicionales o para quien no se ve afectado por estímulos sensoriales. Todo lo que se sale de esa norma —y la realidad demuestra que se sale con mucha frecuencia— genera malestar, ansiedad o directamente imposibilidad.
Hablar de higiene inclusiva es desmontar esa idea y construir otra: aseos para personas reales, con necesidades reales, visibles e invisibles.
Las barreras visibles: cuando lo físico limita lo esencial
Al analizar el uso de los aseos públicos, el primer grupo de barreras es evidente: las físicas.
Cabinas demasiado estrechas. Puertas imposibles de cerrar sin contorsionismos. Grifos duros. Dispensadores altos o resbaladizos. Secadores que requieren equilibrio. Papel inaccesible. Espacios pensados más para ‘que encajen en el plano’ que para ser realmente utilizables.
Estos detalles, que para muchas personas son pequeñas incomodidades, para otras representan un reto significativo. Pensemos en:
1. Una persona con artritis que no puede presionar un dispensador con fuerza.
2. Una madre o un padre que necesita cambiar a su bebé sin un entorno adecuado.
3. Una persona recién operada que necesita más espacio y movimientos suaves.
4. Una persona mayor que se apoya en superficies que no están pensadas para ello.
Cada uno de estos casos demuestra que los espacios no solo deben ser accesibles en teoría, sino operativos en la práctica.
Las barreras invisibles: las que más afectan y menos se ven
El estudio Tork Insight 2025, realizado en España, arroja un dato crucial: el 95% de las barreras que dificultan el uso de un baño público no se ven. No aparecen en un certificado de discapacidad ni se expresan con un bastón o una silla de ruedas. Están en la piel, en los sentidos, en la mente, en el cuerpo, en la emoción.
Hablamos de:
1. Dermatitis atópica, donde un jabón inadecuado puede causar dolor real.
2. Neurodivergencia, que puede convertir un aroma intenso o un ruido repentino en una experiencia abrumadora.
3. Trastorno obsesivo-compulsivo, donde un entorno sucio genera una angustia desbordante.
4. Paruresis, una condición muy común que impide usar un baño sin la privacidad adecuada.
5. Incontinencia, que demanda discreción, limpieza visible y disponibilidad constante de recursos.
Estas barreras, tan frecuentes como silenciadas, condicionan comportamientos cotidianos: el 16% de los usuarios evita comer o beber para no usar un aseo; uno de cada cuatro deja de visitar un lugar si la experiencia es mala; muchos empleados condicionan su regreso a la oficina según el estado de los baños.
No hablamos solo de sentimientos. Hablamos de participación social, salud física, bienestar emocional y economía: un aseo mal diseñado reduce el tiempo de estancia, baja la satisfacción y disminuye la fidelización.
Tork Insight 2025: cuando los datos hacen visible lo invisible
El estudio Tork Insight 2025 no solo confirma estas realidades: las dimensiona. Entre sus conclusiones destacan tres grandes aprendizajes:
- La magnitud del problema: el 40% de la población tiene una condición que dificulta el uso de los aseos públicos.
- La invisibilidad de la mayoría de las barreras: el 95% no se perciben a simple vista, por lo que el diseño tradicional no las contempla.
- El impacto emocional y de comportamiento: una mala experiencia desencadena cambios concretos: abandonar establecimientos, consumir menos o incluso evitar determinados espacios.
Estos datos ratifican algo esencial: la higiene inclusiva no es un valor añadido; es el mínimo para garantizar bienestar, salud y participación plena en la vida cotidiana.
Un objetivo claro: transformar los aseos en espacios seguros, tranquilos y dignos
Desde Tork, la misión es impulsar un cambio real acerca de cómo se diseñan y gestionan los aseos públicos. Esto implica:
- Sensibilizar al sector.
- Unificar el lenguaje.
- Visibilizar barreras desconocidas.
- Convertir la higiene inclusiva en un criterio estratégico.
Los aseos no son un área secundaria de un negocio: son un punto de contacto crítico. Una extensión de la marca. Una declaración de valores. Un lugar donde un usuario decide si volverá o no.
Soluciones reales para necesidades reales
Para avanzar hacia este modelo, Tork trabaja con un enfoque centrado en el usuario y basado en la evidencia. Esto se traduce en soluciones que responden a la diversidad funcional, sensorial y emocional de las personas:
- Tecnología sin contacto, ideal para quienes buscan seguridad y para quienes tienen movilidad reducida.
- Dispensadores accesibles, accionables sin fuerza y utilizables con una sola mano.
- Entornos sensoriales amables, reduciendo ruidos, olores o estímulos inesperados.
- Jabones aptos para pieles sensibles, dermatológicamente testados.
- Señalética clara y con alto contraste, facilitando la orientación.
- Cabinas amplias y privadas, esenciales para colectivos vulnerables.
Además, proponemos cinco claves esenciales para un aseo verdaderamente inclusivo:
- Sistemas sin contacto o que no requieran fuerza.
- Contrastes visuales entre dispensadores y paredes.
- Reducción de estímulos sensoriales molestos.
- Consumibles respetuosos con pieles sensibles.
- Garantía de recursos básicos y limpieza visible.
Los profesionales de la limpieza: los guardianes invisibles del bienestar
En la visión de la higiene inclusiva, los profesionales de la limpieza no solo son imprescindibles: son protagonistas. Su trabajo define la experiencia final del usuario, la percepción del espacio, la satisfacción del cliente y hasta la salud pública.
Sin embargo, el estudio Tork Insight revela que estos equipos suelen trabajar con limitaciones importantes: recursos escasos, tareas repetitivas y físicamente exigentes, cambios continuos y una presión constante.
Por eso, desde Tork impulsamos herramientas que mejoran su ergonomía, su eficiencia y su bienestar:
- Limpieza basada en datos, que permite saber qué zonas requieren atención en tiempo real.
- Dispensadores de alta capacidad, que reducen recargas innecesarias.
- oallas comprimidas, que aumentan la autonomía operativa.
- Sistemas estandarizados donde una sola llave sirve para todo.
- Embalajes ergonómicos Tork Easy Handling®, que facilitan transporte y reciclaje.
Cuidar a quienes cuidan es la base de un modelo de higiene verdaderamente sostenible.
Un cambio posible… y urgente
Avanzar hacia una higiene inclusiva requiere la participación de todos: administraciones públicas, empresas privadas, gestores de instalaciones, arquitectos, diseñadores, profesionales del facility management y ciudadanía.
Porque un baño accesible, tranquilo y respetuoso no es un detalle. Es un mensaje de igualdad. Una declaración de valores. Una prueba tangible de que la inclusión empieza en lo cotidiano.
Y ahí, en ese detalle aparentemente pequeño, se juega algo muy grande: el tipo de sociedad que queremos construir.



















