La arquitectura, un factor clave en el exposoma

Organizado por el Colegio de Arquitectos de Cataluña junto con AUS (Arquitectura y Sostenibilidad) y GEA (asociación de Estudios Geobiológicos), el Congreso de Arquitectura y Salud ha dejado de ser un espacio sectorial, para abrirse a otros colectivos implicados en la construcción de un entorno residencial y urbano que garantice una calidad de vida óptima y con plenas garantías a sus habitantes.

El programa congresual, además de arquitectos, participaron científicos e investigadores que aportaron una visión crítica de cómo y dónde vivimos. Está claro que el clima juega un papel vital en el comportamiento de las personas, pero especialmente se apuesta por adoptar una actitud resiliente.

No se puede construir de forma universal sin atender a ciertos parámetros que caracterizan cada región. No obstante, está claro, como expuso Juan Bordera, guionista, periodista, activista y diputado en Las Cortes Valencianas, el cambio climático es una realidad y hay que estar preparado para afrontarlo ante factores meteorológicos extremos.

Sin ir más lejos, la DANA que azotó Valencia en octubre de 2024 marcó un antes y un después no solo en la agenda política, sino especialmente sirvió para concienciar a la sociedad. Nuestras acciones tienen consecuencias, así que determinar qué parámetros podemos revertir puede ser un factor importante para desacelerar este cambio. Actitudes frente a la sostenibilidad y la reducción del impacto medioambiental han acelerado este proceso que debería ser determinante en generaciones venideras.

Pese a este período cambiante, existen hábitos que deben calar en la sociedad civil y que pueden mejorar la salud de sus habitantes, indistintamente del tipo de construcción en el que se habite. Para la investigadora de aerobiología y microbiomas ambientales y fundadora de Airlab en SIGlobal, Sofya Pozdniakova, uno de los espacios más contaminantes está en la cocina, foco de enfermedades que pueden derivar en crónicas e, incluso, provocar absentismo laboral. En este sentido, la ventilación es indispensable para mejorar el aire interior.

“La clave está en el control de la humedad, los sistemas de ventilación y los de combustión. Para ello, hay tres estrategias que pueden mejorar la calidad del aire interior: el diseño de espacios favorecería la renovación del aire para reducir la concentración de alérgenos; cambiar los productos de limpieza mejoraría nuestra salud, ya que existen productos altamente contaminantes cuyos volátiles persisten en el aire; y, finalmente, hay materiales constructivos que inciden en nuestra salud y aquí la arquitectura tiene un papel vital”, señaló.

Pero estas costumbres no son nuevas. El doctor arquitecto y director del grupo de investigación Healthy Architecture & City (Universidad de Sevilla), Santiago Quesada, expuso en su sesión ‘La arquitectura como generadora de activos para la salud’ cómo desde principios del siglo XX se publicaron consejos para tener unos buenos hábitos, los mismos que se reforzaron durante la pasada pandemia de covid.

“La salud no solo es la ausencia de enfermedad, sino el estado de bienestar total físico, mental y social”, comentó. Y, en este sentido, la edificación ha vivido un proceso de transformación, donde el diseño ha dejado atrás las construcciones como factorías, para introducir desde la fase de diseño el componente emocional, sobre todo, en centros hospitalarios. Para ello, Quesada expuso varios factores clave como el enfoque salutogénico y emplear activos que eviten factores de riesgo. Pero también a atender a parámetros cognitivos, fisiológicos, sensoriales… aportando valor y significado a los edificios.

Así, la arquitectura se adapta a las necesidades de las personas, en su sentido holístico, aunando sostenibilidad y fomento de las relaciones sociales. Pero también es importante entender qué fundamentos tiene este nuevo paradigma de arquitectura saludable y desarrollar una normativa para el pleno cumplimiento.

“Como comentaba Aaron Antonosky no solo hay que resolver efectos patogénicos de lugares insalubres, sino aspecto que permitan fomentar y/o construir un ambiente más sano y saludable”, añadía Quesada.

Los materiales constructivos inciden directamente en el estado de bienestar de las personas que habitan en edificios y espacios urbanos. Pero conocer la materia puede permitir su desarrollo para transformarlo en un nuevo producto menos contaminante. Este fue uno de los temas que Robert Thomson, director científico de Materfad, mostró durante su ponencia. De hecho, en el Centro de Materiales de Barcelona existen más de 1.650 referencias y algunos de estos materiales pueden tener una nueva utilidad si se conoce su composición.

De hecho, Thomson mostró algunos de estos materiales como, por ejemplo, un tipo de cemento. “El cemento depende de su estructura, que es caótica y cristalizada, pero podemos obtener otros tipos de cemento”. Otro de los casos es la espuma de vidrio, que presenta unas prestaciones mejoradas en términos de peso y resistencia. “Existen materiales que pueden ser reciclables y ofrecen alternativas innovadoras en el campo de la construcción como los tetrabicks”. La alteración molecular conlleva un proceso de investigación y desarrollo, pero se posiciona como una alternativa a los materiales constructivos tradicionales.

Incluso el cabello humano puede ser un buen elemento para germinar semillas o aplicarse como fertilizante. “Hay materiales que, si sigues la locura, creas nuevas soluciones inimaginables, pero hay que creer”.

En ocasiones no es el propio material el que interviene en el exposoma químico, sino los aditivos que contiene. Este es el caso de los retardantes de llama, como expuso Laia Haurie, profesora agregada al departamento de tecnología de la arquitectura y directora del laboratorio del fuego del EPSEB-UPC.

“Desarrollar un material que queme menos y su mecanismo de acción y naturaleza es diversa y esto va a tener consecuencias en aspectos como salud, medio ambiente…”, comentó.

Pero estos retardantes también se filtran durante el proceso industrial “en el aire, el agua o el suelo, pero también durante su uso y en el fin de vida también puede haber mayor exposición de los productos con retardantes de llama. La clave estaría en saber cómo ignifugan estos materiales y que exista un compromiso para que el secreto industrial no merme la información al consumidor”, añadió.

De hecho, con los plásticos ya existe una ‘cruzada’ al respecto, aunque, como ya se ha analizado en varios estudios recientes, los efectos de los micro y nanoplásticos en nuestra vida diaria son una realidad. Así lo relató Alba Hernández Bonilla, directora del Departamento de Genética y Microbiología y del Grupo de Mutagénesis de la UAB: “Los plásticos han revolucionado nuestro modo de vida y forman parte de las energías renovables, embalajes en la comida para que dure más tiempo, las curas asociadas a salud y en la construcción y arquitectura. De estos aspectos positivos hay un salto que nos hemos perdido en el camino porque producimos muchas toneladas y la mayoría es plástico de un solo uso. Al ritmo de consumo y crecimiento actual la producción se va a doblar y, como resultado, como se recicla poco, se contamina el medio ambiente”.

Pero este impacto también puede incidir en nuestra salud, ya que llega a nuestro organismo a través de los sedimientos en el agua dulce, por ejemplo, entrando en la cadena trófica.

En paralelo, existe una tendencia de reciclar este material plástico y emplearlo en construcción, pero ¿es positivo?: “Se tiende a pensar que será más seguro para las personas y el medio ambiente, pero algunos son igual o más tóxicos que los plásticos convencionales, ya que algunos bioplásticos van hiperadobados con otros elementos igual o más tóxicos”.

Se ha demostrado que factores externos influyen en la salud de las personas. De ahí surge la idea de Bioclimatismo. Para Fabián López, doctor arquitecto y profesor del ETSAV UPC “el Bioclimatismo es aprovechar los recursos y entender el clima y el entorno”.

La descabonización forma parte de una estrategia eficaz para comprender mejor el Bioclimatismo. Si se comprende mejor el clima, se pueden adoptar estrategias que permitan reducir el CO₂.

Una de estas estrategias es el proyecto ‘Escuelas + ventiladas’ que pretende medir el confort interior, a partir de la calidad del aire interior, sin necesidad de usar aire acondicionado.

Los campos electromagnéticos es otro de los temas clave que puede incidir directamente en la salud. La doctora en ingeniería biomédica por la UPM, Isabel López de Mingo, mostraba que “continuamente estamos expuestos a baja frecuencia, como en las viviendas, o a alta frecuencia en antenas exteriores. En los últimos años, existe un crecimiento exponencial de la tecnología que provoca que estemos sometidos a una tasa de exposición por radiación las 24 horas al día”, reconocía.

La clave está en la regulación normativa y en controlar de forma personal esta radiación, sobre todo, en el interior de los hogares con acciones tan sencillas como desenchufar aparatos electrónicos cuando no se use, e incluso apagar el wifi en espacios de reposición de la salud como en los dormitorios.

El objetivo es evitar patologías como el edificio enfermo y su incidencia en la sensibilización de las personas como relató Jose Alegre Martín, doctor, profesor universitario y referente internacional en el Síndrome de la Fatiga Crónica.

Pero el estado emocional de las personas es también salud y reconectar con la naturaleza, como una vuelta a los orígenes del ser humano, es uno de los aspectos que expuso Rocío Cota, arquitecta, diseñadora textil y educadora en diseño para la sostenibilidad y el decrecimiento.”El ser humano debe volver a la vida de suficiencia y a la vida simple, reconectando con la naturaleza”. Este decrecimiento se traduce en aplicar en la arquitectura lo imprescindible y lo necesario, reutilizando los edificios.

¡Qué importancia está adquiriendo la naturaleza en la arquitectura! Miriam García, doctora arquitecta, urbanista y paisajista, socia fundadora de Landlab, reconocía que “hay una necesidad y una urgencia no solo por lo que nos hace sentir la naturaleza, sino que somos seres ecodependientes”.

Y conscientes de los efectos que está provocando el cambio climático existe una tendencia colectiva en regenerar el medio ambiente y frenar los efectos devastadores que el clima extremo está provocando en las ciudades actuales. “Hay que sustituir las infraestructuras grises de las ciudades por infraestructuras verdes y azules. Existe una urgencia y necesidad de poder seguir cohabitando este planeta”, añadió apostando por el diseño bioclimático.

Hacia esta misma dirección apuntaba Itziar González Virós, arquitecta social experta en cooperación ciudadana, trabajar con las personas que lo deben habitar, consultar, preguntar y, en definitiva, cooperar para construir según las necesidades de cada comunidad.

Todo ello, con una idea generalizada que hay que cambiar las reglas del juego y aportar una visión transversal desde la fase de diseño, para construir de forma más amable, resiliente, sostenible y, especialmente, de forma saludable, porque no hay que perder de vista para quien se construye: las personas.

“No tenemos que esperar a que pase, el poder lo tenemos nosotros. Tenemos potencial y hay que defensar nuestra profesión mediante la introducción de estas variables”, reconocía la arquitecta Sonia Hernández Montaño, coordinadora de Arquitectura y Salud del COAC, durante el cierre de la jornada.