Vivienda: fin de ciclo

Cuando se cita en público la palabra vivienda uno tiene cada vez más la sensación que nos hallamos ante el fin de un ciclo. Cada vez son más las noticias que constatan que la vivienda se va a construir probablemente de manera distinta, en otras ubicaciones, con otra financiación, con otro uso previsto: nuevos modelos de familia y organización social; la habitabilidad de la vivienda actual refleja una normativa del siglo pasado, lo cual limita la diversidad de espacios habitacionales que la nueva estructura social demanda. Vaya, que la vivienda se va a reperfilar sustancialmente tanto como bien de uso como bien de cambio en el mercado inmobiliario.

El futuro perfila una vivienda de alquiler más profesionalizada, ubicada cerca de los grandes ejes del transporte público, construida con una actitud plena de sostenibilidad y protegida de cualquier especulación. Disponer de una vivienda asequible, eficiente y de bajo impacto ambiental será condición para una economía equilibrada y con capacidad de competir. El estrés que ahora sufren los ciudadanos que buscan vivienda lastra innecesariamente los bolsillos y el bienestar de las personas.

¿Cómo dar un giro de volante a esta situación? Probablemente, replanteando muchos aspectos, tal como sucedió en el S.XIX con los ensanches de renta o en el S.XX con los pisos hipotecados. Pero en cualquier caso se precisa de mucho capital para invertir, capital que no está actualmente disponible en manos de la Administración ni de las clases que demandan vivienda.

El capital al servicio de esta gran tarea ya no puede venir principalmente del sistema bancario, transitando por la fórmula hipotecaria, la cual ha quedado minorizada y obsoleta tras las últimas crisis de solvencia de la propia banca y de sus clientes.

El capital que exige la sostenibilidad es un capital a largo plazo, persistente y estable. A corto plazo la sostenibilidad no es aún negocio.

El capital que exige la vivienda, como una infraestructura de país equiparable a la salud o la educación, es un capital sistémico y con vocación de permanecer en el sector, reinvirtiendo sus beneficios que no plusvalías.

El fondo que agrupe este capital debe de atraer el actual patrimonio invertido en el alquiler minorista que se siente atribulado al ser criminalizado por la nueva legislación; no se puede permanecer expectante a que este capital permanezca inactivo o se mude a otros sectores al sentir socavada su seguridad jurídica.

El fondo que agrupe este capital debe ser puesto al servicio de operadores profesionales (ni especuladores a corto plazo ni minoristas inexpertos), con visión de gestión de la habitabilidad de las personas residentes.

A los técnicos y constructores nos gustaría soñar que nuestra administración pública es capaz de trazar, de forma consensuada e inteligente, este nuevo marco económico donde debe transitar ágil, segura, sostenible y eficiente la nueva vivienda del S.XXI, dejando a los impuestos que esta genere para colaborar con un estado del bienestar a punto de zozobrar por la presión de la inmigración y el envejecimiento galopantes. Técnicos y constructores esperamos ponernos al servicio de Sociedades de Vivienda Colectiva, financiadas a largo plazo, con visión de futuro, preocupadas por el mantenimiento y la mejora del servicio a su cliente: el residente.