Las nuevas Bodegas Perelada han sido diseñadas por RCR Arquitectes
El templo del vino
Las nuevas Bodegas Perelada son una oda a la arquitectura. Un edificio que ha madurado con el tiempo, para convertirse en un auténtico templo del vino y del cava. Un espacio que enaltece la industria agrícola, pero también invita a descubrir la historia de una familia, una tradición y una cultura. Situada junto a los campos de viñedos y junto a una edificación rural de aires palaciegos, se trata de una propuesta valiente para integrarse en un entorno natural de gran valor enológico. Un diseño que contribuye directamente a mejorar la producción vitivinícola con DO Empordà y que lleva la firma de RCR Arquitectes, Premio Pritzker 2017.

Panorámica de las nuevas Bodegas Perelada, cuyo proyecto integra la nueva zona de producción de sus aclamados vinos y cavas, pero también la rehabilitación de la antigua granja.
Fue en 1998 cuando Javier Suqué Mateu tuvo un sueño que compartió con RCR Arquitectes, aunque el proyecto no empezó a gestarse hasta 2003 y no ha sido hasta una década después cuando ya es una realidad. Las nuevas Bodegas Perelada se han convertido en todo un referente de la industria vitivinícola pero, sobre todo, se ha convertido en la primera bodega del mundo en obtener la certificación LEED Gold. Una apuesta valiente por perpetuar la historia y el legado de la familia, haciendo partícipe a la propia tierra, como una alegoría del que todo emana, para narrar el principio del todo.
Y en esta nueva bodega, la arquitectura debía cumplir con una doble función: mejorar la producción de los vinos y convertirse en un espacio de visita. Así, este nuevo edificio se concibe como un volumen ligado a la topografía del terreno, quedando todo él integrado y conformando un nuevo paisaje. Un ambicioso proyecto que también ha contemplado la rehabilitación de la antigua finca.

La visita a Perelada se inicia con un laberinto inmersivo con varias zonas donde se relata la historia de la compañía. En la imagen de la derecha el arquitecto Rafael Aranda (RCR Arquitectes) en una de las proyecciones de este espacio sensorial.
Pero, sobre todo, el edificio debe explicar la historia de la compañía y hacer partícipes de este legado a sus visitantes. De ahí surge la idea del laberinto inmersivo con el que se inicia un recorrido experiencial por la bodega. Un espacio único, cuya iluminación juega un papel predominante. Es a través de varias proyecciones donde se desgranan aspectos clave como las cepas, el trabajo y el esfuerzo, la biodiversidad, el clima y la finca Garbet donde confluye mar y montaña.
El objetivo es ofrecer una primera impresión de lo que es Perelada donde modernidad y tradición se unen para ofrecer productos únicos. De hecho, la construcción debe ser también un elemento clave que contribuya a mejorar la productividad de sus vinos y cavas.
Para ello, RCR Arquitectes ha concebido el espacio como un templo, que se mimetiza con la propia naturaleza que rodea la bodega, y un uso responsable tanto de los recursos y materiales empleados para su construcción, como la distribución espacial. Este es el resultado de 15 años de aprendizaje, conocimiento y amistad con el equipo técnico de la compañía, especialmente, con el enólogo Delfí Sanahuja. “Se construye para las personas y la arquitectura debe dar respuesta a sus necesidades de forma funcional y visitable”, reconoce Rafael Aranda (RCR Arquitectes).

Premio Pritzker
El diseño de las nuevas Bodegas Perelada se gestó en 2003, aunque hasta 2022 no se inauguraron, meses antes del centenario de la compañía. Durante este período de tiempo se han sucedido varias efemérides como la crisis del 2008 que afectó, especialmente, al sector de la construcción, o la pandemia por covid de 2020. Pero, sobre todo, durante este período se vivió uno de los momentos más importantes en la carrera de RCR Arquitectes: el Premio Pritzker en 2017.
Este estudio de arquitectura surgido en Olot está compuesto por Rafael Aranda, Carme Pigem y Ramon Vilalta que no conciben la arquitectura sin la naturaleza, a imagen y semejanza de cómo se construía de forma ancestral. Un lenguaje poético y romántico que ensalza la belleza de las edificaciones sin perder de vista a las personas que deben disfrutar de este diseño que roza lo onírico.
Así, las visitas a la bodega transcurren por la cota 1, mientras que la producción se sitúa en cota 0, para preservar su proceso de envejecimiento. Miles de botellas que reposan en unas condiciones excelentes. Y es que el diseño, además de ofrecer una belleza estética, cumple una función productiva en términos espaciales (para garantizar capacidad de almacenaje), de temperatura (con una humedad controlada entre 14 y 15 grados todo el año) y un orden donde priman las estancias amplias y de gran altura, sin interrupciones visuales como las climatizaciones. Todo tiene un orden arquitectónico.

Pero es que, además, la maquinaria que se emplea en el proceso de producción está predeterminada desde el inicio del diseño donde “todo está medido y calculado”. No se deja nada al azar para que el edificio acompañe y forme parte de este discurso narrativo y contexto histórico. Para ello, el uso del BIM ha permitido visualizar los volúmenes, pasadizos, huecos… que se han diseñado para la producción vitivinícola.

Efecto wow
Se trata de más de 17.500 m2 de una construcción que se encuentra bajo tierra, escondida, sin pretender interferir en el entorno natural en el que se encuentra porque “la arquitectura debe conseguir una atmósfera y no ser solo una fachada. No se puede competir con la naturaleza”, añade Rafael Aranda. En su interior, laberintos de salas que se han concebido para ser flexibles y adaptarse a la realidad productiva. Dimensiones que pueden alcanzar los 2.500 m2 sin pilares, donde una especie de galerías laterales hacen las funciones de zonas de paso de comunicaciones internas entre las distintas salas, pero también para ocultar las instalaciones, creando espacios limpios.

Las barricas reposan en espacios tenues para que puedan ofrecer un producto de la más alta calidad. Para ello se apuesta por la construcción vernacular, ya que el aprendizaje ancestral permite optimizar los recursos y combinar los materiales para conseguir un edificio sostenible y eficiente.
Así, en las nuevas Bodegas Perelada destaca el uso del hormigón meramente funcional, sin ornamentos. La madera y el acero también se combinan para mejorar la arquitectura y permitir la creación de estancias elevadas donde prima la regulación de la temperatura, haciendo una oda a la artesanía a las cualidades de este oficio.
La clave está en la suma de espacios de esta bodega que cuenta con diferentes cualidades y características, ya que se ha buscado una secuencia lineal entre las tres unidades funcionales, dependiendo de sus características espaciales e higrométricas: la nave de depósitos cilíndricos de acero inoxidable donde se produce la fermentación, estabilización y homogeneización; la sala de barricas y la zona de almacenaje y expedición de botellas.

La producción de vino ya es en sí misma una experiencia casi mística, en el que múltiples factores inciden en el correcto envejecimiento de los caldos. Pero explicar todo este proceso a través de la arquitectura ha sido uno de los grandes retos de este proyecto. Por este motivo, RCR Arquitectes, que solo había diseñado una pequeña bodega en Palamós, tuvo que trabajar intensamente con el equipo técnico de la bodega y conocer todo el proceso productivo para comprender cuáles eran las necesidades de la propia familia. El resultado es un edificio imponente, majestuoso y espectacular que brinda toda la funcionalidad que requiere la industria agrícola, que ha supuesto una inversión de más de 40 millones de euros. Pero también ha permitido forjar una amistad que perdura, tras 15 años de intenso trabajo y desarrollo de un proyecto singular.

Delfí Sanahuja (Perelada) y Rafael Aranda (RCR Arquitectes) han trabajado conjuntamente durante 15 años en el diseño de la nueva bodega de la compañía.
Aprovechando las características propias de la zona, en el nivel del patio de la granja existente se sitúa la recepción de la uva, que se deposita por gravedad. A partir de esta cota se desciende por los distintos niveles de trabajo. La conformación y las características de los espacios responden a los usos y funciones que se deben desarrollar, cuya funcionalidad debe contribuir a mejorar el proceso de producción, sin renunciar a la excelencia arquitectónica ya que, sin lugar a dudas, entrar en esta bodega es como acceder al interior de una construcción egipcia.

Y se hace una alegoría de las construcciones tradicionales en el empleo de materiales de proximidad, como las piedras que colman la cubierta de esta bodega y que actúan para potenciar el sistema hídrico, así como la recogida de aguas pluviales para mejorar el riego de los propios campos de cultivo adyacentes. O el uso de la arena compactada como pavimento en las áreas de tránsito exterior, para contribuir a su durabilidad respecto a otros materiales menos resistentes y sostenibles.

Rehabilitación de la granja
En paralelo a la construcción de las nuevas bodegas se ha trabajado en la rehabilitación y recuperación de la finca existente. Se trata de la granja que proyectó Adolf Florensa en 1941. Con el objetivo de perpetuar su historia, RCR Arquitectes realizó un intenso trabajo por recuperar el máximo de materiales y aprovechar el valor añadido de la construcción existente, con la mínima intervención posible, perpetuando su esencia, sin destruir nada que no deba ser destruido o sustituido.

Con esto, la bodega enterrada surge como una continuación de la tierra, pero la granja se convierte en un mirador excepcional sobre el paisaje, donde convergen los muros que delimitan esta casa solariega, creando unos volúmenes impactantes, pero respetuoso con el entorno natural.

La experiencia a las Bodegas Perelada se completa con varios espacios polivalentes.

El diseño arquitectónico y la producción agrícola
El nuevo espacio de producción de Perelada es una apuesta valiente por convertirse en un referente del sector, gracias a su arquitectura singular, pero también por desarrollar productos excelsios en la producción de vinos y cavas, como las gama Ex Ex. Este nuevo edificio incide directamente en el desarrollo de estos caldos, así que también se convierte en un laboratorio de investigación por ofrecer productos de gama alta. La disposición de los espacios, la combinación de materiales constructivos y las condiciones hidrográficas y lumínicas son factores que inciden directamente en este proceso.
Pero para alcanzar esta perfección, el proyecto ha sido trabajado durante 15 años. Más de una década de conocimiento, experimentación y, sobre todo amistad. Un trabajo intenso entre Rafael Aranda (RCR Arquitectes) y Delfí Sanahuja (Perelada) que se completó con el diseño del vino del centenario, que se desarrolló coincidiendo con el aniversario de la compañía y que, a través del vino, representara su historia. Una propuesta enológica en la que se pusieron los cinco sentidos y donde además del propio caldo, se desarrolló un packaging ‘ad hoc’ diseñado por RCR.

La experiencia a las Bodegas Perelada se completa con varios espacios polivalentes.
Este espacio de visitas se distingue por distintos usos: sala de proyecciones, laberinto de sensaciones y audiovisuales, pasarelas de visita que discurren sobre los espacios de producción, sala de catas, tienda, wine bar, recepción y zona hospitality.
Con esto, hoy en día las bodegas se convierten en un lugar de visita, degustación y recreo. Así comparten estructura la gran nave con sus grandes tinas, iluminada por lucernarios, en las que se puede apreciar con todo detalle el proceso de elaboración, con toda la zona publica para visitantes. Todo ello alcanza una superficie construida de 19.378 m2, de los cuales 17.520 m2 son de obra nueva y 1.858 m2 de reforma y adecuación de la edificación existente.

Las Bodegas Perelada son las primeras con la certificación LEED Gold.