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“Tenemos la voluntad de que perdure la esencia de RBTA”

Entrevista a Pablo Bofill, de Ricardo Bofill Taller de Arquitectura

Oriol Muntané Raich. Transcripción y edición: José Luis París08/03/2023

Hace poco más de un año, a principios de 2022, desaparecía Ricardo Bofill, figura esencial de la arquitectura barcelonesa y española. Su despacho RBTA, Ricardo Bofill Taller de Arquitectura, destacó desde un principio por sus propuestas innovadoras y rupturistas, sobre todo en el terreno de la vivienda. Además, fue uno de los primeros despachos españoles en obtener el reconocimiento internacional, con proyectos en prácticamente todo el mundo, labor en la que continúa. Para conocer cómo se ha adaptado el Taller a una nueva vida sin la figura de su fundador, hemos hablado con Pablo Bofill, hijo de Ricardo, y con Dimitri Davoise, arquitecto y Project Director de RBTA, quienes nos recibieron en la icónica sede del despacho. En esta entrevista, con pasajes más intimistas que técnicos, uno se da cuenta de la dimensión de un líder cuando su espíritu persiste a pesar de su desaparición.

Se cumple un año del fallecimiento de Ricardo Bofill. ¿Cómo ha sido para RBTA este último año, cómo ha afectado su desaparición?

Pablo Bofill- Por supuesto, él era el marco referente del taller y su ausencia nos ha cambiado. Este año que acaba de pasar ha sido extremadamente duro. Nadie puede prepararse nunca a la muerte de un padre y, a la vez, fundador del despacho, por lo tanto, a todos los que integramos RBTA nos ha afectado, de una u otra manera.

A la vez, su ejemplo ha sido un motor, porque Ricardo murió trabajando, el último día de 2021 que pudo lo hizo durante doce horas y las últimas conversaciones que tuvimos fueron sobre trabajo. Él vivía por este lugar, por el equipo, por el Taller, por lo que no solo ha influenciado, sino que ha sido un motor para tratar de estar a la altura de la exigencia que teníamos.

Como hijo, yo tenía la doble pena, su muerte y la posible desaparición del despacho, porque no estaba nada clara su continuidad. No se había hecho una preparación estratégica -tampoco queríamos hacerla- acerca de cómo iba a funcionar el despacho sin la figura de su creador, cómo se iba a organizar quién iba estar al frente. Más allá de la tristeza y el dolor, había un equipo que estaba trabajando, que había tomado la decisión de juntarse con Ricardo cuando ya era mayor, asumiendo el riesgo de su posible muerte y la desaparición del despacho. En mi caso, tenía la responsabilidad de poder dar una segunda vida a todo el equipo. Por lo tanto, ha sido un año de un gran compromiso. Hemos tenido la suerte de ganar muchos concursos y proyectos y, de alguna forma, de llevar al despacho a una escala que era la que le gustaba a Ricardo y la razón por la que trabajaba.

Pablo Bofill, a la derecha, y Dimitri Davoise, en un instante de la entrevista mantenida con iARQCO
Pablo Bofill, a la derecha, y Dimitri Davoise, en un instante de la entrevista mantenida con iARQCO.

Esta situación que estamos experimentando ahora nunca la habíamos vivido en el Taller, por la magnitud que ha cogido el despacho y la complejidad y calidad de los proyectos que estamos trabajando. Creo que estaría orgulloso y contento por la situación en la que nos encontramos y muy feliz de participar en el Taller tal y como está hoy. Pero a la vez existe un sentimiento de tristeza y frustración por no haberlo vivido dos años antes: ¿por qué hemos tenido que vivir tantas crisis, problemas y falta de trabajo en los diez años que precedieron a su muerte y por qué este momento tan extraordinario justo después?

¿Cómo era trabajar con Ricardo Bofill? Quizás había un funcionamiento muy piramidal, con una figura deslumbrante que marcaba la trayectoria.

PB- Aunque desde fuera pudiera haber esta percepción, no es cierto que fuera así. Ricardo, por supuesto, tenía una mirada sobre todo lo que se hacía en el Taller y dictaba un criterio general, pero también creía en el talento y la inteligencia de sus colaboradores y había cierta libertad.

Dimitri Davoise- Con Ricardo no había una relación piramidal, pero sí que era el punto de referencia del despacho, todo giraba alrededor de él. Teníamos la suerte de tener cada día discusiones sobre arquitectura y al final siempre nos daba una dirección que seguir. Además, teníamos la libertad de aplicar la creatividad y de desarrollar nuestro pensamiento, pero siempre con él como referencia. La forma de trabajar con él se fundamentaba en el diálogo.

¿Qué papel tenía Ricardo Bofill en los proyectos?

PB- Tenía la última palabra y marcaba una dirección. Pero lo que le interesaba más era el proceso intelectual, definir un sistema y dentro de ese sistema el equipo tenía la posibilidad de mostrar sus ideas, afirmar su creatividad o crear debate. Esa exposición de ideas podía empezar con un no y después evolucionar en la reflexión hasta poder imponerlas. Lo que Ricardo no permitía era la facilidad del discurso, esto nos ayudó mucho y lo sigue haciendo constantemente y lo hace presente y vivo. Ricardo sigue siendo un referente para todos nosotros y nos ha transmitido una forma de pensar que hace que tengamos la necesidad de seguirlo. Dentro de esta forma de pensamiento nos inculcó que las ideas no podían ser buenas a la primera, que había que razonarlas y justificarlas, profundizar en ellas, y no a través de palabras, sino mediante realidades. Esto ponía más complejidad al proceso porque nos obligaba a sobrepasarnos, a tratar de llegar al máximo nivel de excelencia posible dentro de nuestras capacidades.

Terminal T1, del Aeroport Josep Tarradellas, de Barcelona. Foto: Gregori Civera
Terminal T1, del Aeroport Josep Tarradellas, de Barcelona. Foto: Gregori Civera.

Por lo que decís era una persona muy asequible y cercana.

PB- Era totalmente asequible para la gente del despacho, siempre estaba dispuesto a confiar en gente muy joven. Por ejemplo, escribió un libro con una persona de 21 años y sus colaboradores más directos empezaron con él cuando tenían menos de 25. La gente joven que llegaba al despacho enseguida podía llegar a tener responsabilidad. En cambio, era muy exigente, por lo que podía ser muy duro y pedir muchos esfuerzos. Ricardo no era una persona de 35 horas semanales, era de esta generación de personas que consideraba que si querías ser buen arquitecto tenías que considerar que la arquitectura estaba sobre todas tus prioridades, pasaba por encima de muchas cosas e implicaba importantes sacrificios personales, porque era una forma de sobrevivir.

Después de la desaparición del fundador, habrá un antes y un después, no tanto en el volumen de trabajo sino en el funcionamiento del despacho.

PB- Para todos aquellos que han conocido lo que era el Taller, evidentemente que sí, porque Ricardo nos enseñó todo lo que estamos haciendo. No existe una voluntad de ruptura, sino de ser capaces de estar a la altura de donde él pensaba que debíamos estar, dentro de una insatisfacción crónica y de una humildad profunda, con la idea que tenemos que reinventarnos constantemente en cuanto a procesos, pensamiento y vocabulario, y pensando que tenemos que seguir una vía que ya está trazada desde hace muchos años.

La línea conductora del despacho está, entonces, trazada.

PB- La línea conductora está basada en el proceso, de forma y de escritura arquitectónica., con la idea que tenemos que reinventarnos constantemente, adaptándonos al lugar en el que estamos, usando elementos del vocabulario y formas de pensar de la arquitectura no perceptibles. Todo esto está tan inculcado dentro de nosotros que seguimos ese camino. No va a haber ningún tipo de revolución, no es un nuevo Taller, hay una continuidad trazada por gente que lo acompañábamos desde hace muchos años, una generación joven, con responsabilidades compartidas durante diez o quince años con Ricardo.

La entrevista con iARQCO se celebró en la sede de RBTA

La entrevista con iARQCO se celebró en la sede de RBTA.

¿Podríamos decir que la esencia perdura?

PB- Me parece muy pretencioso decir que perdura la esencia, porque eso sería un resultado y yo creo más en el proceso que en el resultado. Hay una voluntad de que perdure la esencia, es un matiz diferente pero importante. Somos un equipo que está al frente, con un nivel de compromiso muy alto y un esfuerzo vital muy grande. La suma de los talentos que constituyen y habitan este lugar hace que nos permita afrontar problemáticas cada vez más desconocidas.

La diferencia entre el Taller y otros despachos es que lo que más nos gusta es descubrir una tipología, dar una respuesta a una realidad que no conocemos. Si nos piden afrontar una tipología que nunca hemos hecho, nos encanta poder definirla. No nos gusta repetir, es algo que nos enseñó Ricardo.

Habéis hecho edificios con programas muy diversos. Solo en Barcelona, un teatro, un aeropuerto o viviendas. Entiendo, por lo que has dicho hasta ahora, que el despacho no se especializa en una tipología, al contrario, es una motivación adicional enfrentaros a retos desconocidos para vosotros.

PB- No somos un médico especialista. Tenemos una visión de la arquitectura en la que consideramos que la función es algo que se puede aprender y de lo que se trata es de rodearnos de los mejores para cada función para así absorber el conocimiento de lo que significa el edificio y poder potenciarlo y transformarlo en una visión propia.

No somos arquitectos que vayan a hacer solamente viviendas, aeropuertos o lo que fuere. Nos interesa cambiar, no solo de tipología, sino también en el ámbito geográfico, tener una capacidad de adaptación constante, crónica, incluso enfermiza.

Teatre Nacional de Catalunya, en Barcelona. Foto: Gregori Civera
Teatre Nacional de Catalunya, en Barcelona. Foto: Gregori Civera.

Precisamente, desde el punto de vista geográfico, fuisteis uno de los primeros despachos en internacionalizarse, partiendo desde Barcelona. ¿Seguís este camino?

PB- No es una decisión o una voluntad, el resultado de una estrategia. Sí, por definición estamos internacionalizados, pero porque no estamos construyendo nada en Barcelona ni en Cataluña o España. Tenemos la obligación de ir donde nos llaman y donde consideramos que tenemos una oportunidad de aportar algo. Si tenemos 170 personas que trabajan para el taller, más de 150 lo hacen desde fuera del país.

En estos momentos, geográficamente, ¿hacia dónde os estáis moviendo más?

PB- Tenemos la suerte de estar trabajando en países en transformación, que viven un momento con mucha efervescencia y mucha agitación, donde, como pasó en Barcelona con los Juegos Olímpicos, la arquitectura define el futuro y se considera que se vive hacia lo que vendrá y no hacia la recuperación de una nostalgia acabada.

Estamos trabajando en pocos países, pero con muchos proyectos. Hemos ganado un proyecto de Universidad en Cotonú, la capital de Benín, algo apasionante, porque tenemos que trabajar con materiales nobles y pobres, como ladrillo, tierra batida, barro, bambú y otros tipos de madera, sin aire acondicionado, sin ascensores, , tratando de reinventar una arquitectura humilde africana. Este es uno de los temas que más me interesan en la actualidad.

En Marruecos estamos trabajando en dos campus universitarios, de unos 5.000 estudiantes, uno en Ben Guerir y otro en Rabat. Este último supone un cambio de paradigma para el propio país, porque es la primera universidad de excelencia que hay en Marruecos, con profesores de la diáspora marroquí, europeos y americanos, y con los mejores alumnos de toda África.

Campus universitarios de Rabat (izquierda) y Benguerir, Marruecos. Fotos: Gregori Civera
Campus universitarios de Rabat (izquierda) y Benguerir, Marruecos. Fotos: Gregori Civera.

También tenemos muchos proyectos en Albania, otro país complejo que está construyendo su propio futuro a través de la arquitectura y el arte. Allí estamos trabajando en varios proyectos: una universidad, la restauración de edificios antiguos, dos torres en el centro de Tirana, un ‘master plan’ urbano al sur del país, proyectos culturales, una iglesia que hemos iniciado las últimas semanas o la restauración de una antigua fábrica. Todo tipo de problemáticas que nos interesan mucho.

En Arabia Saudí estamos implicados en distintos ‘giga’ proyectos en varios territorios. De nuevo, lo interesante aquí es la velocidad de transformación de un país. Ganamos un concurso internacional llamado Royal Arts Complex, que implica un museo, un teatro y una universidad de arte en el centro de Riad.

También nos encontramos trabajando en una fundación en Riad, con una reinterpretación de la arquitectectura vernacular Najdi, que rompe con los años en los que se importaba una mala arquitectura americana, volviendo a afirmar la identidad del lugar a través de una arquitectura muy local.

Por último, tenemos la suerte de participar en varios grandes proyectos en Neom, un nuevo territorio al norte de Arabia Saudí, con una extensión similar a la de Bélgica, que estamos tratando de pensar y de afrontar

Royal Arts Complex y Biblioteca Rey Salman, proyectos en Riad. Imágenes: Gregori Civera
Royal Arts Complex y Biblioteca Rey Salman, proyectos en Riad. Imágenes: Gregori Civera.

En los años 60 y 70 este despacho hizo propuestas de convivencia casi utópicas, desde Noisy-le-Grand, a las afueras de París, al edificio Walden 7, en Barcelona, o el Barrio Gaudí de Reus. Este espíritu, ¿se sigue manteniendo?

PB- Sí, es el que va a dictar siempre en el taller. La vivienda económica y social es algo que nos apasiona, como hacer viviendas económicas para estudiantes, a 300 euros el metro cuadrado, en Benín, o en Albania, donde vamos a empezar a trabajar en un módulo de vivienda social. En Arabia Saudita también queremos trabajar en vivienda económica. Aquí hemos tenido la suerte de tener un cliente como Neom que nos ha permitido pensar sobre el resultado de los primeros ensayos de vivienda económica que hubo en el Taller, que se materializaron a través de una teoría que se llamó la ‘Ciudad en el Espacio’. Hemos podido recuperar la identidad de esa idea y tratar de actualizarla con los parámetros de sostenibilidad y del mundo en el que nos encontramos. Por lo tanto, esta idea de convivencia es algo no solo constante, sino necesaria para nuestro propio futuro e identidad.

Edificio Walden 7, en Sant Just Desvern, Barcelona. Foto: Gregori Civera
Edificio Walden 7, en Sant Just Desvern, Barcelona. Foto: Gregori Civera.

Esta es una actitud valiente, porque hay muchos despachos que no se atreverían a asumir ese compromiso y se limitarían a hacer vecindarios exportados de modelos foráneos. ¿Ese ideario os posiciona frente a otras actitudes o despachos mucho más continuistas con la tecnología o con una formalización a nivel global?

PB- Competimos con despachos que tienen un grado muy fuerte de implementación en la sociedad en la que viven. Es decir, un despacho en París, Londres, Nueva York o Tokio ya tiene mucho trabajo que hacer en su ciudad o en su país y, de vez en cuando, hará algún trabajo en el extranjero.

La suerte de tener nuestro centro de actividad -y esto fue una visión de Ricardo- en Barcelona, con un equipo que mayoritariamente viene de fuera, permite que el Taller se convierta para nosotros en nuestra razón de ser y de vivir. Posiblemente, si no fuera porque trabajo en el taller, yo no viviría en Barcelona. El hecho de venir a trabajar y de vivir aquí es porque nos gusta lo que hacemos. En realidad, somos todos extranjeros y serlo en una ciudad donde no tenemos ningún proyecto en ejecución nos obliga, no solo a tener pasión por nuestro trabajo, sino también a sobrevivir, porque no tenemos ninguna seguridad ni garantía de lo que pasará el año siguiente. Hace seis o siete años podíamos encontrarnos en situaciones en las que teníamos trabajo para unos meses. Ahora tenemos la suerte de tener una ‘esperanza de vida’ -una expresión que decía Ricardo- de dos años o dos años y medio.

¿Esto os proporciona unos puntos de vista totalmente diferentes, que os hace proponer soluciones más creativas, más innovadoras, más valientes?

PB- Yo creo que sí, cuando el lenguaje en un despacho es la profesión y no el idioma ni el origen social, cultural o económico, se crea una gran riqueza humana. Mucha de la gente que trabaja aquí ni siquiera son arquitectos, vienen de muchas otras profesiones que aportan a los proyectos otros valores al margen de la arquitectura. Yo mismo, no soy arquitecto. Pero la mezcla de individualidades, de gente que viene de raíces sociales y económicas tan alejadas y que se encuentran en las mismas condiciones en un despacho y en igualdad de pensamiento es una de las mayores satisfacciones de mi vida. En Francia se habla mucho de la meritocracia y de que hay una perpetuación de las élites. Tengo la impresión de que aquí lo hemos conseguido romper. Es algo muy bonito, no solo a nivel humano, sino que repercute en la capacidad que tiene el equipo como individuo de pensar más allá. Además, en el taller no hay una estructura jerárquica que impida el crecimiento individual y la creatividad.

Hace unos años, los ornamentos clásicos formalizaban vuestra arquitectura, pero en vuestras últimas obras han ido desapareciendo, con una formalización mucho más sobria. ¿Es el resultado de una evolución o una característica expresamente definida?

PB- No hablaría de evolución. En la época de la que estamos hablando, el clasicismo implicaba la recuperación de un vocabulario clásico o culto, como decía Ricardo, en contraposición a una arquitectura que se había deshumanizado, había una necesidad de volver a nuestras propias raíces europeas, articulada en calles, plazas y jardines. Todo esto tenía sus bases y raíces en el Renacimiento y en el Clasicismo.

Esta relectura del Clasicismo la hizo el Taller en Francia, concretamente en el proyecto Abraxas, que fue el primero, en un momento en el que había que dar una respuesta concreta a un problema de repetición debido a la prefabricación que existía en ese país en los años 70 y a la necesidad de construir rápido. Hormigón, más repetición, más prefabricación daban un resultado claro, la uniformidad de unos suburbios que, en una gran mayoría, eran el resultado de la vulgarización de un principio, convirtiéndose en la repetición infinita de un mismo módulo.

Abraxas, en Marne La Vallée. Foto: Gregori Civera
Abraxas, en Marne La Vallée. Foto: Gregori Civera.

Destacan aquí tres ensayos concretos: Abraxas, en Marne La Vallée; Les Arcades du Lac y les Temples Du Lac, en Saint-Quentin-en Yvelines, y Cergy-Pontoise, en Le Ville Nouvelle, donde se consigue un hormigón prefabricado blanco como sistema de repetición y como una respuesta al Clasicismo. Después de todo esto hay alguna obra concreta fuera de la vivienda social, como el Teatre Nacional de Catalunya, la torre 77 West Wacker, en Chicago o el INEF en Barcelona, donde, del resultado de la investigación, se aplica un vocabulario arquitectónico clásico a una realidad.

En el Taller no tenemos la vocación de repetir lo que sabemos hacer o nuestros propios errores. Ricardo decía que todos los proyectos son un error y que de todos se aprendía algo de lo que no debía repetirse, lo que le interesaba era la capacidad de reinvención y de poder seguir aportando creatividad a su propia obra.

Entonces, no diría que podamos hablar de transformación del clasicismo hacia una formalización más sobria, sino que es un ciclo que terminó, pero que no tiene por qué estar totalmente cerrado. Si tenemos la posibilidad de hacer un proyecto totalmente clásico, de volver a estudiar el clasicismo y de aportar una respuesta clásica a una realidad urbana estaremos encantados y será un desafío más.

Les Arcades du Lac, en Saint-Quentin-en Yvelines. Foto: Gregori Civera
Les Arcades du Lac, en Saint-Quentin-en Yvelines. Foto: Gregori Civera.

Hay dos edificios de viviendas en Barcelona que ya desde mi etapa de estudiante me fascinaron, especialmente el de Juan Sebastián Bach 28, por su planta y por las soluciones empleadas en la fachada, con las celosías para el control de la radiación solar y las persianas correderas. Es un lenguaje de un edificio que podría hacerse hoy, sin embargo, dejó de hacerse. ¿Creéis que Ricardo Bofill desarrolló o aportó un lenguaje barcelonés a la arquitectura residencial que se ha hecho luego?

PB- Este edificio, el de Bach 4 y el de los apartamentos de la calle Nicaragua marcan el final de una época para Ricardo, porque son tres proyectos que realizó con su padre, que también era arquitecto y constructor. Mi abuelo, Emilio Bofill, era capaz de poder desarrollar los detalles constructivos de muchos arquitectos barceloneses. A diferencia de su padre, Ricardo quiso cambiar de escala, su padre hacía edificios y él quiso hacer ciudades, ese era su sueño.

Estos tres proyectos no forman solo parte del ADN del Taller, son tres de los proyectos más interesantes que se han hecho en esta casa, autorreferencias absolutas.

Este proyecto no se ha repetido porque no hemos tenido la posibilidad de volver a hacer un edificio de viviendas en Barcelona y porque no nos gusta repetir. El proceso y la planta me los conozco de memoria y el resultado arquitectónico, no solo me emociona, me gusta y me interesa, sino que además es una solución muy pertinente que se ha convertido en un referente arquitectónico en cuanto a cómo solucionar una planta entre dos medianeras, con un patio angosto y complicado. Al principio hubo muchas críticas acerca de la opacidad de la fachada, que la ventana no iba en la dirección que sería lógica y que no seguía la imagen de la fachada del edificio vecino, con una cuadrícula y una planta más clara. Es un proyecto muy relevante y un autorreferente para todos nosotros.

Edificio de viviendas en calle Joan Sebastian Bach, 28, Barcelona. Foto: Gregori Civera
Edificio de viviendas en calle Joan Sebastian Bach, 28, Barcelona. Foto: Gregori Civera.

Estos edificios tenían una gran suerte en esta época, que se puede ampliar a los proyectos del Barrio Gaudí o el Walden 7 o los trabajos de Calpe y el proyecto Kafka de Sitges: el constructor era familiar. Es muy distinto imponer tu criterio a un constructor de tu familia que imponerlo a un promotor que desiste de poner un material prescrito para inclinarse por otras soluciones que creen que serán las que tendrán mejor aceptación por parte del cliente. El razonamiento tan primitivo y absurdo que existe en el mundo inmobiliario en España no nos permite, como arquitectos, imponer nuestro criterio. La lucha que existe en España entre clientes y arquitectos lleva a casi la desaparición de estos, porque muchas promotoras tienen un modelo de vivienda que replican como bloques soviéticos, independientemente de la ubicación del edificio.

Los casos de las viviendas de las que hablábamos son lo contrario. Aquí impera la creatividad, la capacidad de exponer tus ideas, que es lo que permite al arquitecto llegar hasta el final en su proyecto y que el mercado se acomode a tu idea. Esta arquitectura se puede hacer cuando el arquitecto tiene poder frente a su cliente, algo que no siempre pasa.

Apartamentos en calle Nicaragua, Barcelona. Foto: Gregori Civera
Apartamentos en calle Nicaragua, Barcelona. Foto: Gregori Civera.

Después de la experiencia de Ricardo con su padre, tratamos de proponer en España algunos proyectos en el mundo de la vivienda, pero por regla general han salido mal, no hemos sido capaces de defender suficientemente nuestras ideas hasta la construcción. Eso no significa que no veamos arquitecturas interesantes de otros arquitectos que sí que lo consiguen. Para nosotros es una asignatura que tenemos pendiente, hace tiempo que no hacemos viviendas interesantes en el despacho, ya sean sociales o de lujo, no solo en España.

Así, estos tres edificios responden a un doble factor, la experiencia de mi abuelo y el talento y creatividad de Ricardo Bofill y su equipo. Era un momento en el que se intentaba aportar una revolución, donde se unen esos dos mundos, uno muy racional y seguro y el otro con ganas de ser rupturista y revolucionario, influenciado por el deseo de ruptura política del momento, una realidad mental que se aplicaba a la arquitectura.

Yo añadiría una experiencia cultural y de las herramientas arquitectónicas clásicas o tradicionales.

PB- Por supuesto, y la ventaja de estar en un momento donde en España existía la artesanía y los mejores artesanos del mundo, que en gran parte han desaparecido, y donde no se concebía la industrialización y la repetición. Ricardo siempre decía que obras así no se podrían volver a hacer, porque la gente que pasó sus días, sus noches y sus fines de semana para construir esto ya no los tenemos a nuestra disposición, gente que daba su vida y que consideraba que participar en un proyecto era crear una obra de arte que iba a transformar su propia existencia, teniendo un reconocimiento social y como formación de su identidad. Participar en esta obra no era un trabajo, era una forma de constitución del propio individuo.

Entonces, en este contexto, ¿dónde queda la arquitectura?

PB- Es interesante saber que los arquitectos buenos que hay en este país no son los que construyen. En Barcelona hay dos arquitectos que admiro profundamente. Uno es Fabrizio Barozzi, para mí un grandísimo arquitecto que tiene su despacho en Barcelona, con arquitectos catalanes, pero que casi no trabaja en España. Un talento universal en Barcelona, reconocido en el mundo entero, pero que aquí no tiene reconocimiento. El otro estudio de arquitectura que admiro es Arquitectura G. Son arquitectos reconocidos en todo el mundo, pero que no trabajan con ningún promotor en la vivienda.

Por regla general, el campo de la vivienda está abandonado de los buenos arquitectos. Mayoritariamente, el talento arquitectónico no se expresa en la vivienda porque ya no tiene capacidad de expresión, todo está normatizado y es el resultado de una demanda. Una vez vinieron aquí unos promotores que, solo empezar la reunión, nos dijeron que la arquitectura solo interesa al 4% de los compradores, los arquitectos no teníamos nada que decir. Con este argumentario, está todo dicho, los arquitectos, ahora mismo, hemos perdido la razón de fuerza frente al promotor.

Que de vez en cuando surja una vivienda interesante, que sea el fruto de una voluntad o de un talento de un arquitecto extraordinario es posible, pero es una excepción, no estamos en una época de debate inteligente arquitectónico sobre la vivienda.

Les Colonnes St. Cristophe, en Cergy-Pontoise, Le Ville Nouvelle. Foto: Gregori Civera
Les Colonnes St. Cristophe, en Cergy-Pontoise, Le Ville Nouvelle. Foto: Gregori Civera.

Sin embargo, desde la nueva industrialización al uso de los paneles de madera, ha aparecido una formalización de nuevas distribuciones interiores que me parece interesante, y probablemente no es una corriente tan mayoritaria.

PB- Lo es, pero esto es arquitectura, es pensamiento. Pero respecto al número total de vivienda en construcción sigue siendo un epifenómeno minoritario. No digo que no haya viviendas en construcción interesantes o procesos constructivos revolucionarios que se están aplicando de una forma brillante, sino que la figura del arquitecto se encuentra en un momento en el que ha perdido mucho peso en España. Aeropuertos, estaciones de tren, campos de fútbol, ya no los están haciendo arquitectos. Me pregunto por qué el Estado sigue financiando facultades de arquitectura si después el arquitecto no puede trabajar como tal.

Hoy, los arquitectos buenos tienen que trabajar desde su intimidad, con proyectos con una escala más pequeña y con un cliente que los entiende.

Y, en cambio exportamos arquitectos, con lo que la formación es buena.

PB- Por supuesto. Y no solo exportamos, si vamos a los grandes despachos en Londres o en París, el contingente de arquitectos españoles es enorme, incluso con responsabilidades, porque la formación es excelente. El problema no es de formación, es de vínculo entre la formación y tener un Estado, un sistema y una mentalidad que defienda esa excelencia de la formación apostando por los arquitectos, no por las constructoras.

Hace años, muchos jefes de estado o de gobierno consideraban que el cambio se trazaba desde la arquitectura, que estaba en el centro. ¿Cuántas veces hemos visto, independientemente de las preferencias políticas de cada uno, a un presidente del Gobierno o de Autonomía o municipios debatiendo con arquitectos sobre qué hay que hacer con la vivienda en España?

Es mucho más complicado controlar tu territorio si estás en manos de financieros que consideran la arquitectura humana un producto. Y nadie se está enfrentando a esta problemática. Los arquitectos hemos abandonado esta batalla y a las Administraciones no les interesa seguirnos.

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