La ‘Villa Icaria’, en Sacedón, recibió el Premio COACM de Arquitectura de Obra Nueva Vivienda
En la reciente entrega de los Premios de Arquitectura y Urbanismo, convocada por el Colegio de Arquitectos de Castilla-La Mancha (COACM), el premio de Arquitectura, en el apartado de Obra Nueva Vivienda, fue para una casa construida en 2020, en la localidad ribereña de Sacedón, en Guadalajara. Lleva por nombre 'Villa Icaria' y su proyecto lo firma el matrimonio de arquitectos de Fernando Orte y Cristina Manene, a los que se une el tercer arquitecto del estudio 'Al Descubierto', Omar Miranda. El jurado estimaba, en la fundamentación del premio, una buena adaptación contemporánea de la arquitectura vernácula y la utilización constructiva de los materiales locales.
Supieron de la convocatoria de estos primeros premios de Arquitectura y Urbanismo convocados por el COACM, por la página web del Colegio. “Para un estudio pequeño, como el nuestro, que no tiene muy a menudo la oportunidad de recibir galardones de este estilo, fue muy ilusionante recibirlo”, reconoce Fernando Orte. El arquitecto desconocía la prolongada ausencia que en la región había de unos premios de Arquitectura, pero “siguiendo las intervenciones del resto de premiados, percibimos que su recuperación era más que necesaria” añadía.
La ‘Villa Icaria’ es una casa que los arquitectos han construido para ellos mismos. Pese a haber ejecutado otras viviendas en la zona, se decantaron por presentar a concurso su propio proyecto, porque “hemos tenido libertad absoluta para proyectar y terminar las cosas según nuestro criterio”, explica.
La residencia, recordando la propuesta utópica de Étienne Cabet, busca establecer una nueva relación entre campo y ciudad, creando un lugar de encuentro, una oportunidad para llenar de nuevo el medio rural con las actividades urbanas contemporáneas. Sus volúmenes se entrelazan con la naturaleza a orillas del Tajo. Sus sólidos y cavidades describen esa doble cualidad. La piedra, el organicismo rural y la sombra dan paso al vidrio, la luz y el espacio sincrónico.
El lugar en el que se emplaza la Villa Icaria disfruta de unas visitas privilegiadas del paisaje fluvial. Aprovecharlas, integrarlas en el diseño, ha sido una de las claves del proyecto. “Hemos intentado que el proyecto se adapte a nuestra idea flexible de vivienda, en la que podemos estar solos, o convivir con cuatro familias con niños sin que la casa se resienta en absoluto; muy al contrario, Villa Icaria se adapta a cualquier circunstancia”, explica Fernando.
En el plano de las sensaciones, de lo que aporta llegar a un sitio, y la relación que en él se crea con el entorno, la planta del edificio despliega dos abrazos, a quien llega y a quien habita, generando un pequeño pueblo articulado en torno a dos patios-plazas.
El primero es el de acceso. “A la llegada, te recoge, como un abrazo materno”, describe gráficamente Orte. El otro, que se abre al sur, al paisaje y al agua, es el patio estancial, ya relacionado con el jardín y la piscina.
Los volúmenes de los patios alternan espacios interiores de dos tipos: aquellos que son atravesados por el paisaje y los que se resguardan en el interior de los volúmenes pétreos, capturando fragmentos visuales.
Toda la construcción es obra de albañiles locales y se han primado los materiales del lugar en esta vuelta a lo esencial. Los acabados son brutos: las bovedillas vistas de hormigón, los enfoscados rústicos de las paredes interiores y los suelos de hormigón pulido conectando con las lógicas de lo rural. Las habitaciones, en cambio, están concebidas como módulos interconectados a través de un pasillo vertebrador, que forma el patio. Sin embargo, cada una de ellas conserva su independencia del resto de la casa.
“Hemos intentado, sobre todo en dos puntos clave, que el edificio sea permeable al paisaje”, añade Orte. “Hay muchos meses al año en los que no hace demasiado frío ni demasiado calor en el lugar, por lo que la casa queda abierta de par en par, comedor y vestíbulo, no habiendo una diferencia clara entre lo que es interior y exterior en la vivienda”.
Este galardón abría la gala de los I Premios de Arquitectura y Urbanismo de Castilla-La Mancha organizados por el COACM, recién recuperados para la región, en un evento que además distinguió la trayectoria vital de Rafael Moneo. Villa Icaria había logrado, previamente, la distinción concedida por el Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid.