La instalación efímera ‘La Padrina y las pertenencias de la domesticidad’ construye una escena costumbrista con mobiliario de época
Xevi Bayona imagina un Mies van der Rohe del revés
¿Te imaginas entrar al pabellón Mies van der Rohe y que parezca un hogar? Y lo que parece más surrealista, ¿que el mobiliario esté suspendido del techo? Pues se ha convertido en realidad, gracia a la instalación efímera ‘La Padrina y las pertenencias de la domesticidad’ del arquitecto Xevi Bayona que puede visitarse hasta el próximo 17 de agosto.
La Fundació Mies van der Rohe presenta una de las intervenciones artísticas más destacadas, dentro de su ciclo de la ‘domesticidad’. Así, en la instalación del arquitecto Xevi Bayona se recupera mobiliario de ‘la padrina’, Josefina Camó Valls, la Pepi, tía y madrina del propio Bayona que vivió desde pequeña en Olot.
Precisamente, el arquitecto no solo ha querido homenajear a su familia, sino que los objetos que forman parte de esta intervención reproducen casi fielmente escenas costumbristas del hogar de la propia padrina. “En este caso, he incorporado objetos domésticos de mi padrina, pero podrían representar a cualquier hogar”, reconoce Xevi Bayona.
La muestra cuenta con más de 20 piezas como una cama, una luminaria, un perchero o
un conjunto de mesa y sillas, que se han instalado en el techo del Pabellón como si se tratara de una ciudad invisible de Italo Calvino. El gesto del artista de trasladar los objetos que amueblan una casa convencional de Olot al interior del Pabellón es un acto poético y provocador que invita a reflexionar sobre la domesticidad, el espacio y la memoria.
Las composiciones diseñadas en el espacio del pabellón cuidan hasta el más mínimo detalle como la vajilla o los textiles del hogar.
“Los arquitectos diseñamos casas, pero no podemos crear hogares. Un hogar lo hacen los habitantes con los muebles que lo convierten en algo doméstico”, añade Bayona.
A través de la contraposición de los objetos cotidianos en el espacio vacío y desnudo, se construye una composición que guía la mirada a lo largo de una línea horizontal que divide simbólicamente el mundo de arriba y el de abajo, el cielo y la tierra, el suelo blanco y el techo de travertino, el agua como porche y las nubes como alfombra, el lleno y el vacío.
La instalación, pese a que se sitúa en el techo, invita a una reflexión y, sobre todo, el propio artista propone que se giren las fotografías para ver el espacio en una nueva perspectiva. Fotos: Adrià Goula.
A nivel técnico, el arquitecto diseñó la muestra en un espacio real antes de trasladar el mobiliario al Mies van der Rohe. Fue el momento de catalogar y seleccionar cada una de las, algunas de ellas han sido sometidas a procesos de resina, como los textiles, para que pudieran ‘combatir’ la gravedad’ y situarse en una perspectiva realista.
Por cierto, que no se recuerda una muestra de esta envergadura en el pabellón para el que se han realizado 123 agujeros para sustentar estos muebles que, previamente, fueron pesados para valorar su anclaje en el techo. El resultado es una perspectiva que, para muchos, creará una fuerte nostalgia con piezas icónicas que forman parte de la historia reciente. No obstante, atrévete a girar las fotos y descubrir una nueva realidad de esta intervención artística.
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