Una escuela infantil en Camerún reinventa los espacios educativos siguiendo los principios de la arquitectura ancestral africana
La escuela se construye alrededor de un patio central, donde los espacios interiores están organizados a través de cuatro ecosistemas conectador por un corredor. Cada ecosistema cuenta con elementos reconocibles para los niños que ayudan a estructurar la actividad diaria que realizan en la escuela:
- Montaña: es un lugar para la inspiración y la creación y cuenta con una gruta que permite aislarse a los niños, para desarrollar momentos introspectivos
- Aldea: es un espacio de intercambio y relación, con una capilla concebida como un ámbito abstracto, donde la luz y los muros perforados propician el silencio y la reflexión comunitaria.
- Sabana: es un gran espacio lineal que permite agrupar los niños en un formato educativo de ‘fuego de campamento’ permite jugar por el suelo o por las gradas.
- Bosque: es un espacio de relación entre el interior y el exterior, que tiene un árbol construido como un lego que permite habitarlo situado junto al pequeño bosque natural.
A lo largo del día, los niños llevan a cabo actividades respondiendo a los espacios que los acogen, con momentos como: la asamblea general donde se reúnen con los maestros, la estimulación a través de bits de información, el ejercicio con barras de braquiación y escaleras, la reflexión en un espacio que inspira espiritualidad, el juego en el patio central, la exploración realizada en pequeños grupos, la experimentación en el laboratorio de materiales o la música, utilizando instrumentos locales.
El diseño de la escuela recurre a patrones geométricos primitivos y sistemas constructivos de gran sencillez, que emergen naturalmente del uso de los materiales utilizados. Además, la topografía original del terreno ha permitido crear un segundo nivel donde vivirá inicialmente la comunidad que gestiona el African Flow.
Una nueva forma de construir con materiales locales
Construir en un país africano con un proyecto diseñado por un equipo europeo solo puede abordarse como un proceso de aprendizaje mutuo. El desafío estaba en descubrir cómo un proyecto de pequeña escala podía enseñar nuevas formas de construir, ser capaces de inspirar a la comunidad local y, al mismo tiempo, resonar globalmente. En el contexto de la economía mundial actual, el llamado “progreso” suele traducirse en la introducción de procesos industrializados, sistemas y materiales que buscan estandarizar los resultados.
En este caso, el objetivo no fue únicamente diseñar y construir un edificio, sino reinventar el proceso constructivo en Camerún: emplear materiales locales de baja huella de carbono; establecer acuerdos con proveedores para vender sus productos en el mercado local; formar y capacitar a trabajadores; y, finalmente, educar a docentes para que expliquen el proyecto como parte de una pedagogía social que refuerce el empoderamiento colectivo.
Para construir African Flow se ha realizado una labor de investigación para implicar a industriales locales, que tradicionalmente exportan sus productos a China o Europa. De este modo, el resultado fue una estructura construida con azobé, una madera local de muy alta densidad, capaz de resistir a las termitas. El proceso de construcción se ha realizado por operarios locales que nunca habían trabajado con madera, desarrollando así un proceso de aprendizaje colectivo que podrá ser reproducido en futuros proyectos y fomentar una construcción de bajas emisiones en un contexto de rápida urbanización.
Los cerramientos se realizan con ladrillos de tierra prensada (no cocida) que utiliza diversos patrones y que permite tamizar la luz entre interior y exterior. De esta manera, hay una continuidad entre la tierra local, de color rojizo, y el edificio que se asienta en ella. Se seleccionó un proveedor local de ladrillos de tierra que utiliza una tecnología muy básica para su fabricación.
En el interior se utilizan maderas locales como el iroko, el sapeli, el doucier o el mouvingui, maderas tropicales y que normalmente tienen precios elevados, pero que en la escala local es una madera de uso corriente en Camerún.
La torre de agua del complejo —que tradicionalmente se realiza en hormigón— se imaginó como una estructura espacial de madera cubierta con una superficie fotovoltaica, que permite que el edificio pueda tener permanentemente agua y electricidad, en un entorno donde los cortes de suministro son contantes.
El resultado es un espacio reconocible para la comunidad, construido con una arquitectura ancestral que se adapta al entorno, que utiliza uso de materiales locales e integración la cultura en el diseño, y que utiliza patrones geométricos y sistemas constructivos de una gran simplicidad.
Créditos
- Promotor: Comunidad de Nazaret.
- Arquitectura: Vicente Guallart y Daniel Ibañez. Urbanitree.
- Directora del proyecto: Elisabeth Fábregas.
- Arquitectos colaboradores: Ali Basbous (BAD Architects), Daniel Fraile (Arquivio).
- Promotoras: Misioneras de Nazaret.
- Constructor: Gic ma’asapkeng.
- Carpinteros: Alexandre Onguene, Tchawe Fabrice Ronelle, Germain Atanga
- Emplazamiento: Soa, Camerún (África).
- Año ejecución: 2024.
- Metros cuadrados: 1.600 m2.
- Coste del proyecto: 900 000 $
- Fotografía: Adrià Goula.













































































