RSC, ¿Guía o norma?
“ISO desarrollará un estándar internacional de responsabilidad social”, precisa la organización, matizando a renglón seguido que “el objetivo es producir un documento guía, escrito en lenguaje sencillo que sea comprensible y utilizable por los no especialistas, y que no está destinado a su uso en certificación”.
Para su decisión, Iso se basó en las conclusiones del grupo consultivo y de la conferencia internacional, que reunió a 355 delegados de 66 países, entre ellos 33 países en desarrollo, así como representantes de los institutos nacionales de estandarización, empresas, Administraciones, sindicatos, ONGs y organizaciones de consumidores. En esta última conferencia, afirma Iso, se alcanzó un sorprendente grado de consenso entre más de 300 “stakeholders”.
Así, la organización concluye “que es innecesario un nuevo estudio de viabilidad” y que el trabajo para la elaboración del estándar debe comenzar de inmediato, por considerar que la responsabilidad social corporativa incluye cuestiones distintas a las ya reguladas por Iso (materia que también se había discutido).
Al explicar la decisión de optar por un formato de segundo rango, el secretario general de Iso, Alan Bryden, recordó que la organización “no sólo proporciona una creciente cartera de estándares técnicos, sino que también puede ofrecer soluciones y guías sobre cuestiones sociales y medioambientales”. Este documento, añadió, será de gran interés para todos los “stakeholders” implicados en la RSC.
Ahora, Iso procederá a crear un nuevo grupo de trabajo directamente dependiente de la Oficina de Gestión Técnica (TMB). Iso afirma que los expertos del grupo de trabajo serán seleccionados entre todos los “grupos de interés”, y que se pondrán las máximas facilidades (incluyendo la posibilidad de financiación) para los “stakeholders” de menos recursos o que procedan de países en vías de desarrollo.
El mismo debate en Aenor
El analista de la Fundación Ecología y Desarrollo Jesús Llaría recuerda que, a pesar de que Iso asegura haber logrado el “consenso” sobre la elaboración de una guía, durante la conferencia internacional de Estocolmo “los representantes de países en vías de desarrollo se manifestaron claramente a favor de la elaboración de una norma”.
Según opinan las ONGs y los representantes de estos países –donde suelen encontrarse los proveedores de las grandes multinacionales–, una norma de Iso supondría una homologación global y “una clara señal de mercado” por parte de la organización que rompería “las reticencias y el escepticismo de numerosas empresas”.
Además, permitiría el abaratamiento de costes, ya que los proveedores no tendrían que enfrentarse a los numerosos requerimientos establecidos por las grandes empresas. También contribuiría a la transparencia del proceso, dado que el conjunto de los representantes de países en desarrollo acapara aproximadamente el 75 por ciento de los votos en Iso.