La carretera del futuro: cuando mantener el pavimento se convierte en política climática
Juan José Potti, presidente ejecutivo de Asefma (Asociación Española de Fabricantes de Mezclas Asfálticas)
12/11/2025Durante años hemos discutido —a veces con pasión, otras con resignación— sobre la necesidad de conservar nuestras carreteras. Tradicionalmente, la conversación se centraba en dos argumentos: confort y seguridad. Es decir, que la vía no vibre como una batidora y no nos obligue a hacer slalom para esquivar baches. Hasta ahora, estos motivos bastaban para defender la inversión en conservación. Sin embargo, algo ha cambiado: hoy sabemos que mantener las carreteras en buen estado es también una poderosa herramienta contra el cambio climático.
Juan José Potti, presidente ejecutivo de Asefma.
La carretera que desgasta… y la que ahorra
La analogía es sencilla: no es lo mismo correr sobre una pista de atletismo que sobre arena mojada. Los vehículos sufren una pérdida de rendimiento cuando circulan por pavimentos deteriorados: vibran más, deben aplicar más potencia y, en consecuencia, gastan más combustible. Y lo que queman de más… se transforma en CO2 adicional.
Hasta aquí nada sorprendente. Lo interesante es que por primera vez sabemos cuánto y este es un estudio pionero a nivel mundial.
El reciente estudio desarrollado en la M-50 de Madrid —un cinturón vital para la movilidad metropolitana— demostró que las actuaciones de rehabilitación sobre 28 kilómetros redujeron el consumo energético del tráfico entre un 9% y un 10%. En términos absolutos, esto significa más de 11,8 millones de litros de combustible ahorrados cada año y 31.280 toneladas menos de CO2 emitidas a la atmósfera.
Todo esto sin cambiar ni un solo coche por eléctrico. Solo asfaltando a tiempo, bajo criterios de reducción de emisiones de los vehículos que circulan y de reducción de consumos de combustible/energía de esos vehículos.
No está mal para una actividad a veces considerada “poco glamourosa”.
El valor oculto del asfalto
Si la transición ecológica fuera un deporte olímpico, ignorar la conservación sería como salir a competir con las zapatillas rotas: técnicamente posible, pero estratégicamente absurdo.
Llega CARES: una nueva filosofía para el siglo XXI
Para actualizar el relato, nace una nueva perspectiva: CARES (Confort, Ahorro energético, Reducción de emisiones, Eficiencia en consumo combustible/energía y Seguridad).
Esta visión amplía el clásico 'CS' (comodidad y seguridad) e integra dos obsesiones contemporáneas: descarbonización y eficiencia energética.
Bajo CARES, el mantenimiento de carreteras deja de ser solo un deber técnico para convertirse en una política climática activa. Y además, es transversal: ayuda a la economía, al medio ambiente, a la seguridad vial y al bolsillo del ciudadano.
Vehículos conectados: el “radar” de la sostenibilidad
¿Cuál es la magia detrás del estudio?
Los vehículos conectados recogen datos de funcionamiento real: aceleración, velocidad, vibraciones, consumo. Al agregarlos, generan un mapa casi quirúrgico del estado del pavimento.
Esto permite identificar dónde el firme está degradado, priorizar inversiones y cuantificar resultados.
Ya no hablamos de “creo que está peor”… ahora decimos: "este tramo produce X litros de combustible extra por hectómetro y año". La objetividad tecno-digital ha entrado en escena.
Siete tramos, un mensaje: funciona
Los siete segmentos rehabilitados en la M-50 muestran: menor rugosidad o mejor regularidad longitudinal, en todos los tramos; aumento de la velocidad media de circulación (sin perder seguridad); y reducción muy consistente de las emisiones generadas por los vehículos.
Además, en los tramos con mayor pendiente, la mejora se amplifica. Cuando la gravedad aprieta, un pavimento más liso y confortale, demuestra además verdadera eficiencia energética.
La física también sabe ahorrar.
El reto de comunicar (y convencer)
La conservación nunca ha sido mediáticamente seductora. A veces, a los ciudadanos les cuesta entender por qué “otra vez hay obras”. La nueva narrativa puede —y debe— cambiar esa percepción: “Estamos reduciendo emisiones y ahorrando combustible gracias a la mejora del pavimento”.
Imaginen un cartel de obra que, en lugar de “Disculpen las molestias”, dijera: “En este tramo reducimos un 6,9% de combustible y evitamos X toneladas de CO2 al año”. ¿Quién se atrevería a protestar?
Mapas de emisiones: una brújula para invertir mejor
Si sabemos dónde las carreteras obligan a gastar más combustible, podemos priorizar rehabilitaciones, cuantificar beneficios y generar indicadores objetivos.
Esto convertiría la planificación viaria en una herramienta basada en datos, no en percepciones.
Los beneficios económicos: una tentación para cualquier ministro
Los ahorros estimados en esos 7 tramos de la M-50 superan los 17,75 millones de euros anuales en combustible. Y si añadimos el valor de las emisiones evitadas, el retorno económico global se dispara.
Si existiera un producto financiero con semejante rendimiento, estaría en portada de prensa económica.
Financiación verde: el nuevo territorio por explorar
El reconocimiento de la conservación viaria como acción climática abre puertas a bonos verdes, mecanismos de carbono, fondos europeos y alianzas público-privadas.
Invertir en carreteras dejaría de ser gasto para convertirse en activo climático.
Mirar lejos: una política inteligente
La descarbonización es una carrera de fondo. No podemos esperar a que el 100% de los vehículos sean eléctricos para mejorar hoy lo que ya está en nuestra mano. Actuar sobre el pavimento es rápido, escalable y universal (beneficia a todos de inmediato).
A veces, las grandes revoluciones son discretas… y negras, como el asfalto.
Conclusión: una oportunidad asfaltada
Mantener nuestras carreteras ya no es solo una cuestión de confort o de seguridad. Es una estrategia climática, energética, económica y —por qué no decirlo— inteligente.
Las carreteras son arterias del país. Y cualquier médico sabe que mantener las arterias limpias es más barato que operar.
Adoptar CARES significa entender que detrás de cada rehabilitación hay: emisiones evitadas, combustible ahorrado, una economía fortalecida y una ciudadanía mejor servida.
Si somos capaces de comunicar esto con claridad, tal vez descubramos que la sociedad valora mucho más la carretera que ahorra que la carretera que parchea.
El camino hacia un transporte más sostenible ya está asfaltado.
Solo nos falta acelerar.




















