El sector ganadero pierde competitividad por el coste de tener que importar proteína vegetal
España es una potencia ganadera de la Unión Europea, pero sus productores se encuentran con un escollo a la hora de ser más competitivos porque sus costes dependen en exceso de los precios de las proteínas vegetales importados de terceros países -en especial la soja- ya que la UE es deficitaria en su producción, según publica Agroinformación.
España tiene una gran demanda de materias primas para la alimentación animal. Una circunstancia que hace a los ganaderos especialmente sensibles a la fluctuación de los precios internacionales, afectando a sus costes de producción. Con el añadido de que dependen de una soja transgénica que está prohibida cultivar en Europa.
Entre las materias primas importadas, destaca la mencionada soja (representa de media el 20% de la composición de un pienso compuesto) porque tiene excepcionales cualidades nutricionales y es calificada por los ganaderos y fabricantes de piensos como la ‘reina’ de las proteínas vegetales.
Esta mínima producción en la UE se debe a que su territorio no dispone de unas condiciones de suelo y humedad idóneas, según asegura el director de la Confederación Española de Fabricantes de Alimentos Compuestos para Animales (Cesfac), Jorge de Saja, quien añade que ha habido intentos en España de producir soja en grandes cantidades pero no han tenido éxito.
España importó en la campaña 2013/2014 un total de 5,19 millones de toneladas de soja -3,52 millones de habas y 1,67 millones de harina-, siendo el segundo comprador de la UE tras Países Bajos, con 8,2 millones de toneladas, como recoge Eurostat.
La soja representa, además, el 61% de las compras totales de materia prima que efectúa la UE para alimentación animal, que es a su vez el principal comprador de harina de soja (31,8 % del total de importaciones del mundo) y el segundo mayor importador de habas (11,2 % del total), unos porcentajes revelados por un estudio del banco BTG Pactual.
Los países situados al otro lado del Atlántico, en concreto Estados Unidos, Argentina, Brasil y Paraguay, comercializan más del 84% del total de la producción mundial de esta oleaginosa, una concentración de la oferta que también juega en contra de los intereses de los ganaderos españoles y europeos. Estos países, especialmente Estados Unidos y Brasil, cuentan con buenas condiciones climáticas para el cultivo de soja, lo que se suma a la facilidad para cultivarla modificada genéticamente.
El Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA) estima que el 93% de la soja que se cultivó en 2013 en Estados Unidos era transgénica porque resulta más rentable a los agricultores y la práctica totalidad de la proteína vegetal comprada desde la UE está modificada genéticamente. A este respecto, el sector ganadero reclama más “coherencia” en la legislación comunitaria de transgénicos.