La listeria se convierte en un patógeno emergente en las explotaciones lácteas
La listeria es un microorganismo de gran importancia en la producción de leche, pues puede causar listeriosis, enfermedad que afecta a animales y a personas. El método principal de prevención de esta enfermedad en humanos es produciendo una leche libre de listeria, haciendo necesario ejecutar rutinas adecuadas de limpieza y desinfección de las instalaciones así como evitar la introducción de la bacteria en la alimentación de nuestro ganado.
Así lo señala un artículo técnico publicado por la cooperativa palentina Agropal en su página web. En vacas, ovejas y cabras, la listeria causa un cuadro clínico cuya sintomatología incluye problemas reproductivos con abortos, retención de secundinas, partos prematuros, además de signos nerviosos como posiciones anormales de la cabeza, mandíbula caída, movimientos en círculo, reposo sobre el costado, depresión, y finalmente muerte. El ganado ovino es el más sensible a la listeria, presentando los síntomas clínicos de forma aguda y llegando a altas tasas de mortalidad en el rebaño.
Cuando los animales ingieren listeria comienzan a excretarla en la leche, pudiendo aparecer la bacteria en el tanque antes de que se vean casos clínicos. Además, se acantona en la ubre y puede ocasionar mastitis.
El tratamiento de la listeriosis es poco eficaz y debe realizarse de manera temprana. Los medicamentos utilizados son diferentes antibióticos, por lo que tiene el problema añadido de un tiempo de espera en leche. No existe vacuna.
La listeria se encuentra de manera natural en el medio ambiente, principalmente en la tierra, por lo que un modo de evitar su ingesta por los animales es realizar una buena limpieza de las zonas en las que se alimenta el ganado y se prepara el carro, evitando lo máximo posible el paso con maquinaria que pueda ensuciar la zona. También es muy importante no alimentar a los animales con forraje que contenga tierra y realizar un ensilado correcto.
La principal fuente de contaminación son los silos en malas condiciones. Por eso es vital que estos contengan la menor cantidad de tierra posible, ajustando correctamente la altura del corte y cuidando el hilerado. Además se debe llegar lo antes posible a un pH óptimo (por debajo de 4,5) para que listeria no tenga la posibilidad de multiplicarse. Para ello es fundamental el uso de un buen plástico de ensilado que puede complementarse con diferentes productos como inoculantes de silo o acidificantes que nos ayuden a alcanzar el pH adecuado.
También es de gran importancia realizar una correcta limpieza de las superficies que están en contacto con la leche: pezoneras, tuberías o tanques de la leche, entre otros. Este microorganismo tiene la capacidad de sobrevivir y crecer en un rango de temperatura que abarca desde los -0,4º a 45ºC. Hay que tener en cuenta que cuando el proceso de lavado y desinfección no es el adecuado, las bacterias puede formar biopeliculas o biofilms secretando una sustancia similar a un moco con efecto adhesivo y protector que evita que su eliminación.
Por lo tanto, se debe limpiar con detergentes ácidos y alcalinos autorizados de buena calidad y en la dosificación adecuada, y utilizar peróxido de hidrógeno (agua oxigenada) para eliminar los biofilms. No existe una relación entre la bacteriología de la leche y la presencia de listeria en ella, es decir, se puede tener una leche con un recuento bacteriano muy bajo pero positiva a listeria.
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