La importancia del diseño en la venta de vino

Las etiquetas de un vino son la primera imagen que ve el consumidor y, por tanto, la carta de presentación de un caldo. Que esta etiqueta transmita y cautive es el objetivo de los diseñadores, quienes se rompen la cabeza para encontrar el diseño perfecto. De ello hablamos con Claret Serrahima, fundador y director general del estudio de diseño gráfico de Barcelona Clase Bcn.

Claret Serrahima es el fundador y director general del estudio de diseño gráfico especializado en branding y dirección de arte Clase Bcn. Además de su reconocida faceta como diseñador, Claret Serrahima conoce el mundo del vino de primera mano ya que es elaborador y socio de L’Olivera, una pequeña cooperativa social de trabajo en la Denominación de Origen Costers del Segre.

Claret Serrahima ha sido reconocido internacionalmente a lo largo de su larga carrera y en su palmarés cuenta con importantes premios y galardones como Laus, el Premio Ciudad de Barcelona de Grafismo y Comunicación, el Liderpack de Diseño y Comunicación, el Pantone Color Award o el Mèrit Award de la Mostra International de l'Art Directors Club de Nueva York, entre otros.

Iniciar un nuevo proyecto puede parecer difícil, y seguramente lo es. “Siempre afronto el diseño escuchando al cliente, sus necesidades y deseos. Es preciso conocer bien el producto, analizarlo y hacer un diagnóstico preciso. En definitiva, resolver el problema que el cliente quiere solucionar. A partir de ahí, surgen y nacen las ideas. Y lo que resulta básico es establecer una relación de equipo con el cliente”.

Tal y como afirma Claret Serrahima, todos los diseños –sea cual sea el producto– empiezan del mismo modo, pero los pasos siguientes cambian: “En el mundo del vino los diseñadores necesitamos conocer qué quiere transmitir el cliente”. ¿Es un vino nuevo, uno clásico, a quien va dirigido…? “Hay muchas preguntas que hacer y muchos factores a tener en cuenta: el tipo de vino y su consumidor, la tierra de donde procede y las características de la bodega que lo elabora son los tres rasgos más importantes”.

El tiempo pasa y los años cuentan, algo que se plasma en las tendencias cambiantes de las últimas décadas. “Hace unos años se potenciaba mucho el territorio y se consumían vinos potentes como los de Rioja, Burdeos, Alsacia o Borgoña. En estos vinos las etiquetas eran muy clásicas y recargadas. La tendencia era apostar por territorios y que cada botella formara parte de él”.

Ahora las cosas son distintas: “Actualmente se trabaja con etiquetas finas, elegantes y muy diferenciadas. Lo que nos encontramos en la actualidad es más una moda que una tendencia de largo recorrido ya que buscamos potenciar una botella concreta, no un territorio en general. Y eso no pasa solo con el diseño, es también una cuestión de elaboración. Hoy en día existen centenares de pequeñas bodegas que buscan su sitio en el mercado y la competencia es extrema”. ¿Esto podría convertirse en tendencia? “Sí”, afirma Claret Serrahima.

En un mercado con tanta competencia, siempre hay quienes andan más perdidos. “Hay muchas etiquetas que cuestan de entender, que no expresan nada y no representan ni el carácter de la bodega ni del vino, sino que son guiños del propio diseñador. No forman parte de la cultura del vino sino que parecen más alocadas, al estilo de las etiquetas de las cervezas. Personalmente, no soy partidario de estos diseños”.

“Una etiqueta debe explicar la calidad del vino, que va ligada al precio y a la ubicación de las viñas. Los consumidores tendemos a fijarnos en las Denominaciones de Origen a la hora de escoger un vino, y luego nos miramos las variedades, y eso es lo que tenemos que transmitir en las etiquetas”.

Y un clásico: “La etiqueta tiene que reflejar el territorio del que procede el vino –si es secano o húmedo, por ejemplo– y no puede ser igual la de un tinto que la de uno blanco”, resalta Claret Serrahima. “La etiqueta debe representar las diferencias del caldo, sus características y, a nivel personal, creo que el factor cultural es un rasgo distintivo que me gusta mucho utilizar. La elegancia es esencial”.

Claret Serrahima destaca que el packaging es un factor importante en el mundo del vino, pero no tanto como en otros sectores. “Creo que una etiqueta no es decisiva en el momento de la compra en el 80% de los casos, el factor más importante es el vendedor que aconseja y ayuda al comprador. El consumidor de vino no es demasiado fiel y eso hace que la etiqueta tenga poder pero sin ser un componente clave”.

El director general de Clase Bcn afirma que hay que tener muy en cuenta el destino de la botella en el momento del diseño. “No es lo mismo vender un producto en Europa, en Estados Unidos o en Asia. Incluso en cada zona puede ser necesario hacer diferentes diseños. Nada tiene que ver Japón con Tailandia o Rusia con Portugal”.

Lo mismo ocurre con los vinos según su precio. “Los considerados vinos Premium suelen tener una etiqueta limpia con papel de más calidad, con toques dorados y sobrios y elementos que podríamos considerar intelectuales. Los otros vinos suelen tener un packaging más ágil y ligero pero, al fin y al cabo, todo corresponde a las estrategias de marketing de cada bodega”.