Estrés en las aulas: especial Día del docente
Redacción Protección Laboral30/09/2016
Un día tan poco conocido como la importancia y los riesgos de la propia profesión. Hoy, los docentes del mundo celebran su día internacional. Y, a lo mejor, una parte de la sociedad se va a acordar de la responsabilidad que es educar las generaciones venideras. Pero la cara oscura de este trabajo, la que provoca estrés y bajas por depresión, permanece escondida aunque latente durante todos y cada uno de sus días de trabajo.
Puede que aún exista aquella concepción de que el de profesor o maestro es un trabajo ventajoso. Por aquello de (en algunos casos) tener vacaciones casi todo el verano. O porque, en países como España, las carreras de magisterio, educación infantil o el mismo CAP han sido tradicionalmente estudios de poca duración. De la forma que sea, el prestigio de la docencia en nuestro país siempre ha sido un tema de debate, así como la calidad de los estudios de pedagogía y del mismo sistema educativo.
El pasado julio compartíamos en Facebook este artículo en el que se diseccionan los factores de presión a los que se ven sometidos los docentes durante el curso. Y no podemos hacer más que suscribir lo que en él se relata.
Los profesores y maestros pueden llegar a ser esclavos del tiempo debido a las horas que tienen que pasar corrigiendo exámenes o deberes en su tiempo “libre”, además de preparar las clases con la dedicación adecuada, porque resulta que quieren que sus alumnos aprendan de la mejor manera, y eso lleva tiempo. Teniendo eso en cuenta, veríamos un poco diferente lo de que trabajan pocas horas.
En cuanto a los estresores más comunes, la escuela, instituto o incluso la universidad pueden ser espacio de situaciones difíciles de gestionar emocionalmente. El acoso escolar, por ejemplo, en que el docente tiene que actuar como mediador para solucionar un conflicto, normalmente entre los alumnos, algunas veces dirigido hacia ellos mismos. Sí, a veces hacen “bullying” al propio profesor que, en la mayoría de casos, se encuentra solo entre grupos de 30 alumnos. Esta misma soledad como figura instructora, también les representa no poder dedicar a los estudiantes todo el tiempo del que gustarían, para ayudarles con sus dudas y estimular sus ganas de aprender de una manera más personalizada. ¿Y si el alumno se siente desmotivado y no tiene ganas de aprender? Se puede luchar hasta un límite. Pero, a veces y por mucho esfuerzo que se le ponga, no se consigue cultivar esa sed de conocimiento que al educador le gustaría experimentar en sus pupilos.
Los conflictos emocionales por empatizar demasiado, la frustración, fatiga mental por falta de tiempo e incluso la falta de autoestima a la que les pueden llevar los desplantes de los alumnos (y algunas veces de sus padres) convierten a la docencia en una profesión de riesgo psicosocial alto.
Por fortuna, esto no pasa desapercibido para organizaciones de distintos ámbitos como la Fundación para la Prevención de Riesgos Laborales o FETE-UGT, que nos proponen consejos para abordar los riesgos en el sector.
Ante todo, los centros educativos y las administraciones de las que dependen deben estar concienciados sobre la importancia del bienestar laboral y de la prevención de riesgos en su ámbito. Se necesitará evaluar un plan que especifique y valore los estresores propios del sector, así como sus posibles vías de prevención y de neutralización en sintonía con los recursos del centro.
Promover el trabajo en grupo entre los empleados y la asignación de roles dentro de los proyectos también es una buena manera para que los compañeros se apoyen mutuamente. En relación a esto, es conveniente facilitar espacios y tiempo en el que reunirse para proponer soluciones a los conflictos conjuntamente y compartir conocimiento entre ellos. De esta misma forma, cualquier método de participación del profesorado como buzones de sugerencias o encuentros tipo asamblea podrán ayudarles a trasladar sus inquietudes y propuestas de mejora a los demás.
Con los recursos adecuados, sería bueno que los profesionales de la educación también fueran formados en disciplinas como la mediación de conflictos, nuevas tecnologías (para adaptarse fácilmente a los cambios que éstas provocan a menudo en el sector) o la misma gestión y prevención de riesgos psicosociales.
Muchas más son las mejoras que se pueden implementar en los centros de enseñanza, para ayudar a sus trabajadores a combatir los estresores. Pero en todos y cada uno de ellos implica una voluntad por parte de la institución para fomentar el bienestar de sus empleados. Días como hoy sirven para reivindicar las necesidades de un colectivo profesional. Aunque recordemos que los problemas asociados a su profesión están presentes cada día.
Puede que aún exista aquella concepción de que el de profesor o maestro es un trabajo ventajoso. Por aquello de (en algunos casos) tener vacaciones casi todo el verano. O porque, en países como España, las carreras de magisterio, educación infantil o el mismo CAP han sido tradicionalmente estudios de poca duración. De la forma que sea, el prestigio de la docencia en nuestro país siempre ha sido un tema de debate, así como la calidad de los estudios de pedagogía y del mismo sistema educativo.
El pasado julio compartíamos en Facebook este artículo en el que se diseccionan los factores de presión a los que se ven sometidos los docentes durante el curso. Y no podemos hacer más que suscribir lo que en él se relata.
Los profesores y maestros pueden llegar a ser esclavos del tiempo debido a las horas que tienen que pasar corrigiendo exámenes o deberes en su tiempo “libre”, además de preparar las clases con la dedicación adecuada, porque resulta que quieren que sus alumnos aprendan de la mejor manera, y eso lleva tiempo. Teniendo eso en cuenta, veríamos un poco diferente lo de que trabajan pocas horas.
Solo ante el “peligro”
En cuanto a los estresores más comunes, la escuela, instituto o incluso la universidad pueden ser espacio de situaciones difíciles de gestionar emocionalmente. El acoso escolar, por ejemplo, en que el docente tiene que actuar como mediador para solucionar un conflicto, normalmente entre los alumnos, algunas veces dirigido hacia ellos mismos. Sí, a veces hacen “bullying” al propio profesor que, en la mayoría de casos, se encuentra solo entre grupos de 30 alumnos. Esta misma soledad como figura instructora, también les representa no poder dedicar a los estudiantes todo el tiempo del que gustarían, para ayudarles con sus dudas y estimular sus ganas de aprender de una manera más personalizada. ¿Y si el alumno se siente desmotivado y no tiene ganas de aprender? Se puede luchar hasta un límite. Pero, a veces y por mucho esfuerzo que se le ponga, no se consigue cultivar esa sed de conocimiento que al educador le gustaría experimentar en sus pupilos.
Los conflictos emocionales por empatizar demasiado, la frustración, fatiga mental por falta de tiempo e incluso la falta de autoestima a la que les pueden llevar los desplantes de los alumnos (y algunas veces de sus padres) convierten a la docencia en una profesión de riesgo psicosocial alto.
Por fortuna, esto no pasa desapercibido para organizaciones de distintos ámbitos como la Fundación para la Prevención de Riesgos Laborales o FETE-UGT, que nos proponen consejos para abordar los riesgos en el sector.
Ante todo, los centros educativos y las administraciones de las que dependen deben estar concienciados sobre la importancia del bienestar laboral y de la prevención de riesgos en su ámbito. Se necesitará evaluar un plan que especifique y valore los estresores propios del sector, así como sus posibles vías de prevención y de neutralización en sintonía con los recursos del centro.
La concienciación es el primer paso hacia la solución
Promover el trabajo en grupo entre los empleados y la asignación de roles dentro de los proyectos también es una buena manera para que los compañeros se apoyen mutuamente. En relación a esto, es conveniente facilitar espacios y tiempo en el que reunirse para proponer soluciones a los conflictos conjuntamente y compartir conocimiento entre ellos. De esta misma forma, cualquier método de participación del profesorado como buzones de sugerencias o encuentros tipo asamblea podrán ayudarles a trasladar sus inquietudes y propuestas de mejora a los demás.
Con los recursos adecuados, sería bueno que los profesionales de la educación también fueran formados en disciplinas como la mediación de conflictos, nuevas tecnologías (para adaptarse fácilmente a los cambios que éstas provocan a menudo en el sector) o la misma gestión y prevención de riesgos psicosociales.
Muchas más son las mejoras que se pueden implementar en los centros de enseñanza, para ayudar a sus trabajadores a combatir los estresores. Pero en todos y cada uno de ellos implica una voluntad por parte de la institución para fomentar el bienestar de sus empleados. Días como hoy sirven para reivindicar las necesidades de un colectivo profesional. Aunque recordemos que los problemas asociados a su profesión están presentes cada día.
