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Espacios de trabajo saludables

Redacción Protección Laboral23/03/2015
El espacio físico de trabajo, causa de insatisfacción y bajo rendimiento de los españoles

Estar bien el en trabajo trasciende la ergonomía, implicando otras necesidades como la participación, optimismo, comunicación o la fuerza física e intelectual. Las personas no somos estancos a nuestro entorno, que nos permea e influye en nuestro rendimiento y conducta. Dicho de otra forma, un entorno de trabajo hostil contradice muchos principios de la salud y la seguridad en el trabajo. Los espacios de trabajo saludables, en cambio, fomentan un ambiente positivo y el dividendo de la productividad.

Por detrás del salario, el entorno de trabajo es el segundo factor más valorado por los trabajadores. No en balde destinamos, de promedio, el 36% de nuestro tiempo a trabajar. Las exigencias del trabajo en sí mismo (asociado al estrés), dificultad de concentración o falta de privacidad al trabajar en espacios comunes son fuente de insatisfacción, siendo españoles y franceses los que más acusan estos problemas, según una encuesta de Ipsos para la multinacional Steelcase. La misma revela que sólo un 59% de los 70.000 trabajadores encuestados se siente satisfecho con sus lugares de trabajo. Encabezan este ranking de satisfacción los trabajadores de EEUU, Alemania y Turquía.

La pauta imperante en la arquitectura y distribución de los espacios de trabajo es la de crear áreas abiertas, lo que fomenta el trabajo en equipo y reduce el aislamiento (coworking y networking; es decir colaboración y trabajo en red). Este tipo de trabajo en equipo presenta los inconvenientes de las interrupciones de los compañeros o la carencia de espacios adecuados donde poder concentrarse.

En cuanto al teletrabajo, que se perfila como una alternativa al trabajo presencial en la oficina, el 62% de los trabajadores encuestados se sienten encerrados en sus oficinas y nunca tienen la posibilidad de trabajar en ningún otro sitio que no sea en las instalaciones de su compañía.

España y Francia se sitúan a la cola en las posibilidades de elegir y controlar su entorno. Sin embargo, según se desprende del estudio, cuanto mayor es la capacidad de elección de un trabajador sobre su puesto y entorno de trabajo, mayor es su satisfacción y más alto es su sentimiento de pertenencia en la compañía, lo que se traduce en una mayor productividad. Dada la situación, el 62% de los trabajadores españoles no se sienten comprometidos con sus empresas y, muchas veces, es por una simple cuestión de entorno físico de trabajo.


Coworking y networking

Muebles funcionales, luz natural, despachos-pecera con paredes transparentes... gimnasio, salas de ‘juegos’ van siendo más habituales, aunque persiste la imagen de colmena donde los ‘obreros’ trabajan hacinados, pero en soledad.

Supuestamente la oficina moderna se dibujaba como la vía de escape de las fábricas hacia un trabajo mejor en el que los profesionales evolucionarían y escaparían del tedio y la incomodidad de un medio no pocas veces hostil. Sin embargo, los autores más escépticos aseguran que aún persisten “las colmenas que alimentan una ‘soledad frenética’ en una especie de granja de cubículos”.

Semejante tesis conduce a la reflexión sobre si los lugares de trabajo han evolucionado en paralelo a otras facetas de los negocios o, si por el contrario, seguimos trabajando como en los tiempos del fordismo, ‘atados’ a una cadena de producción, e ignorando supinamente a los que nos rodean.

Los edificios ‘inteligentes’ (energéticamente eficientes) incorporan sensores para controlar y optimizar los parámetros de habitabilidad. Con todo, la tecnología de estos edificios –como se ha podido constatar- no es infalible, además de prescindir del necesario ‘feed-back’ que proporcionan las personas que habitan dichos edificios sobre aspectos tan importantes como la temperatura, la calidad de la iluminación y otras características funcionales clave.
Para obviar esta laguna, la empresa Crowd Comfort (Boston) ha diseñado una plataforma participativa de los ocupantes (actualmente versión Beta) por la que pueden opinar sobre la calidad de la iluminación, la temperatura y la velocidad del aire en el lugar donde se encuentran.
El procedimiento se basa en pegatinas con un código QR distribuidas por el edificio (informan de su geolocalización). Los usuarios de esta app sólo tienen que capturar la etiqueta con su móvil para poder “emitir un voto” sobre la calidad térmica del ambiente, cuya escala contiene cinco niveles (desde “muy frío” a “muy caluroso”.
Con este nuevo sistema la información para los gestores del edificio es inmediata, evitando otros métodos más lentos como rellenar un formulario o enviar un correo electrónico. Además de permitir la participación de los empleados en la gestión de su confort ambiental, este tipo de aplicaciones permiten explorar los límites de ahorro energético sin provocar pérdida de confort. Este es un ejemplo más de la tecnología al servicio del factor humano y su confort en el puesto de trabajo. El sistema está en pruebas, con buenos resultados, en unas instalaciones de 30.000 metros cuadrados de la empresa General Electric, en Massachusetts.

El paradigma del aislamiento lo encontramos en el caso de George Turklebaum, un trabajador neoyorquino que sufrió un paro cardiaco un lunes en la oficina en que prestaba servicio junto a otros cientos de trabajadores. Sin embargo, hasta el sábado (cinco días más tarde) nadie reparó en que estaba muerto (el personal de limpieza no obtuvo respuesta cuando le preguntaron qué hacía trabajando en fin de semana). Los compañeros del difunto declararon que llegaba todos los días el primero a la oficina, no decía nada y permanecía toda la jornada absorbido en su trabajo.


La luz, elemento fundamental para un edificio “optimista”
La luz, elemento fundamental para un edificio “optimista”

En las últimas décadas, oficinas y lugares de trabajo se han transformado en lugares más abiertos, que tienden a eliminar las jerarquías y los estereotipos de género, aproximándose a un modelo de ciudades en miniatura, especialmente a partir de la década de los 90 del siglo pasado. Paulatinamente se ha acelerado la desaparición de las oficinas como espacios autárquicos y estancos para dar paso a lugares no sólo abiertos sino también convivenciales donde se produce la interacción de los trabajadores. A partir de los 2000 se consolida esta tendencia que apuesta por el trabajo colaborativo y en red (coworking y networking).

Este año, 17 empresas radicadas en España han sido incluidas en la lista europea de “Best Workplaces” (mejores lugares de trabajo. Todas ellas se encuentran en la categoría de multinacionales con presencia en las listas de más de 3 países. Los tres primeros puestos los ocupan Microsoft, W.L. Gore & Associates y Admiral Group. En esta nómina también encontramos empresas como Cisco Systems, EMC Computer Systems, Diageo, Grupo Mars (Mars, Royal Canin y Wrigley), Mundipharma Medical Company, Daimler Financial Services, AbbVie, Grupo Adecco, FedEx Express, Japan Tobacco International (JTI), Medtronic, y Quintiles.


Talento, un capital escaso

Gestionar y retener el talento de las personas pasa también por dotarlas con el mejor entorno de trabajo. En las empresas del despegue industrial primaba el capital en tanto que recurso escaso. Hoy día, el rendimiento procede de la capacidad de adaptación con el fin de potenciar el capital intelectual de los trabajadores, aprovechando su talento, conocimientos y habilidades. Las empresas consiguen así que sus empleados sean más productivos y obtengan mayor satisfacción con su trabajo. En definitiva, se consigue la creación de riqueza a partir de este nuevo enfoque orientado a maximizar el rendimiento de las personas, no del capital. Dicho rendimiento pasa por amoldar las estructuras de la empresa (rediseñar sus entresijos), sin olvidar el propio entorno de trabajo. Es como construir un barco y dotarlo de una tripulación para navegar en cualquier situación.


Calidad ambiental

El espacio de trabajo saludable no puede basarse exclusivamente en la estética y las cuestiones formales, la calidad ambiental también es determinante. ¿De qué sirve un edificio muy bonito cuyos conductos de ventilación están saturados de ácaros, plagas diversas o residuos químicos de fumigaciones sin control?



  • Edificio enfermo

Es importante contar con un edificio alegre, luminoso, con colores que pulsan nuestro optimismo. En cualquier caso, no conviene quedarse en la apariencia, sino llegar al fondo de la cuestión.

En nuestro país deberíamos de saber mucho sobre ‘edificios enfermos’ debido a su nula calidad ambiental. La CAI (Calidad Ambiental en Interiores) nos recuerda que no podemos permitirnos el dudoso ‘lujo’ de tener edificios donde la gente va a trabajar… y sale enferma. Conductos de ventilación saturados de polvo, partículas, plagas, ácaros; fumigaciones incontroladas que intoxican a trabajadores; legionelosis fuera de control que atentan a la salud respiratoria de propios y extraños, etc.



  • Lipoatrofia

En este viaje desde el ‘edificio enfermo’ hasta el ‘edificio optimista’ no podemos dejar de referirnos al ‘edificio tecnológico’. Debe haber muchos en España funcionando a plena satisfacción. Sin embargo, es obligado reconocer la relación entre edificios tecnológicos, concebidos como el paradigma del confort, y la lipoatrofia semicircular, afección que provoca una distribución irregular del tejido adiposo (normalmente en las extremidades superiores por su contacto con superficies de trabajo como son las mesas). La exposición a la radiación electromagnética (electricidad sucia) es otra triste cruz de los edificios tecnológicos.


Gestión de instalaciones (Facility Management)

Hablando de centros de trabajo, la etiqueta más importante sería la de “edificio bien gestionado”. Los edificios necesitan un ‘Facility Manager’ (Gestor de la Instalación), cuya función, similar a la de un médico de cabecera, es vigilar (mantener) la salud de las instalaciones para conseguir edificios salubres, porque no puede haber trabajadores saludables en edificios enfermos, y la salud laboral es toda una plusvalía que enriquece a nuestra sociedad.

Se cumple un siglo de la instalación del primer aire acondicionado doméstico, un avance importante para la actividad humana. Para generar frío, los equipos de aire acondicionado crean calor (axioma de la transformación de la energía). Así, la temperatura media en una ciudad como Madrid puede elevarse entre 1 y 2 grados por efecto del aire acondicionado (enfría las habitaciones, pero calienta las ciudades).
El confort térmico es un concepto subjetivo: 23º C en el puesto de trabajo puede ser una temperatura aceptable para unos, y calurosa para otros. Por eso es conveniente establecer unas pautas neutras cuya vocación será la de satisfacer al mayor número de usuarios, siempre con criterios de racionalidad, salubridad y eficiencia energética.
Hacer un uso moderado del aire acondicionado redunda en beneficios para el medio ambiente y la salud de las personas (en verano son frecuentes los resfriados, catarros y faringitis). Asimismo, al reducir la humedad ambiental, el aire acondicionado puede causar molestias rinofaríngeas (nariz y faringe), irritaciones en la piel y sequedad en los ojos. La exposición directa a un chorro de aire frío aumenta el riesgo de contracturas musculares.
Los expertos recomiendan temperaturas de entre 23 y 26º C constantes (habitaciones cerradas para evitar fugas y reducir el consumo energético), así como limpiar los filtros para evitar la polución del aire, condición que puede ser especialmente nociva para personas con alergias.
Conviene evitar situaciones harto frecuentes como una refrigeración muy elevada (entre 18 - 20º C) sobre todo cuando son frecuentes los cambios entre diferentes ambientes (tener que salir al exterior, por ejemplo), lo que produce un choque térmico perjudicial para la persona expuesta.

Bienvenidos sean los edificios optimistas, siempre que cumplan con toda la preceptiva pertinente en cuanto a lugar saludable, y que puede demostrarse fácilmente con una auditoría ambiental e higiénico-sanitaria del edificio, algo así como el certificado de desratización, pero con más enjundia.


La ergonomía es el punto de partida en el diseño de los puetos de trabajo
La ergonomía es el punto de partida en el diseño de los puetos de trabajo

En un contexto de edificios saludables por su buena gestión, la última tendencia se orienta a lo que se ha etiquetado en nuestro país como el primer edificio ‘optimista’, un calificativo que también se deja llevar de un franco optimismo, pero que constituye una iniciativa saludable y, sobre todo, digna de ser imitada.

Aunque pudiera parecer algo nuevo, el ‘edificio optimista’ es la puesta en práctica de ideas varias que parten de la ergonomía y la psicología positiva, y se aderezan con unas gotitas de ‘management’ avanzado, enfocado a unos objetivos empresariales.

Inaugurado en la Comunidad Valenciana, este edificio, que aspira a alentar el optimismo en época de vacas flacas, aplica la psicología positiva y las artes escénicas para potenciar, entre otros efectos beneficiosos, las habilidades de una plantilla de trabajadores. El positivismo brota de las paredes y la decoración. Así, dos pequeñas mariposas mecánicas, alimentadas con energía solar, aletean en sendos setos verdes en el vestíbulo. En la primera planta, las paredes de tonos claros y las decenas de árboles y flores pintadas en las oficinas alegran la vista de los 45 trabajadores. En una fachada lateral del edificio se ha pintado un gran árbol de 8 metros, que pretende inducir una dosis de sedación en un mundo laboral acelerado.


El fin de la oficina sedentaria

El ejercicio físico es posible dentro y fuera de la oficina. Veremos algunas posibilidades.

Existen estaciones de ejercicio, cintas de caminar (walkstations), etc., que se montan en las oficinas y no requieren un gran espacio (en torno a los 20 m2).

Listas para usar (plug&play) permiten ejecutar diversos ejercicios que comportan una mejora muscular y cardiovascular. Estos equipos no requieren de entrenador personal: al empleado le basta con introducir sus datos y los objetivos físicos que persigue, obteniendo un plan de trabajo adaptado a su perfil.

Hacer ejercicio en la oficina (u otros lugares de trabajo) no es una moda ‘cool’ de culto al cuerpo si tenemos en cuenta que un tercio del día lo dedicamos al trabajo. Los beneficios son constatables, pues unos trabajadores sanos faltan menos al trabajo, son más productivos, se relacionan más con los compañeros y, en ocasiones, dan visibilidad a la empresa en ámbitos relacionados con la responsabilidad social corporativa. El ejercicio aumenta la fuerza muscular haciendo disminuir el riesgo de trastornos músculo-esqueléticos, como el dolor lumbar, una de las principales causas de absentismo y bajas laborales. También se reducen los niveles de colesterol y triglicéridos; y, según el estudio internacional Interheart, disminuye el riesgo de infartos de miocardio.

El sedentarismo asociado a muchos trabajos no es óbice para hacer ejercicio mientras se trabaja. Hace una década, estudios científicos advertían que pasar mucho tiempo sentado puede provocar obesidad, aumentando el riesgo de diabetes, presión alta y enfermedades cardíacas. “Incluso, ir al gimnasio tres veces por semana no disminuye el peligro de llevar una vida sedentaria por horas seguidas”, sentencia el doctor James Levine, endocrinólogo de la Clínica Mayo (EEUU). “Tenemos muchas evidencias de que estar sentado nos mata. Uno está prácticamente sentándose en un féretro”, argumenta Levine.

Para combatir el sedentarismo laboral, un número creciente de estadounidenses trabaja de pie, camina y hasta monta bicicleta durante su jornada laboral en escritorios adaptados con cintas para caminar o estar de pie, o estaciones de trabajo móviles.

Estar pegado al escritorio mientras se trabaja ya no es una excusa para no hacer ejercicio. Ahora se puede ser productivo en dos frentes: atender el correo electrónico, por ejemplo, y correr de 5 a 7 kilómetros sobre una cinta instalada en el despacho, sistema que cada día es más frecuente. Pueden emplearse también bicicletas estáticas, u opciones más baratas como sentarse sobre pelotas gigantes para ejercicio.

También puede hacerse ejercicio mientras se va a trabajar. Así, un programa piloto del gobierno francés primará a los trabajadores que usen la bicicleta para desplazarse a su lugar de trabajo con 25 céntimos de euro por kilómetro recorrido. La iniciativa forma parte de un programa europeo para mejorar la salud de las personas al tiempo que se reduce la contaminación del aire y el consumo de combustibles fósiles.

Además de lo ya citado, las empresas saludables promueven la salud de sus empleados con otras muchas iniciativas, entre las que podemos citar: promoción de la alimentación saludable, erradicación del tabaquismo, alcohol o consumo de sustancias psicotrópicas, “talleres de felicidad” (apoyo psicológico para superar problemas), etc.


Música y siestas en el trabajo

La empresa saludable no sólo evita el daño, también promociona la salud física y psíquica en una política de excelencia.

La música no sólo no molesta, sino que se ha utilizado a lo largo de la historia incluso para enardecer el ardor guerrero de los soldados (romanos, napoleónicos, o ejércitos modernos). Comprobado empíricamente y con estudios de toda índole, la música motiva, estimula y relaja a muy bajo costo. Si la música amansa las fieras, también puede inducir un efecto sedante en los trabajadores, enfrentados a sus ocupaciones diarias en sus puestos de trabajo.



  • La siesta, una terapia

Dormir en el trabajo (por ejemplo, después de la comida, en jornadas partidas) es una tendencia creciente en muchas empresas, que han descubierto tardíamente los beneficios de la siesta (¿española?). La siesta no es un patrimonio exclusivo de España. Los estudios constatan que uno de cada cuatro alemanes duerme la siesta. La encuesta, efectuada sobre una muestra de 19.000 personas, sorprendió al situarse Alemania en primer lugar de los adeptos al descanso post-comida, por encima de Italia (16%), Gran Bretaña (15%), España (9%) y Portugal (8%).


Las nap-rooms (salas de siesta) potencian la productividad
Las nap-rooms (salas de siesta) potencian la productividad

Se creía que la siesta era una consecuencia inevitable del proceso digestivo, pero los científicos aseguran que el cerebro pide un tiempo de descanso que se presenta cuando se inicia la tarde. La importancia de la siesta radica en que supone un período de descanso que, sin ser profundo, permite una desconexión de la conciencia antes de reanudar la actividad. Así, la práctica de la siesta debe asumirse como otra rutina. Durante este descanso de transición, la presión arterial disminuye (los cambios metabólicos que se producen conllevan la reducción de la frecuencia de los latidos cardíacos y la tensión arterial).



  • Salas de sesteo

Las empresas saludables deben apostar por muebles funcionales o luz natural, sin olvidar aspectos tan importantes como las ‘rest-rooms’ o ‘nap-rooms’ (salas de descanso o salas de siesta). Investigaciones recientes aportan nuevas explicaciones sobre la influencia beneficiosa de la siesta en la productividad. En 2010, investigadores de la Universidad de Berkeley (California) confirmaron que sestear puede mejorar la habilidad del cerebro para retener información, subrayando que la pausa de la siesta “no sólo alivia el cansancio, sino que induce saltos cualitativos de la capacidad neurocognitiva a pesar del avance del día y del lógico agotamiento”. Dos años antes, investigadores de la Universidad de Haifa (Israel) concluyeron que las siestas “aceleran el proceso de consolidación de la memoria a largo plazo”; mientras que el Instituto Nacional de Seguridad y Salud Ocupacional en Atlanta concluyó, en 2007, que una breve siesta durante el día “puede ser una estrategia útil para mejorar no sólo el estado de ánimo, sino también la satisfacción laboral”.

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