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Conociendo al estrés (para combatirlo mejor)

Paula Llull23/01/2015

Se cree que unos 40 millones de europeos sufren estrés laboral, una nueva epidemia que avanza debido a una coyuntura económica desfavorable. Por otra parte, el mundo laboral está inmerso en un proceso de grandes cambios, impulsados por la globalización y la innovación tecnológica. Hemos pasado de la demanda física a la intelectual o cognitiva… y estamos pagando la factura, que no es sino un esfuerzo de adaptación a una realidad tan tozuda como exigente. La primera respuesta al estrés pasa por su conocimiento.

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El Centre de Seguretat i Salut Laboral de Barcelona (CSSL), de la Generalitat de Catalunya, organizó, en junio, el Seminario “Identificación y Prevención del Estrés”. Impartido por los profesores Laura Pujol y Josep Méndola, el Seminario trazó un marco conceptual del estrés, sus consecuencias, y las medidas preventivas, que parten de la evaluación del riesgo psicosocial.


Concepto de estrés

Existen muchas definiciones del estrés. En el sentido más literal (palabra inglesa), estrés es asimilable a presión. También podemos considerar el estrés como demanda/exigencia, un sobre-estímulo emocional y físico, un mecanismo de defensa, una reacción de respuesta. En cualquier caso, el denominador común es que, ante el estímulo-factor estresor, la capacidad de adaptación del individuo se ve superada.

El estrés moderado puede considerarse como un estímulo positivo. Es lo que Peiró (1992) describió como el fenómeno adaptativo o ‘eustrés’, que literalmente podemos traducir como ‘buen estrés’.

Cuando la demanda es excesiva (distrés) se produce un desequilibrio sustancial, que es percibido por el individuo, entre la demanda que se le plantea y la capacidad de respuesta que posee, o los recursos de que dispone. La evaluación del estrés debe hacerse tomando en consideración la percepción del individuo.



  • Patrones de clasificación del estrés

El estrés aparece en las organizaciones por dos causas fundamentales: un exceso de exigencia (Karasek), o un déficit en la recompensa (Siegrist). Así existen dos modelos básicos que explican el estrés laboral:

-Modelo bi-dimensional del estrés laboral (formulado por Karasek, 1979). Tiene en cuenta la demanda (exigencia psicológica) y su control (de ahí la etiqueta ‘bi-dimensional). Dicho control depende de la autonomía personal y otros factores circunstanciales. La alta exigencia con poco control se traducirá inevitablemente en estrés, que puede contrarrestarse con el apoyo social (efecto amortiguador).

-Modelo esfuerzo-recompensa (Siegrist, 1990). Pone el foco en la relación entre factores psicosociales y salud a partir de la interacción empresa-trabajador, analizando especialmente el posible desequilibrio percibido entre los esfuerzos del trabajador (costos) y las recompensas obtenidas (beneficios).

Estos modelos han motivado las diferentes investigaciones y las técnicas para identificar y cuantificar los factores de riesgo psicosocial.



  • Mecanismo del estrés: origen, exposición y efecto

A partir del mecanismo del estrés, pueden establecerse numerosos factores de riesgo. Con la participación del alumnado del seminario, Laura Franco confeccionó una extensa lista de estresores, entre los que cabe citar: contenido del trabajo (falta de variación), carga y ritmo de trabajo (sobrecarga o infra-carga), horarios, entorno y equipo, cultura y función organizativa, relaciones interpersonales, papel en la organización (incluyen la ambigüedad de rol y el todavía más grave conflicto de rol, que aparece cuando el individuo disiente de su empresa por razones éticas).



  • Métodos de evaluación del estrés

Son numerosos los métodos de evaluación. Su objetivo es estimar la prevalencia y magnitud de la exposición (porcentaje de casos), localizándolos en los puestos de trabajo de la organización. Una de las claves para evaluar es la participación de los trabajadores.

Entre los requisitos, la formadora, Laura Pujol, destacaba que toda evaluación “ha de tener una base conceptual, ser participativa, válida y fiable, operativa y normativamente apropiada”. Establecido este principio básico, Pujol dijo que “hay muchísimas metodologías evaluadoras, y su elección dependerá del tipo de problema”. Entre éstas, citó: MBI, LIPT, tests de salud, F-Psico, Copsoq, Wont, Amigo…

En el síndrome del estrés es mucha la basura emocional que genera el propio estresado a partir de sus pensamientos sometidos a distorsión. Así, conviene evitar:

-Pensamiento polarizado. No podemos hacer juicios radicales (o blanco o negro, los matices existen).
-Generalización excesiva. Un pequeño acontecimiento no sirve para obtener una conclusión definitiva.
-Abstracción selectiva. No focalizar la atención en un detalle negativo, ignorando los positivos.
-Catastrofismo. Desechar la tendencia a esperar catástrofes sin motivos.
-Etiquetas globales. Extraer rasgos de nuestra personalidad olvidando el conjunto.
-Lectura de pensamiento. No podemos saber lo que piensan quienes nos rodean. Debemos refrenar la imaginación.
-Sesgo confirmatorio. Percibimos y recordamos las cosas deformadas, pero les damos validez.
Se hace necesaria la asertividad (en un clima positivo), que implica saber decir que no, sin sentimientos de culpabilidad ni tener que dar explicaciones. No hemos de olvidar que cuando decimos sí a otras personas podemos estar dándonos una negativa a nosotros mismos.

Efectos del estrés sobre la salud

Josep Méndola destacó que el estrés tiene “manifestaciones psico-fisiológicas y psico-biológicas, con sus patologías derivadas”. Como guía de buena praxis para el diagnóstico del trastorno mental por estrés y como protocolo específico de vigilancia de la salud, citó el Protocolo PsicoVS2012, auspiciado por Osalan (Instituto Vasco de Seguridad y Salud Laboral).

La aparición sintomática del estrés reviste la forma de reacciones concomitantes e interrelacionadas, que pueden manifestarse como indecisión, preocupación o pérdida de memoria. Se acompañan de fenómenos fisiológicos como aumento de la glucemia basal, tensión muscular, taquicardia, aumento de la presión arterial, etc. En el apartado de la motricidad y la conducta, las personas estresadas pueden acusar temblores, habla rápida…, existiendo siempre las variables individuales de edad, sexo, factores físicos de la exposición o estresor, etc.

El vienés Hans Selye, considerado el ‘padre’ del estrés estableció hacia 1935 las tres fases de respuesta ante el estrés, que son:

-Fase de alarma. Aparición de los síntomas ante el estímulo.

-Fase de resistencia o adaptación. El organismo segrega hormonas para adaptar la respuesta física a la demanda: cortisol (hormona del estrés).

-Fase de agotamiento. El estrés se hace crónico, mostrando un cuadro constante y severo. El organismo pierde su capacidad de respuesta y se agota.

En la segunda fase se activa el Sistema Nervioso Vegetativo (SNV) y la liberación de sustancias (glucorticoides) que, transportadas a través de la sangre, excitan, inhiben o regulan la actividad de los órganos. Los individuos estresados experimentarán una homeóstasis reactiva (reacción corporal ante determinados estímulos) y que, normalmente, será acompañada por una homeóstasis predictiva. En este segundo caso, la respuesta fisiológica adaptativa se traduce en la secreción de cortisol antes de iniciar el día (de ahí el despertar temprano –y, en ocasiones, agitado- de muchas personas estresadas. La reacción homeostática les está preparando para el curso de los acontecimientos que habrán de vivir a lo largo del día que inician.

En la fase de agotamiento, cuando el estrés se ha cronificado, aparecen las enfermedades, que pueden ser tanto físicas como psicológicas. Entre las principales consecuencias físicas del estrés cabe citar las dolencias gastro-intestinales, cardiovasculares (con hipertensión), respiratorias, endocrinas, disfunciones sexuales, dermatológicas, musculares (trastornos musculo-esqueléticos, TME) y otras. “Cualquier parte del organismo puede verse afectada”, afirmó Méndola.

En el área psicológica, el estrés produce trastornos del sueño, induce miedos injustificados y fobias, provoca adicciones a drogas y alcohol, depresiones y trastornos afectivos, alteración de las pautas alimentarias, trastornos de la personalidad, trastornos asertivos y de las habilidades sociales (fobia social, baja autoestima), preocupación crónica, inespecífica y constante (mentalidad catastrofista). Así, puede intuirse por las consecuencias la necesidad de implantar protocolos de vigilancia de la salud psicosocial. La prevención, o el diagnóstico precoz en casos en que ya ha aparecido la enfermedad, son fundamentales –además de estar contempladas en la Ley de Prevención de Riesgos Laborales- para frenar una epidemia que provoca sufrimiento innecesario, anulando el talento humano.


Prevención del estrés

Que el estrés no es una cuestión menor lo demuestra la preocupación existente en el marco europeo, o la campaña específica de la Agencia Europea (ASST) bautizada como “Managestress”. El conocimiento, y la adecuada prevención son nuestras armas. La responsabilidad (Acuerdo Marco Europeo) recae en la empresa, siempre con la participación de los trabajadores.



  • Medidas preventivas posibles

Intervenir sobre el estrés es desarrollar cualquier actividad para reducir la presencia y el impacto de los estresores. Podemos distinguir tres grupos principales de medidas preventivas:

-Prevención en origen. Ponen el foco en las causas; es decir, la organización del trabajo (artículo 15 Ley de Prevención de Riesgos Laborales).

-Medidas preventivas de acompañamiento. Necesarias, pero no suficientes por sí mismas, se apoyan principalmente en la formación-información de los trabajadores.

-Medidas preventivas de protección. Son especialmente necesarias en el área emocional y en trabajos que pueden comportar la transferencia de sentimientos y emociones, en los que el agente estresor no se puede eliminar (trabajo con enfermos terminales, por ejemplo). En estos casos, se impone una formación en distancia emocional y habilidades específicas.

La priorización de las medidas preventivas se hará teniendo en cuenta su intervención sobre el origen de los riesgos, los factores de riesgo con un mayor número de personas expuestas, las condiciones que generan más desigualdades entre los trabajadores, o las mayores magnitudes de exposición.

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  • Medidas preventivas organizacionales

El variado repertorio de necesidades del trabajador incluye formación (habilidades), cultura de equipo (actividades grupales, comunicación), autonomía, protocolos de actuación definidos, control de la carga de trabajo, conciliación familiar y laboral, gestión del tiempo, formación en gestión de conflictos, poder de decisión, etc.

Las medidas preventivas –que generarían una lista sin fin- deben orientarse a solucionar las necesidades ya citadas. Así, las organizaciones, para combatir el estrés, pueden actuar sobre:

-Descentralización de la organización, evitando las estructuras rígidas.

-Calidad del liderazgo, primando estilos basados en la pluralidad y la asertividad.

-Clarificar los objetivos de las empresas y las funciones de los trabajadores (evitar ambigüedad de rol).

Otras intervenciones organizativas serán la asignación de tareas compatibles con las capacidades del trabajador, el control de la carga de trabajo y su rotación, establecimiento de canales de comunicación eficaces, favorecer la iniciativa individual en la manera de efectuar la actividad, introducir cambios progresivos y flexibles, favorecer las relaciones interpersonales, etc.



  • Medidas preventivas en torno al individuo

Buscan modificar la respuesta ante los estresores con el aprendizaje de capacidades, destrezas y habilidades. Este conjunto conductual afecta las áreas:

-Generales. Fomentar hábitos saludables, desde la dieta al ejercicio físico, o las relaciones sociales.

-Cognitivas. La prevención se ejercerá cambiando la forma de ver el estresor por parte del individuo, relativizando la percepción.

-Fisiológicas. Encaminadas a reducir la activación fisiológica y el malestar emocional y físico (control de la respiración, meditación, relajación).

-Conductuales. Promover comportamientos adecuados para afrontar los problemas (técnicas de auto-control, entrenamiento en asertividad, etc.).

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