EPI o solos ante el peligro

En estos momentos tan especiales de nuestras vidas, donde debemos protegernos, no solo en el ámbito del desarrollo laboral, es cuando hemos tomado más consciencia de la importancia de los llamados EPI. Los equipos de protección son vitales, ahora más que nunca.

Aún tenemos en la memoria durante los meses de marzo y abril del 2020, cuando los sanitarios y equipos de primera línea debían luchar contra el COVID sin apenas nada, sin batas, sin mascarillas, reutilizando lo que debía ser de un solo uso. Era una demanda de urgencia, de vida, en la que algunos, por culpa de ello, perdieron la suya, por desgracia.

No había habido una política correcta de prevención de equipos de primera necesidad para emergencias médicas y sanitarias. No se había pensado en ningún momento de proteger a nuestros sanitarios ni equipos de fuerzas de orden público. Había sido una nefasta planificación, administración tras administración, sin importar el color de ésta.

Pero en el fondo solo era el inicio de lo que nos esperaba en los próximos meses, hasta estos momentos. Se había dejado todo a la carta de la importación, concentrándolo absolutamente en una zona geográfica del mundo. Ya no éramos ni somos dueños de nuestros productos, de nuestros suministros, de nuestro día a día. Habíamos dejado en manos de otros nuestra industria, nuestro día a día. Aquí solo a consumir, a no tener industria, a no tener futuro.

Fueron algunos que nos quisieron demostrar que no todo estaba perdido, que en este país y que en este continente aún podemos producir cosas a un precio adecuado. Porque ese es otro problema: ¿Qué es un precio óptimo? ¿Aquel que es el más barato, que no comprándolo fuera no genera puestos de trabajo, no da lugar a que las industrias de esta parte del mundo puedan desarrollarse? Ese precio, por muy económico que sea, no vale. No vale todo por el todo, por un simple precio muy muy barato. Si no hay empleo, si no se generan puestos de trabajo, no se puede comprar nada por muy barato que sea.

Por todo ello, además, si meses más tarde pudimos ver que la cadena de suministro, a parte del problema de la demora de productos, le debíamos sumar la de falta de materia prima, de componentes. Nos dimos cuenta que nuestro futuro y nuestra economía están en manos de unos terceros, que, con la crisis de los contenedores, nos tienen totalmente en sus manos.

Lo de crisis es por no decir chantaje, robo, ataque a la economía mundial, ya que no solo hemos pagado la increíble factura de vidas humanas, de familias destrozadas, de negocios que ya no volverán a abrir sus puertas. Hemos caído en una gran trampa, en donde, aprovechándose de esa terrible pandemia, algunas economías han hecho su agosto. Los precios de material de materias primas son irreales, son abusivos. Los precios de contenedores y fletes son astronómicos, desorbitados. Pero parece que esta alocada carrera no tiene ni control, ni final. No hay ni la voluntad política de buscar una solución, ni de saber a dónde vamos ni por donde hemos de tomar el camino.

Es urgente buscar un plan de regreso, a tener fábricas, industrias en este continente para que seamos de nuevo dueños de nuestras economías, de nuestros mercados, de nuestra cadena de suministros. No podemos depender de terceros para mascarillas vitales para nuestros hospitales; para no poder producir vehículos por falta de chips. No ha habido una visión de futuro solo de inmediatez, de precio resolutivo, para que esa fuera la sencilla, la más económica, que nos daba la solución para hoy sin pensar nada en el mañana.

No quisimos ver el problema que podría venir. No quisimos saber de costes extras. Pero por desgracia comenzamos por no tener unas mascarillas, unos guantes, unas gafas, unas batas. Ahora el problema es global, es mundial: sin EPI, sin protección, nada tiene sentido.

Porque estamos sin protección ante gobiernos que no saben ver más allá de las siguientes elecciones, sin mandatarios que no saben hablar de futuro a largo plazo.

No es solo el precio astronómico de un contenedor o de que llegue cuando quieran y como quieran. Es no saber qué futuro de industria y de comercio vamos a tener en 5, en 10 años.

No somos dueños de nuestro futuro, de nuestros mercados… ¿Quién va a ser nuestro EPI en estos momentos?