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Primer Diálogo de Expoliva: innovación para producir más y mejor cuidando el medioambiente

María José Álvarez10/04/2018

‘El sector oleícola internacional. Grado de innovación, implicaciones medioambientales y principales magnitudes’ fue el tema de debate expuesto por Expoliva, el evento más importante en el mundo del aceite, en el primero de sus ‘Diálogos’, con los que se van planteando los temas que centrarán la próxima edición de la feria en 2019.

La presentación de la jornada a cargo de Juan Gallego Cobo, director de sucursales de Caja Rural de Jaén; Juan Vilar, consultor estratégico y experto en economía oleícola internacional y José María Valdivia, director gerente de Ferias-Jaén, y tras ella se celebró una mesa redonda sobre las necesidades de innovación en los procesos industriales de obtención de aceites de oliva. Participaron Javier Gámez García, director de la Oficina de Transferencia del conocimiento de la UJA; Manuel Moya Villar, investigador del proceso de elaboración del aceite de la UJA; Juan Solís, de Gescad, Automatismos, y Rafael Cárdenas, del centro de excelencia de GEA, quien recordó que “hace dos décadas llegó la extracción en dos fases, liderada por GEA, fue una auténtica revolución en el sector”. “Hoy las últimas transformaciones dinamizan la producción de aceites de oliva”, dijo.
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Javier Gámez, especialista en automatización de procesos, planteó varias preguntas: ¿Qué papel debe jugar la Universidad en general y la de Jaén (UJA) en particular, en torno al mundo del olivar y la innovación? ¿Qué se está haciendo actualmente? Contó como la Oficina de Transferencia del Conocimiento de la Universidad de Jaén factura de media dos millones de euros al año que se contratan a los grupos de investigación, con unos 200 contratos. En patentes, la UJA tiene unas cien, muchas en el ámbito del aceite de oliva. También tiene una fundación universidad-empresa con un plan de 700.000 euros para canalizar esta transferencia del conocimiento a través de egresados fundamentalmente. Gámez explicó que en el terreno de la automatización existe una spin off surgida del conocimiento que nace en la UJA. “No es colocar un cuadro de mandos, es integración sensorial, incluir nuevos sensores que midan qué pasa en el proceso, que tengan capacidad de predicción, incorporación de toma de decisiones automática, la inteligencia artificial que a día de hoy ni siquiera es un sueño, y la industria 4.0 que en este sector no ha sido iniciada apenas, con el internet de las cosas, cuando por ejemplo en la industria del automóvil sí lo hacen”, insistió.

Manuel Moya, como experto en procesos industriales, insistió en que la base es disponer de una buena aceituna. A partir de ahí, hay que trabajar para que el aceite que llevan las aceitunas que entran no pierda calidad. El profesor dio consejos para mantener esa calidad en las distintas fases del proceso productivo. Factores importantes para controlar elementos como la luz, calor, agua, aire, metales, materia orgánica, suciedad, malos olores, que inciden en la merma de calidad a lo largo del proceso productivo. “La temperatura es el principal problema, favorece todo lo demás”, insistió.

Así, en la recepción insistió en la importancia de no lavar la aceituna, no atrojarla, y molturar en mínimo tiempo. En el molino, no emplear cribas finas, y no permitir una temperatura excesiva. No calentar, no batir más de 90 minutos la masa, emplear coadyuvantes si es preciso, y si es necesario aportar agua, en la decantación sin embargo no añadir agua, refrigerar y limpiar con frecuencia el tamiz, vibrador y depósito. Apostó por un lavado con mínimo de agua a igual temperatura que el aceite, no airear, y mantener el almacén limpio, oscuro, con temperatura constante, lejos de campos de olor y con operaciones de eliminación de fangos periódicas. “Se trata de impedir fenómenos de hidrólisis y oxidación, así como de fermentación por actividad microbiológica durante todo el proceso”, añadió.

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Juan Solís, por su parte, describió que la innovación en la industria de la extracción de la aceite está motivada por obtener máximos rendimientos, lograr los mínimos costes, la calidad y atender los picos de producción por los tipos actuales de plantación y recolección. “La única solución es la innovación energética, la automatización y control de los procesos”, indicó. La innovación energética, apostilló el ponente, pasa por limitar los picos de arranque de motores. “Un arrancado suave ahorra mucha energía, segundo efecto que prolonga la vida de los motores. También se trabaja en arranque y regulación por variador, con arranques suaves y ajustando la velocidad a los regímenes necesarios de la producción en cada momento”, dijo. Además, indicó, se avanza en lo que se denomina la regeneración: decánter que ante un corte de luz transforman la energía cinética del giro en energía eléctrica, lo que mantiene el decánter en movimiento. Sumado a todo esto anunció que hay notables avances en la instalación de motores de alta eficiencia. “El grado de implantación suele ser bueno en este campo”, indicó..

En cuanto a la automatización, consideró que la mayoría de las industrias tiene implantados procesos de forma generalizada. “Cambia el panorama si se habla de las innovaciones sobre el control: proceso controlado en el que se regula una o varias variables para mantenerlas en valores”, matizó. Para añadir: “Aquí el grado de implantación es más bajo”. El experto señaló campos en los que se puede avanzar como el control de producción en los molinos, control de los tiempos de batidos según el nivel de masa en la batidora, controles en los decánter. “Hay ya tecnología que permitiría avanzar en este campo, como el batido activo de Gea, con control de temperatura de la masa, control de viscosidad, de humedad, de compuestos fenólicos. Pero el grado de implantación de estos sistemas es aún bajo”, expuso.

Solís destacó que el sector presenta buenos niveles de innovación energética y de automatización, pero en el campo del control queda mucho “por hacer por el precios de la instrumentación de laboratorio, hay que hacerla más sencilla”. Y aún señaló un reto de automatización de niveles más elevados que incluyan las redes más globales. “A día de hoy la almazara 4.0 es más una filosofía que una posibilidad real”, vaticinó y se mostró partidario de los sistemas de control ha comercializados. “Es una inversión importante pero amortizable en poco tiempo, seguro”, terminó.
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Producción versus medioambiente

La siguiente mesa redonda se centró en los retos medioambientales con los que se enfrenta el olivar. El moderador del debate, Joaquín Morillo, director general de BiolandEnergy, de Oleicola Jaén, destacó que “el compromiso medioambiental del olivar es indiscutible” y que además el sector tiene un importante papel para aportar valor añadido a través de la biomasa.

Antonio Guzmán, gerente de Cooperativas Agroalimentarias de Jaén, destacó el esfuerzo de varias cooperativas en la implantación de normas ISO de gestión ambiental, y que desde la federación se han hecho 40 ó 50 auditorías energéticas en los últimos años. “Hay una sensibilidad en las cooperativas. No solo es producir y vender aceite, sino prestar servicio a los socios, que son los propietarios. También desde el punto de vista medioambiental, como con la gestión de residuos de poda. Son servicios importantes”, indicó. Guzmán apuntó que varias plantas de compostaje se están implantando en la provincia de Jaén, y que se avanza en el uso de efluente como fertilizante y riego. “Hay cooperativas que están abordando cómo solucionar este tema, sobre un problema que cuesta dinero todos los años y que se convierte en riego y beneficia a todos, incluso evita que los conejos se coman las tuberías”, dijo.

El gerente de Cooperativas puso el foco sin embargo en carencias estructurales que impiden avanzar más en este campo, como el bloqueo a un proyecto de cogeneración eléctrica de la extractora San Miguel Arcángel a través de orujillo y restos de poda y que no sale adelante porque las infraestructuras eléctricas no lo permiten, cuando podría crear más de 200 empleos entre directos e indirectos.

Enrique Delgado, de Infaoliva, hizo un llamamiento a olvidarse del término residuos y hablar de subproductos. “Hay 1820 almazaras, 1.773 envasadoras y operadores, 26 refinerías y 72 orujeras. 3.691 industrias del sector, y todas producen subproductos. Con 750 millones de olivos, el 75% en el arco mediterráneo. Y está Jaén, que tiene uno de los bosques más grandes del planeta. Un bosque cultivado, un bosque de olivos. Somos cuidadores del medioambiente. No hay ningún bosque tan mimado”, insistió. Delgado admitió que los subproductos son un obstáculo, un problema actualmente. Pero también destacó que la industria que trabaja con estos subproductos ha sido la parte del sector que más ha evolucionado en los últimos años.

“Lo que hacemos en la almazara es sobre todo valorizar todo lo que nos trae el agricultor. Desde la hoja hasta el alpeorujo. Todo es valor añadido. En 50 años se ha pasado de las prensas a las tres fases y ahora a las dos fases, y ya se avanza para innovar y tener menos subproductos o más fáciles de gestionar”, insistió. El ponente hizo hincapié en que “hay que hacer ver al consumidor que lo que compra es respetuoso con el medioambiente. Nadie entendería que estuviéramos contaminando, y el agricultor y la industria reciben ayudas de PAC por respetar el medioambiente”, concluyó.

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Joaquín López, director Nacional de ANEO, destacó el papel ambiental del sector orujero, que valoriza todos los subproductos. “Es clave para la economía circular del olivar”, aseguró. El experto destacó que el 80% de lo que entra a la almazara acaba en las extractoras. Con las medias de los últimos años, se puede afirmar que de casi seis millones de toneladas de aceituna salen 1,2 millones de toneladas de aceite. El resto va a la extractora. De ese 80% que entra, el 60% se convierte en vapor de agua durante el proceso industrial. Un 2% se convierte finalmente enaceite de orujo. Un 1,8 de pulpa, un 0,7 se transforma en cenizas, un 27 de orujillo, otra parte es el hueso. “Todo se valoriza o se evapora. De la aceituna que llega a la almazara no queda nada”, afirmó.

Hueso y orujillo van a energía, por autoconsumo o comercialización. “Producimos 1,2 millones de toneladas de biomasa, un barbaridad, que además es altamente aprovechable”, apuntó. La pulpa va a la alimentación animal, con 85.000 toneladas anuales como complemento proteico. También se usa la biomasa para obtener biogás, biocombustible y compost, se aprovechan los efluentes, se obtienen pastas de refinería para alimentación animal o cosméticos y otros ácidos grasos y productos para piensos con la ceniza. “Somos la economía circular del olivar y la pieza clave para que el sistema del aceite de oliva sigua funcionando”, concluyó.

El olivar contra el cambio climático

José Antonio Lacal, ingeniero industrial, profesor universitario y emprendedor como socio fundador de Bioliza, considerado uno de los mayores expertos en energías renovables y biomasa del olivar, señaló que hay mucho valor añadido en los subproductos del olivar, “problemas que se pueden convertir en oportunidades”. Destacó el papel que juega el olivar contra el cambio climático como sumidero natural de CO2, y mostró su apuesta decidida por el 4.0, el big data, la eficiencia energética y la gestión de los subproductos como caminos en los que se puede innovar la industria relacionada con el olivar. Unos avanzas que son compatibles con prácticas de conservación del medioambiente.

El experto destacó el papel del olivar como proveedor de recursos energéticos renovables, como astillas, orujillo, leña, que como biomasa para combustibles tienen si están bien tratadas y de calidad emisiones de CO2 de 0,018 kilos por kilovatio/hora frente a los 0,25 de gas natural o el 0,3 del gasóleo.

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Sin embargo se da la paradoja, resaltó, de que zonas que producen muchas toneladas de esta biomasa son sin embargo deficitarias energéticamente hablando. “Estamos ante una industria, la del olivar, que usa energías no renovables que no tenemos y que son más caras que las que sí tenemos en el entorno que además son renovables. Es cierto que hay una legislación estricta y que hay que mejorar aspectos como la imagen del sector, el marketing y el conocimiento. Pero lo cierto es que la industria aceitera tiene que reducir los consumos energéticos y optimizar sus procesos sí o sí, a través de la tecnología, la monitorización de los automatismos, el uso de motores de alta eficiencia y también a través del aprovechamiento de los subproductos del olivar”, explicó a los asistentes.

Para Lacal, “el compostaje tiene futuro si se considera el orujo como subproducto y no como residuo, junto a estiércol, restos de poda, etcétera. Pero con legislación ambiental más laxa”, apuntó. La leña, según su criterio, es una fuente extraordinaria de combustible de calidad, que actualmente no se aprovecha en todas sus posibilidades pues actualmente solo hay una empresa en Córdoba que produce astilla de calidad. El hueso de aceituna limpio y tratado vale en el mercado hasta 120 euros la tonelada. El orujillo gasifica perfectamente bien peletizado, algo que se está haciendo en Extremadura, y se demuestra que es combustible ideal para combustión y peletización. “Hay campo inmenso de crecimiento”, apostilló.

Las investigaciones de este experto llevan a la conclusión de que hay que aportar un nuevo rol a la almazara, que está mucho tiempo cerrada y puede mejorar su gestión. Puede ser centro de producción de biocombustible y autoconsumo. Y generar energía térmica. Para agua de proceso, secar el hueso… “Con la biomasa la almazara puede ser autosuficiente. Hay tecnología, medios y incentivos para lograrlo. Hay que considerar la escala local, pensar modelos de autoconsumo, pequeños, en definitiva, autosuficientes. La almazara tiene un papel fundamental”, aseguró.

Olivicultura mundial

La última mesa redonda de la jornada se dedicó a las estrategias y magnitudes de la olivicultura mundial. Moderó la mesa Juan de Dios Cubero, de Agroisa, que destacó el apasionante momento del sector y su continua evolución.

Pablo Vega, CEO de CBH Agroinnova, destacó que el consumo mundial crece a un ritmo del 3 ó 4% anual, con un incremento en los últimos veinte años del 70%, con casos espectaculares como el 272% de Estados Unidos en una década. “Se estima que en 2020 la demanda de aceite de oliva en el mundo llegará a los cuatro millones de toneladas. A pesar de estas magnitudes, apenas representa un 3% del mercado mundial de las grasas, por lo que hay campo para crecer”, expuso. “Se calcula que para abastecer la demanda se necesitarán 800.000 hectáreas nuevas de alta producción. Así que para esta empresa que instala superintensivo en España, Marruecos y Portugal, el futuro se ve de forma optimista.

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Vega se refirió específicamente a la situación de España como principal productor mundial: “Con mucho olivar de poco rendimiento, dos terceras partes de secano y un 40% en explotaciones de menos de diez hectáreas. El 65% del olivar español produce menos de 3.000 kilos de aceituna por hectárea, cuando olivares superintensivos de riego de altísimo rendimiento llegan a producir 3.000 kilos de aceite por campaña”. “Ahora el superintenviso es el olivar más factible -dijo-. Llevan ya 20 años. La plantación más antigua en España tiene 25 años y está en más de 1.400 kilos de aceite por hectárea”. “Además, en este campo estás muy abierto a la innovación y al avance científico, con setos cada vez más estrechos y más eficientes, que exigen una inversión inicial mayor pero que dan rentabilidades más altas, con fabricantes internacionales de maquinaria buscando la cosechadora perfecta, con desarrollo constante de nuevas variedades y con costes cada vez menores y muy inferiores a cualquier otro sistema”, apuntó.

Juan Vilar expuso también en esta mesa su visión del sector, con el aval de ser una de las voces más reconocidas a nivel internacional para establecer el mapa mundial del olivar. Por su parte, Esteban Momblán, gerente del Grupo Interóleo Picual, analizó el mercado mundial de una forma global, con el objetivo de aportar la conclusión de que el abastecimiento al mercado está garantizado, porque se consume todo lo que se produce, y lanzar un mensaje confianza al sector olivarero. “Es importante tener una visión global para darse cuenta de que se consume toda la producción de aceite. Según el COI, habrá en el mercado entorno a los 3 millones de toneladas de aceite frente a los 2,9 millones que se consumirán. Eso significa que el consumo está garantizado. Por ese motivo, fundamentalmente, entendemos que no hay razones justificadas para que descienda el precio del aceite por debajo de los 3 euros”, explicó Momblán, quien recordó que nos encontramos en el tercer año con menos producción de las últimas seis campañas mientras que las salidas se mantienen en el entorno de las 100.000 toneladas, un dato positivo y que confirma que el mercado está equilibrado.

Y a pesar de que la producción ha descendido con respeto al año anterior, y de que el consumo interno y las exportaciones son algo más débiles entre diciembre y febrero que en 2017, “también es verdad que el precio sólo se ha resentido un 2 por ciento durante los 3 meses de recolección”, indicó. Para continuar: “Además, hay que destacar que los precios en España son ya las más bajos de los países productores de la Cuenca del Mediterráneo, cuando las existencias nacionales a 1 de marzo solo son un 6% superiores al año pasado por las mismas fechas. Es evidente que realizar una gestión adecuada de estas existencias debe permitir no acercarse a precios que supongan pérdida de valor tanto para el agricultor como para toda la cadena. No se consume mucho más porque el precio baje de forma importante”.

¿Por qué no deben bajar los precios?

El consultor estratégico Juan Vilar cerró la presentación de los Diálogos de Expoliva exponiendo algunas claves del panorama internacional del mundo olivarero. Explicó un entorno con 11,5 millones de hectáreas plantadas en 58 países, alrededor 2,7 millones de explotaciones de 3,2 hectáreas de media y un crecimiento, casi todo en superintensivo, de 162.000 hectáreas por año.

Destaco el valor de la innovación. “Otras grasas están innovando para canibalizarnos en los lineales de los supermercados”, apuntó. Puso un ejemplo de una cadena de implantación nacional: de 10 ensaladas, sólo una llevaba aceite de oliva. Las demás llevaban salsa con otros ingredientes. “Otros innovan para vender algo que nosotros tenemos. La cuarta gama no usa aceite de oliva. Quien innova no se ve afectado por bajos precios”, aseguró el experto.

Precisamente sobre los precios centró el cuarto aspecto de su intervención: “No hay razones sólidas para que baje el precio. Hace suficiente aceite para cubrir la demanda. Hay equilibrio entre oferta y demanda, y no hay razones para que baje. No hay razones serias, pero sí razones colaterales. Nos encontramos con una caída estructural de demanda en España, Italia, Túnez, Grecia, motivada por el cambio en patrones de consumo. Hay además una caída coyuntural de la demanda por los precios. Y están las expectativas de cosecha: si se percibe que habrá aceite de sobra el precio tira a la baja. En el consumidor hay una percepción de no satisfacción: hay mucha población que percibe que el precio es caro, y no consume aceite de oliva. Y también hay que considerar que las compañías que envasan no compran de forma constante en contextos de precios altos, como sí hacen cuando los precios son bajos. Vemos que sí hay razones colaterales que afectan al precio a la baja”, explicó Vilar.

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