Proinyec se apoya en el molde para seguir inyectando
La empresa vizcaína Proinyec, ubicada en la localidad de Galdácano y con una segunda planta de inyección en Munguía está gobernada por dos mujeres, dos hermanas, María y Esther Oña, que tomaron el relevo de su padre, para continuar el que actualmente se presenta como un negocio complicado: el de la inyección. Visitamos su empresa para comprender que su larga experiencia en la fabricación de moldes está aportando a este transformador esa diferenciación frente a otros que a veces marca la diferencia en el mercado.
María y Esther Oña, mujeres y hermanas. Y guerreras. Porque cuando dejaron sus respectivos trabajos para hacerse con las riendas del negocio de su padre, la economía en general y la industria de los plásticos en particular, no estaban teñidas del color del sufrimiento, como ahora, como en los últimos años. Pero Esther y María lo han logrado. Tienen en sus manos la herencia de un padre luchador, Manuel Oña, que sacó adelante una empresa con su esfuerzo y su entrega, como lo hacían en los viejos tiempos los emprendedores, sin una formación en la universidad, pero con grasa en las manos. María y Esther no se manchan las manos en el taller de su empresa ubicada en la localidad vizcaína, pero han aprendido mucho de este negocio desde que entraron en él hace unos siete años.
Todo empezó en 1981, cuando Manuel Oña y otro socio creó Industrias Samym, una matricería que llegó a tener 30 empleados. Por exigencias de los clientes surgió la necesidad de comprar 4 inyectoras y fue cuándo se fundó Proinyec. Tras años y años en este negocio los socios se separaron y Manuel apostó más fuerte por la inyección.
Convencido de que en la inyección había un futuro reclutó a sus dos hijas, cuyas vidas profesionales discurrían por otros derroteros. María en 2004 y Esther en 2005 accedieron. Fue el comienzo de lo que hoy es Proinyec, que ocupó entonces unas nuevas instalaciones, las actuales, invirtió en máquinas para el moldeo por inyección y actualizó el taller de matricería. “De cuatro inyectoras pasamos a seis –explica María- y pasamos a tener una plantilla de veinte personas, diez en matricería y diez en inyección. Además, robotizamos todas las máquinas e instalamos un sistema de alimentación de material. Fue un primer paso, muy importante: nuestra incorporación y las inversiones, además de la creación de un sistema de gestión más moderno o el acceso a normas de calidad imprescindibles para trabajar para el automóvil. Posteriormente alquilamos el pabellón contiguo y afianzamos nuestra relación como proveedores de Maier, para lo cual compramos cuatro inyectoras más. Otra inversión importante fue la compra de la Arburg de 500 toneladas. En 2009, cuando la crisis estaba afectando a muchos inyectadores, empezamos a trabajar para Batz, que nos transfirió una serie de moldes, lo cual significó el inicio de una etapa positiva que todavía hoy, continuamos”.
Los materiales más habituales en Proinyec son la resina acetálica (POM homopolímero), ABS, PP, PE, y para la línea blanca mucho PC.
Taller de inyección con 18 inyectoras, taller de mecanizado para la fabricación de moldes con fresadoras y máquinas de hilo, dos plantas de producción (Galdácano y Munguía) y 35 empleados. El 70% de su producción se destina a la industria del automóvil. El 30% restante se reparte entre los sectores eléctrico y electrónico, línea blanca o alimentación. Un entorno típico de hombres, sin duda. Si poco frecuente es encontrar a dos mujeres liderando una industria de transformación de plásticos, igualmente ocurre con su presencia en las revistas especializadas, por lo que la pregunta es inevitable: ¿Se han sentido incómodas en algún momento por ser mujeres? “En absoluto –señala María Oña-. Tal vez en el sector del automóvil es donde mejor nos hemos sentido, yo creo que porque es un sector muy modernizado, con muchas mujeres en los controles de calidad, las ingenieras y departamentos de compras. En estos entornos nos hemos encontrado con muchas mujeres. Sin embargo, es cierto que en los puestos directivos de alto nivel, las mujeres no abundan. Tampoco en la fabricación de moldes ni en los trabajos más técnicos”.
Tanto Esther como María afirman rotundamente que nunca se han sentido discriminadas. Es más, encuentran puntos positivos en la condición de mujer cuando se trata de hacer una labor comercial. “En muchos casos estamos asistiendo a un cambio generacional. Creo que es lógico que yo me encuentre más cómoda negociando con un hombre de 40 años que con uno de 65 que se ha encontrado con pocas mujeres en su vida laboral. Es más una cuestión de edad, pero de alguna manera también influye el hecho de ser mujer, al menos en el primer contacto, cuando se trata de que te den una oportunidad de `vender’ tu empresa”. Tal vez sea eso lo que explica la total sintonía entre María y Esther, dos mujeres que se complementan y “no chocan nunca”, como ellas mismas dicen. “Hacemos un buen equipo –dice Esther-.Afrontamos los problemas juntas y continuamente surgen ideas que ponemos en marcha, una en la teoría y otra en la práctica”.
Entre las dos y con los 35 empleados, lo han logrado. Proinyec es hoy en día un transformador de plásticos bien equipado, que se distingue de muchos otros por su taller de fabricación de moldes. La visión del padre en los inicios y el empuje de las dos hermanas, han ubicado a la empresa en una situación estable. La despedida no deja lugar a dudas: “De cara al futuro somos optimistas, las cosas están mal, pero estamos luchado mucho para lograr tener una empresa sólida y preparada técnicamente capaz de competir con cualquiera en el mercado”.