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¿Por qué innovar? ¿Es realmente necesario? ¿Es realmente para las pymes?

15/04/2005
Ana Ros, experta en gestión de negocios y personas
Ana Ros, experta en gestión de negocios y personas
Según el diccionario, se entiende por innovar, “Mudar o alterar algo, introduciendo novedades” Comúnmente entendemos por innovar introducir modificaciones que implique un nuevo atributo y/o nueva funcionalidad, con objeto hacer del objeto ya existente que sea más útil que sirva mejor a su finalidad –eficaz- y utilizando mejor los recursos –eficiente-, o también, generar algo nuevo: producto, herramienta, proceso...que consiga nuevos o mejores resultados.
El mantenimiento en cambio, siempre según el diccionario, “Conservar algo en su ser, darle vigor y permanencia”, o también “Conjunto de operaciones y cuidados necesarios para que instalaciones, edificios, industrias, etc., puedan seguir funcionando adecuadamente”, o sea, tenemos algo que tenía los atributos que hemos descrito al principio, pero parece perderlos, y de lo que se trata es de devolverla la anterior utilidad.

Del clásico “renovarse o morir”, podemos claramente derivar a “innovar o morir”, aunque innovar no deja de ser una renovación que incluye algo más, un valor añadido que iremos descubriendo.

Para aquellos que piensen que la innovación es algo lejano, inasequible, inaccesible, algo destinado sólo a una elite, me gustaría intentar desmitificar tal “impresión”.

Los motores de la innovación son aquellos que la practican cada día, ya sea consciente o inconscientemente, es decir, los protagonistas somos todos, como siempre, las personas.

Y es verdad que algunas personas tienen muy marcados los rasgos que parecen promover o incitar la innovación. Hablamos de ingredientes tales como: curiosidad, creatividad, inconformismo, ganas de probar cosas nuevas, capacidad de asunción de riesgos, unos gramos de atrevimiento, visionarios,...y, algo muy importante que quizá sea un factor diferencial: no sólo pensar en una nueva manera de hacer las cosas, sino, hacerlas, tener la energía y la capacidad para mover las ideas del plano conceptual al plano de la realidad!

Otras personas en cambio, se sientes más confortables adoptando actitudes más conservadoras, quizá conformistas, aman la seguridad de lo ya comprobado y prefieren no cambiar aquello que ya sirve y ha servido hasta ahora, no arriesgarse.....quizá les parece bien como está todo...

Evidentemente dentro de la caricaturización, se presentan los dos extremos de un continuo en el que caben toda la gama de grises, es más, en función de la situación, el entorno, los condicionantes y el “momentum” una misma persona puede actuar y de hecho actúa, a veces con el gorro de la innovación, otras con el del mantenimiento, incluso otras con el del inmovilismo: “no cambiar nada”

¿Inclasificables aquellos que lo cambian todo para que nada cambie?

En un entorno como el actual, altamente cambiante, profundamente competitivo y exigente, la evolución de una sociedad pasa por su capacidad de adaptación al entorno (algo clásico en la selección natural) y su valor diferencial y ventaja competitiva por su capacidad de adelantarse a las necesidades del entorno, de visionar tendencias, necesidades de mercado futuras, de crearlas…..: aquello de crear necesidades de consumo, nos suena a todos, verdad?

Llegado a este punto debemos hacernos varias preguntas:

¿Quién innova?

Aunque nunca es suficiente, especialmente en un país que está intentando migrar de una economía basada en la competitividad por su mano de obra barata, en todos los sectores primario, secundario y terciario, a una economía de valor añadido, basada en servicios de calidad, diferenciales, y que es capaz de generar “producto”, tecnológico y por supuesto también no intensivo en tecnología, innovamos mucho más de lo que somos capaces de percibir a simple vista.

Es verdad que las estadísticas nos ponen en un lugar poco lucido respecto a otros países, vecinos o no tanto, pero no las vamos a recordar una vez más.

Lo que me interesa remarcar es que la cultura de la innovación trasciende los límites que marcan las legislaciones que se habilitado con objeto de fomentar e incentivar la innovación en nuestro tejido empresarial.

Si pensamos que innovamos aquello que es aceptado por los criterios de las ayudas que vienen de las administraciones, estamos sesgando el resultado. De hecho innovamos mucho más aunque no siempre es fácil explicitarlo y visualizarlo, aunque no siempre lo enfatizamos y aunque no siempre lo valorizamos.

Está demasiada extendida la creencia de que no es posible acceder a la innovación a las empresas que no posean grandes recursos, especialmente a las pymes. Debemos preguntarnos las causas de la distancia entre la cultura de la innovación implantada de forma normalizada en algunas empresas y las barreras de entrada para otras: quizá parte de las respuestas estén en la inaccesibilidad de las fuentes de cofinanciación, la cripticidad del lenguaje, terminologías, la poca transparencia de la información, etc. y la no adaptabilidad a las dinámicas que constituyen la realidad de las empresas de tales formatos. La dificultad para materializar las distintas fuentes de ayudas, subvenciones, incentivos fiscales, etc., la inadecuación de los criterios definidos, ponen un corsé a veces difícil de superar, y establece, de forma involuntaria, una barrera entre las empresas y la administración.

Otra pregunta crítica: Quien debe innovar?

Estamos hablando, de un ciclo vital. Sin formación no hay cultura ni oportunidades, sin investigación, el conocimiento muere obsoleto e inservible, no se regenera. Sin innovación no hay renovación ni avance. Sin avance no hay generación de nuevos productos, ni de nuevos procesos, ni de nuevos conceptos, no se renuevan los estilos de gestión…. Sin nuevos productos la competitividad no es posible. Sin competitividad el modelo económico no es sostenible, porque deja de generar resultados útiles a la sociedad, en términos de aplicabilidad, utilidad, equilibrio coste-beneficio.... El sistema ha de retroalimentarse.

Y…..sin recursos no hay inversión. La llamada a las administraciones para que se sensibilicen y diseñen ayudas suficientes y adaptadas a las realidades de las pymes, es una necesidad que nunca debemos dejar de transmitir.

Fotografía: Solvay
Fotografía: Solvay
Más que hablar del coste de la innovación, habría que intentar, estimar el coste de la no innovación

¿Quién puede innovar?

Más que hablar del coste de la innovación, habría que intentar, estimar el coste de la no innovación.

Partimos de la base de que, en realidad, todos introducimos pequeñas innovaciones de forma constante en el día a día de nuestro trabajo.

Sólo la adaptación a nuevos soportes informáticos, formatos de documentos formas de reportar, de comercializar, de producir, de gestionar proyectos…. todo ello y muchas otras cosa más, constituyen innovaciones nada despreciables que de forma automática incorporamos a nuestra forma de hacer y de gestionar: ya sea por adaptación de nuevas normas del grupo, por el nuevo ERP o plan de sistemas, cambios introducidos por la nueva dirección….pero en muchos casos son por la propia iniciativa de cada trabajador. Es importante fomentar la iniciativa y creatividad que aportan valor a todos los procesos y los hace más efectivos.

Pero la innovación en los procesos estratégicos es la que debe centrar nuestra atención. Los procesos críticos son los que mantienen o dan razón de ser al resto, son el “core business” y pueden ser susceptibles de rápida obsolescencia o pueden estar amenazados por la entrada o una nueva política de nuestros competidores.

En ellos, en los procesos críticos, debemos intentar sistematizar las innovaciones que aseguren la competitividad y por tanto la perdurabilidad.

Es cierto que hoy la tecnología, la investigación y la ciencia en general están más de moda que nunca. Parece que después de la famosa burbuja tecnológica, uno de los múltiples efectos es que se ha conseguido acercar un poco más a la sociedad ciertos conceptos y sensibilidades antes menos maduras, pero aún falta camino por recorrer.

Existen medidas que pretenden fomentar la I+D+I en nuestro país pero la realidad es que, como hemos visto, por diferentes motivos no son accesibles ni aplicables a todos los contextos de forma suficiente y no consiguen incentivar la innovación a todo tipo y tamaño de empresas y actividades.

Sigue quedando pendiente nuevas formas innovadoras de aproximar y de enrolar a todos nuestros empresarios en objetivos tangibles y practicables.

Innovar puntualmente, accidentalmente vs. de forma recurrente formando parte de la estrategia de empresa

Entre todos los agentes de la sociedad, hemos de impulsar la cultura de la innovación como algo inherente a la gestión empresarial, como algo consustancial, como un hábito no como una acción puntual o extraordinaria.

Se necesitan estrategias y modelos que coadyuven a consolidar, promover, potenciar y utillar al país con flujos de conocimiento y acceso a la innovación, que significarán el punto de inflexión hacia una sociedad competitiva, basada en servicios y productos de valor añadido, que nos permita diferenciarnos ante amenazas crecientes como por ejemplo China y otros países del este.

En una sociedad marcada por la globalización, la diversidad y la deslocalización, la diferencia y el potencial de desarrollo vienen determinados por la capacidad real de nuestro tejido productivo de evolucionar a la velocidad que requieren las leyes de mercado y generar respuestas eficaces para la sociedad, en términos de negocio, plataformas, infraestructuras, empleo, riqueza.

El reconocimiento por parte de las empresas de que en su futuro inciden significativamente las decisiones que se adopten acerca de la mejora continua y la innovación como praxis habitual, ya sea en sus procesos, servicios y productos, es en sí misma una buena práctica que augura la consolidación en un mercado evolutivo en el que el cambio constante se gestiona a través de la innovación constante.

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