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Los centros educativos Simphonie están pensados para conciliar la labor de ser padre con la vida profesional

“Imagina trabajar cerca de tus hijos”

Laia Banús26/09/2011

26 de septiembre de 2011

10:15 de la mañana. Mònica Hermoso, directora académica de Simphonie, interrumpe nuestra conversación para saludar a una madre atribulada que lleva su niño a clase. Este sorprendente horario de entrada es sólo uno de los puntos clave e innovadores del proyecto Simphonie, unas escuelas infantiles ubicadas dentro de recintos empresariales e industriales que facilitan 100% la conciliación familiar y laboral de los trabajadores con hijos menores de 3 años. Flexibilidad y proximidad son los pilares de este proyecto que se inició en 2004 con dos centros educativos: en Mercabarna y en la ZAL del Puerto de Barcelona.
Mònica Hermoso y Raúl López ante el centro Simphonie de la ZAL (Barcelona)
Mònica Hermoso y Raúl López ante el centro Simphonie de la ZAL (Barcelona).

Una educación de calidad, un sólido proyecto educativo que fomenta el desarrollo personal del niño, actividades educativas basadas en el juego para un buen aprendizaje, unas modernas instalaciones, la máxima atención al niño, excelentes condiciones higiénico-sanitarias, una alimentación sana y equilibrada… Estos factores son determinantes a la hora de buscar escuela de educación infantil para los hijos una vez pasadas las escasas 16 semanas de baja por maternidad. El proyecto Simphonie va más allá. Sus centros educativos están pensados para poder conciliar la vida laboral con la familiar. Por un lado, están situados dentro de dos recintos empresariales —Mercabarna y el parque empresarial de la ZAL de Barcelona— donde dan servicio a los hijos de sus trabajadores y, por otro, destaca por su extraordinaria flexibilidad y amplitud en sus horarios. Quisimos compartir esta experiencia con Mònica Hermoso y Raúl López, directora académica y director gerente, respectivamente, de Simphonie.

Un proyecto único

No es nuevo que grandes empresas integren en sus instalaciones un centro de educación infantil o de preescolar. Desde la mayor integración de la mujer en la vida laboral, cada vez más las madres jóvenes optan por no renunciar a su carrera profesional cuando son madres. Sin embargo, mientras que en países del norte de Europa o en EE UU es una práctica habitual, en España todavía se ve poco. “Por nuestro trabajo —señala Mònica Hermoso— hemos visitado varias instalaciones de este tipo en EE UU, y te das cuenta enseguida que allí existe una gran concienciación para la conciliación de la vida familiar y laboral a través de escuelas de educación infantil. Es de lo más habitual y normal que en los propios bajos de la empresa monten su escuela”. En España, algunas empresas han optado por hacerlo, como Mercadona, el Banco Santander o el hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona, por poner algunos ejemplos. Pero ninguna de estas escuelas da servicio a un polígono industrial o a un recinto empresarial completo, sino sólo a los hijos de sus empleados.

El anteproyecto de Simphonie surgió en 2002, como un proyecto de fin de carrera de Javier Pont y David Sagristà, alumnos del centro de estudios IESE. Este proyecto fue presentado a su vez a un grupo de inversores que finalmente decidieron ponerlo en marcha. En 2004, con pocos meses de diferencia, se pusieron en marcha las escuelas de educación infantil de Mercabarna y la ZAL. La empresa gestiona, por otro lado, una escuela infantil municipal en el municipio de Sant Pere de Ribes (Barcelona). Actualmente, los dos centros Simphonie tienen entre 50 y 55 alumnos entre 4 meses y 3 años.

Una de las aulas del centro. Simphonie ofrece educación trilingüe desde los 4 meses a los 3 años de edad
Una de las aulas del centro. Simphonie ofrece educación trilingüe desde los 4 meses a los 3 años de edad.

Más allá de estos dos centros, los responsables de Simphonie han tenido muchas propuestas y proyectos para desarrollar su labor en otros recintos, pero de momento ninguna ha fructificado: “Es muy complicado llevar a cabo un proyecto con tal implicación de la conciliación de la vida familiar y laboral y con la crisis, mucho más. Como centro educativo sufrimos la crisis mucho antes que fuera tan visible como ahora”. Y una de las principales complicaciones que impide arrancar nuevos centros es un condicionante sine qua non que exigen desde Simphonie: en los proyectos existentes, sólo un porcentaje de los alumnos recibe alguna ayuda de la empresa donde trabaja alguno de sus progenitores. “En este sentido, consideramos como un factor importante en nuestro modelo el hecho que la mayoría de las empresas de un parque industrial se impliquen económicamente ayudando a sus empleados a sufragar una parte del coste de la escuela infantil”, afirma Mònica Hermoso.

En la actualidad, de 50 alumnos que tienen los centros, sólo reciben algún ayuda cerca de un 25% de las familias. Estas ayudas se desarrollan en varias modalidades. Por ejemplo, “las aportaciones que efectúa la empresa por este concepto no tributan en concepto de IRPF al no tener la consideración de rendimiento del trabajo en especia y está exento en el pago a la Seguridad Social al no computar dentro de la base de cotización”, cuenta Raúl López, director gerente de Simphonie. También puede realizarse a través del ‘cheque guardería’ que utilizan muchas empresas. “Además, hasta el año 2010 se permitía una deducción en el Impuesto de Sociedades. En 2011 esta deducción se ha suprimido”, añade López.

Pero en realidad, el beneficio económico que le supone a la empresa colaborar de este modo con sus trabajadores con hijos pequeños no es tan remarcable. Según Raúl López: “la mayoría de las empresas que ayudan a sus empleados lo hacen más por otras ventajas como son cumplir con su responsabilidad social corporativa, para mejorar su imagen e incluso para retener un trabajador, que finalmente valorará estos beneficios económicos y se lo pensará dos veces antes de irse a otra empresa”. Reteniendo talento, también se evita mayor rotación de personal, lo que supone también más gastos administrativos, indemnizaciones o abogados. “El trabajador está también más satisfecho, pierde en estrés laboral y gana en puntualidad y tranquilidad. Al final es un cúmulo de pequeñas cosas que hacen que el empleado valore más su trabajo y su empresa y que trabaje más motivado” añade López.

Una enseñanza única

Las principales diferencias de Simphonie con otros centros dirigidos a niños de la misma franja de edad y que les permite a las familias la tan buscada conciliación las resume Mònica Hermoso con dos palabras: proximidad y flexibilidad.

“Nosotros dejamos una cosa muy clara a los padres desde el principio: los niños vienen aquí a aprender. Sus padres no los dejan aquí porque ellos deban ir a trabajar; deben implicarse totalmente en la educación de sus hijos, porque al fin y al cabo es su responsabilidad. Por eso siempre reclamamos colaboración y apoyo en las actividades del centro. Los niños vienen a aprender y los padres están cerca, cosa que aprovechamos y ellos aprovechan”.

La colaboración de los padres se materializa con la participación en actividades donde pueden implicarse de forma voluntaria y gratuita dentro de tres grandes áreas: música, psicomotricidad y manualidades. Hay espacios familiares, salas abiertas en que los padres pueden acudir cuando quieren, “vienen a visitar a sus hijos cuando pueden ‘escaparse’ y jugar y estar con ellos”.

Con esta premisa clara, el centro ofrece “una escuela abierta a las familias con total flexibilidad horaria”. Ejemplo de ello es que es bien entrada la mañana y todavía llegan niños para comenzar sus clases. “¿Qué es más importante, que el niño llegue a las 9 de la mañana porque es la hora que abre la escuela o que llegue a la hora en la que ha podido disfrutar más de sus padres? Quizás su madre trabaja a turnos y no lo volverá a ver hasta la noche, cuando evidentemente el niño ya estará durmiendo”. Asimismo, la directora académica de Simphonie no cree que llegar a diferentes horas rompa el ritmo de las clases: “Los niños lo viven como un hecho normal, no como una angustia. No lo sufren porque están acostumbrados a ello”.

Otro ejemplo de esta política de flexibilidad y apertura a las familias es que los centros Simphonie disponen de sala de lactancia. “La mayoría de los alumnos empiezan en nuestra escuela con 4 meses. Así pueden continuar tomando leche materna porque su madre trabaja cerca y tiene este derecho y puede ejercerlo. Las madres, cuando se lo permite su horario o aprovechando descansos, se ‘escapan’ y pueden venir a alimentar a sus hijos en total libertad”.

Uno de los patios del centro Simphonie donde, entre varias actividades, los alumnos cultivan un huerto ecológico...
Uno de los patios del centro Simphonie donde, entre varias actividades, los alumnos cultivan un huerto ecológico. Al fondo, el edificio Service Centre de la ZAL.

El horario de la escuela se establece en función de los alumnos matriculados y se adapta a sus necesidades. “Hemos llegado a abrir desde las 6:30 de la mañana y hemos llegado a cerrar a las 8 de la tarde. Actualmente hacemos de 7:30 a 18:30 pero si tuviéramos un mínimo de 5 alumnos que necesitaran acabar más tarde o llegar más pronto, cambiaríamos el horario sin problema”. Eso sí, hay límites. “No somos un ‘aparcamiento’ de niños y consideramos que un niño no puede estar en la escuela más de 9 horas”, afirma tajante Hermoso.

Pero además de la flexibilidad del horario, es remarcable que Simphonie está abierta todos los meses del año. No cierran por periodos vacacionales —ni verano, ni Navidad, ni Semana Santa— ni hacen puentes ni ‘semana blanca’. “Nuestro curso no empieza en septiembre sino cuando los padres lo necesitan. Tenemos niños que empiezan el 25 de agosto y otros en octubre”. Tampoco realizan jornadas reducidas en verano. Lo que sí se hace en periodo estival es un ‘casal’, cursos y actividades especiales para sus alumnos y también para niños de 3 a 6 años, la mayoría hermanos mayores de alumnos.

La escuela de la ZAL educa a cerca 50 niños de diferentes puntos geográficos de Cataluña
La escuela de la ZAL educa a cerca 50 niños de diferentes puntos geográficos de Cataluña.

Pero este ‘oasis’ se termina cuando los niños llegan a los 3 años y deben empezar la escolarización obligatoria. “Entendemos que nuestro modelo no es extrapolable a preescolar o a primaria, porque el niño debe integrarse en su barrio, en su pueblo. Nosotros tenemos aquí niños de Girona o de Tarragona porque uno de sus padres trabaja en la ZAL”.

Programa Juntos

En 2005 se suscribió un Compromiso entre la Junta de Castilla y León, Ayuntamientos y las Asociaciones y Agrupaciones de Empresarios por el que, dada la importancia que en esta comunidad iban adquiriendo los polígonos industriales, se comprometían a poner en marcha centros de atención a niñas y niños de 0 a 3 años en los polígonos, con el objetivo de promover la conciliación de la vida familiar y laboral y mejorar las condiciones laborales de los trabajadores. Según este programa —llamado Programa Juntos— los Ayuntamientos facilitan la parcela, la Junta de Castilla y León construye y las Asociaciones de Empresarios o el Ayuntamiento gestionan los centros.

El Programa Juntos tenía prevista la creación de 10 guarderías en polígono industriales de Castilla y León. Una de ellas, la de Montalvo (Salamanca), de la que el pasado mayo el Ayuntamiento de Salamanca cedía su gestión de funcionamiento y mantenimiento a su Asociación de Empresarios, oferta 61 plazas destinadas preferentemente a hijos de empresarios y trabajadores del polígono industrial ‘El Montalvo I y II’. En caso de que no se cubra la oferta, tendrían acceso, en segundo lugar, los niños cuyos padres, tutores o representantes legales estén empadronados en Salamanca, y si aún quedarán plazas vacantes serían admitidos los hijos de las familias que los solicitaran.

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