Encuentro entre naturaleza y realidad
El lema de este año del concurso de jardines efímeros de Allariz ha sido: “Allariz, la belleza que inspira”. Nuestra fuente de inspiración es sin duda el bosque gallego y su relación con Allariz, el rio Arnoia y el puente de los dos ojos. La belleza que inspira es quizá la conjunción de todo lo que el árbol significa y refleja desde el principio de la humanidad hasta el paso del tiempo: Es saber mirar hacia el interior.
La obra de creación de un jardín, como elemento de la naturaleza, se somete fundamentalmente a las mismas leyes generales que rigen cualquier obra creadora. En principio las particularidades estéticas de todos los elementos que se hallan en juego deben constituir su punto de partida, pues siempre serán sus componentes más importantes.
El carácter de un jardín y su distribución depende de la función que se le atribuya, pero para alcanzar cualquier objetivo es importante partir de unos principios predefinidos. Uno de ellos se refiere al justo reparto de luz; esta afecta al tamaño y al número adecuado de las plantas. Nuestra parcela, una de las más pequeñas, apenas unos 400 m, era uno de nuestros retos.
Para conceptualizar los viejos árboles se utilizó bimbio trenzado (una técnica antigua y característica de la zona) como representación de sus atormentados troncos, y para conseguir el reflejo de las copas en el agua, se diseñó una plantación de brezos (compañero inseparable del bosque gallego) en diferentes tonalidades del rosa al blanco, si bien por contingencias externas en la ejecución, el brezo fue sustituido por begonias.
Utilizamos el árido gris oscuro como si fuera el agua e intercalamos árido dorado asemejando el tintineo que produce la luz al atardecer en el frondoso bosque. Cuando la vegetación se refleja en el agua refuerza y subraya los efectos del color y del espacio en todo su conjunto. Esta reverberación acompaña al centelleo del agua en los días de verano. La abstracción del puente la formamos con el cruce de cuatro semi-circunferencias metálicas con terminaciones planas paralelas al suelo que confluían en un punto de un camino ondulante.
Pero este pequeño jardín celta de apenas 400 m2 guarda en su interior un gran misterio: todo el que pasea por él, encuentra un punto mágico: “su punto de eco” Basta con decir unas palabras para que el jardín te las devuelva en forma de vibración. Es el secreto del jardín, la sorpresa, un encuentro entre naturaleza y realidad. Y así el paseo se convierte en aventura, en una experiencia individual e inolvidable, un regalo para los sentidos.
Como definición de eco apreciamos que el oído puede distinguir separadamente sensaciones que estén por encima del tiempo de persistencia acústica, que es 0,1 segundos para sonidos musicales y 0,067 segundos para sonidos secos (la palabra o un aplauso). Por tanto, si el oído capta un sonido directo, y, después de los tiempos de persistencia especificados, capta el sonido reflejado, se apreciará el efecto del eco.
Si queremos, podemos expresarlo en distancia, ya que el sonido tiene que cumplir la siguiente fórmula: d (distancia)=v (velocidad) x t (tiempo). La velocidad del sonido es de 340 m/seg.
En el caso de un sonido musical será: d = v x t = 340 x 0,1=34 metros. El sonido tiene que ir y venir por lo tanto será 17 + 17 metros
En el caso de un sonido seco será: d = v x• t = 340x 0,067 = 22,78 metros = 11,4 + 11,4 metros.
Sustentar una explicación al fenómeno sólo en base a datos empíricos restaría al carácter artístico y poético de la obra, 'magia' y trascendencia.
El hecho incontestable es que tras la introducción de los elementos físicos y contingentes y por qué no, de su componente poética, geométrica, simbólica, cultural, social, que han conformado la intervención paisajística, se aprecia un fenómeno acústico que no hace sino dotar al “lugar” de una nueva componente sensorial con todo tipo de connotaciones.
El cómo unos elementos metálicos interactúan con el entorno para redireccionar y reflejar las ondas acústicas procedentes de las conversaciones y comentarios que se suscitan como parte de la experiencia del jardín no es otra cosa que un elemento más a añadir al conjunto de la contemplación y experimentación de la obra.
La aparición de efectos y consecuencias no previstos conscientemente forma parte de la experiencia artística en la que al superponerse, unas veces de forma consciente y otras inconscientemente, denotaciones, connotaciones, significados, geometrías, materiales, colores, se trascienden intenciones y se alumbran entidades con vida propia.