El control del deslumbramiento resulta un punto clave para garantizar un adecuado entorno lumínico y la reducción de las perturbaciones en el campo de visión

En el contexto global en el cual nos encontramos, donde los conceptos lumínicos buscan materializarse en soluciones óptimas con la tecnología de la cual disponemos, devolver el protagonismo a los requerimientos individuales del usuario parece una estrategia más que acertada. En cambio, buscar soluciones lumínicas únicamente mediante fórmulas empíricas, las cuales se basan originariamente en los mismos conceptos subjetivos de los cuales hablamos, parece como mínimo cuestionable e invita a la reflexión. La estrategia a seguir debería consistir en comprender que resolver satisfactoriamente una instalación de iluminación debe pasar previamente por la inclusión de las subjetividades de los posibles usuarios; y si eso no fuera posible, facilitar la futura adaptación de la misma a los requerimientos visuales de dichos usuarios mediante su control para conseguir una propuesta con un confort visual eficiente.

Pero la importancia de la calidad de la iluminación no sólo afecta a nuestra percepción del espacio. La visión depende de la luz, y por lo tanto esta puede tener consecuencias positivas o negativas en la salud de las personas a nivel físico y mental, siendo clave un buen diseño lumínico en espacios donde el bienestar y el confort resultan prioritarios o de gran importancia. En estos casos, para conseguir un confort visual atendiendo a los parámetros que afectan a un diseño de iluminación eficiente (en nuestro caso el deslumbramiento), también se deben tener en cuenta los condicionantes fisiológicos y psicológicos de los usuarios (como el envejecimiento o la sensibilidad ocular, por ejemplo). Preocuparse por cómo brillos, luminancias y niveles pueden perturbar la comodidad o salud de pacientes, usuarios temporales o permanentes en edificios como los equipamientos socio-sanitarios parece, como mínimo, necesario.

Según la UNE-EN 12646-1:2012, entendemos el deslumbramiento como la “sensación producida por las luminancias situadas dentro del campo de visión que son suficientemente superiores a las luminancias a las que los ojos están acostumbrados, las cuales pueden provocar molestias, incomodidad o la pérdida de la percepción visual o la visibilidad”. De los dos tipos de deslumbramiento en espacios interiores, molesto y perturbador, se especifica la importancia de controlar los límites del primero debido a sus implicaciones y efectos en la salud y el confort de los usuarios, que pueden llegar a afectar nuestra fisiología, carácter e incluso comportamiento.

Para entender completamente el significado de estos términos, cabe destacar que la percepción visual no se trata únicamente del 'transporte' de la información visual, sino la interpretación que nuestro cuerpo hace de esta información. Por lo tanto, siempre se debe considerar que la percepción es subjetiva, dependiendo de las capacidades psicológicas y fisiológicas del individuo. En definitiva, el ojo es un receptor de información, la cual es procesada a través del cerebro y es la interpretación de estos datos lo que llamamos visión. Al tratarse esta de una suma de valoraciones personales e interpretaciones individuales, no existe un consenso teórico por lo que respecta a qué se considera deslumbramiento molesto. Sin embargo, sí existen una serie de estudios empíricos que han permitido definir unos parámetros, los cuales se han estandarizado como los valores límite del deslumbramiento, entre los cuales destaca el Índice del Deslumbramiento Unificado (UGR), basado en la publicación CIE 117-1995. El UGR representa el valor adimensional que proporciona la información sobre el grado psicológico de afectación del deslumbramiento de una instalación eléctrica en un espacio interior. Es importante destacar el concepto 'psicológico', pues pese a la voluntad de definir un sistema objetivo y empírico con el cual controlar el deslumbramiento sufrido por el usuario, existe un factor subjetivo que tiene que ver con la percepción de la sensación de malestar por deslumbramiento.

Para controlar esta sensación, como establece Erco en su definición del Efficient Visual Confort, el objetivo debe ser conseguir un diseño de iluminación cualitativo que proporcione un ambiente lumínico confortable en lugar de procurar únicamente el cumplimiento de los valores normativos. Por lo tanto, la iluminación debe tener en cuenta los requerimientos tanto del ojo (fisiología) como del cerebro (psicología), los cuales intervienen en el proceso de percepción de 'lo que vemos', y generan distintas interpretaciones de la misma situación en función de cada individuo. Para elaborar un proyecto de iluminación completo que tenga en cuenta todos estos factores llegamos a la conclusión que es imprescindible controlar los condicionantes del espacio donde nos encontramos, los requerimientos específicos según el uso y, por supuesto, los condicionantes del usuario.

El problema al cual nos enfrentamos con el deslumbramiento es que habitualmente trabajamos con valores estandarizados y aceptados como válidos por el CIE pese a la necesidad de gestionar necesidades individuales diversas. La adaptación de estos modelos a las subjetividades del usuario parece ser un punto olvidado en este proceso de universalización de las soluciones lumínicas, donde el único objetivo es la estandarización para evitar los obstáculos técnicos en el intercambio de productos y servicios a nivel nacional e internacional. Por eso, cuando decimos que una luminaria tiene un UGR=19 lo que queremos decir es que ese es el valor UGR obtenido en un caso de estudio con unas determinadas condiciones específicas, pero cualquier cambio en las dimensiones del local, la posición del observador e incluso los acabados pueden afectar a estos resultados.

El contraste entre las superficies que nos encontramos dentro de nuestro campo visual afectará directamente a nuestro confort visual y por lo tanto y finalmente a nuestra visibilidad. Es importante garantizar una iluminación adecuada tanto de los planos horizontales con altos requerimientos luminosos como los planos verticales, donde el bañado de pared es necesario para garantizar unos contrastes moderados entre superficies. En la Guía de Iluminación de la web de Erco se especifica por ejemplo que disponer de un espacio con el plano vertical adecuadamente iluminado afecta al 80% de la percepción de luminosidad del mismo y por lo tanto a nuestra visión. Controlar este hecho puede provocar una reducción real de la sensación de deslumbramiento molesto, aunque podría resultar insignificante a nivel de cálculo lumínico.

Un ejemplo práctico para entender esta causalidad es la percepción que tenemos de los faros de los coches durante el día o en plena noche y en condiciones de oscuridad relativa. Un coche con los faros encendidos a plena luz del día no resulta ni mucho menos tan molesto como en plena noche, debido al contraste generado entre la fuente de luz, el entorno y el observador. Sin embargo, la intensidad de la fuente de luz no ha variado, pero sí lo ha hecho el contraste entre la luminosidad del entorno visual y de la fuente de luz. Es por este motivo que la reducción del contraste generado entre las distintas luminancias del espacio puede ayudar a la reducción de la perturbación del entorno visual.

Como hemos comentado con anterioridad, la tabla 5.3 de la UNE EN 12464-1:2011 establece una serie de valores de UGR máximos en función de los requerimientos y exigencias visuales que se les presuponen a distintos usos. No obstante, aunque estos valores permitan determinar unas relaciones del deslumbramiento admisible, es imprescindible tener en cuenta tanto el uso actual de los mismos como los posibles cambios que pueda haber en un futuro. No será lo mismo un espacio de estar de una residencia geriátrica que en un hospital infantil. Facilitar el control de la iluminación de estos espacios resulta imprescindible en salas de uso polivalente, y controlar distintas escenas y situaciones de luminosidad o de aporte de luz natural será clave para asegurar unas condiciones óptimas de iluminación. Erco ofrece luminarias con regulación DALI que combinadas con sistemas de control Bluetooth, permiten controlar desde dispositivos móviles las luminarias individualmente o por grupos y, a su vez, crear distintas escenas que adecúen la instalación de iluminación a los requerimientos necesarios en cada caso.

El hecho de iluminar adecuadamente un espacio puede tener importantes consecuencias en lugares donde el confort visual es de extrema importancia y las afectaciones tanto fisiológicas como psicológicas del deslumbramiento pueden perturbar la salud del usuario con consecuencias importantes, como por ejemplo en ámbitos de aplicación de edificios socio-sanitarios como hospitales, residencias o centros psiquiátricos. Estos edificios requieren de condiciones lumínicas mucho más exigentes con el Confort Visual Eficiente ya que sus usuarios se pueden ver afectados positiva o negativamente por la instalación de iluminación. Además, existe la complejidad de gestionar simultáneamente espacios que deben parecerse más al entorno doméstico (zonas de recepción, descanso o espera, habitaciones…) y otras donde se requiere de altas iluminancias para realizar tareas de alto rendimiento visual (exámenes y tratamiento de patologías, curas…).

Ventajas de la iluminación cualitativa para un correcto EVC en edificios con exigencias visuales elevadas

Como se ha comentado en el apartado anterior, la creciente preocupación por conseguir instalaciones de iluminación específicamente diseñadas para producir efectos beneficiosos a nivel fisiológico y psicológico en los usuarios, incluyendo efectos visuales y no visuales, busca contribuir a la elaboración de un diseño de iluminación adecuado a las personas. Instalaciones que han procurado cumplir con estos principios han producido una mejora en la recuperación, una reducción de la medicación e incluso la reducción de los tiempos de ingreso en hospitales. Llamamos a este concepto 'Healthcare Ergonomics', el cual pretende la reconversión de los edificios socio-sanitarios en espacios cada vez más confortables, avanzando hacia unas experiencias y servicios más satisfactorios.

Numerosos estudios han demostrado que la exposición de nuestro campo visual a una fuente(s) de luz brillante puede provocar desde sensación de fatiga visual, quemazón en los ojos, lagrimeo y bizqueo hasta dolores de cabeza o malestar. Instalaciones de baja calidad o mala planificación pueden provocar situaciones de empeoramiento del estado de los pacientes. Al contrario, en instalaciones sanitarias (hospitales, clínicas…) donde el control de la iluminación se pone a la disposición del paciente se ha demostrado que la mejora de las condiciones ambientales ayuda al usuario a relajarse más eficazmente e incluso se han llegado a demostrar mejoras en los plazos de curación.

Otros casos de extrema importancia son las Residencias Geriátricas o Centros de Salud Mental. La normativa UNE proporciona directrices de requerimientos lumínicos para personas sin problemas de visión o psiquiátricos. El mismo Unified Glare Rating (UGR) no tiene en cuenta los cambios en la percepción visual del deslumbramiento producidos por cambios fisiológicos, aunque por ejemplo personas mayores de 50 años necesitan un mayor tiempo de recuperación del fotoestrés (o cambios de luminosidad bruscos). Por otro lado, pacientes con glaucoma tienden a padecer una alta sensibilidad a la luz, con lo que la constante readaptación del ojo a los nuevos condicionantes puede suponer una carga desagradable o dolorosa.

La realidad social de nuestro país, con una de las medias más altas en lo que respecta a esperanza de vida es que, con el envejecimiento progresivo de la población, centros como las residencias geriátricas se están transformando para favorecer más la comodidad, autonomía e independencia que estas personas exigen para sentirse como en casa, atendiendo a factores diferenciales producidos por la edad. Por ejemplo, diferentes estudios han comprobado que la sensibilidad del ojo a la luz varía a medida que envejecemos y la sensación de perturbación por deslumbramiento se ve incrementada.

Pero no solo afecta a nuestra visión la salud, estructura y edad del ojo, sino también el cerebro, pues es este quien interpreta de una forma u otra la información que recibe del primero. Una mala iluminación puede provocar trastornos visuales, cefaleas y fatiga general en los usuarios, y en concreto fotofobia, visión doble… Los altos contrastes entre espacios insuficientemente iluminados y el brillo de las luminarias, las superficies brillantes que pueden generar reflexiones especulares, etc., se ha demostrado que pueden incluso provocar crisis en pacientes con demencia, por ejemplo. Es por eso que, en situaciones especiales como estas, en determinados estudios se recomienda reducir el UGR permitido en 1 grado (de 19 a 16, por ejemplo), idea que parece adecuarse más y mejor a los requerimientos del usuario. Aunque no sea más que una recomendación y no se incluya ni esta sugerencia ni otras anteriormente comentadas en la normativa, parece que se están dando pasos encaminados hacia la adecuación del cálculo empírico del deslumbramiento a los requerimientos lumínicos que pretenden hacer más confortable la estancia a usuarios y pacientes.

A lo largo de los últimos años se ha hecho patente la idea que la arquitectura socio-sanitaria ha evolucionado hasta prácticamente convertir centros de salud en hoteles gracias a la adaptación al bienestar de pacientes y visitantes. Como se puede leer en Lightbericht 95 de Erco, publicado en 2012: “[…] La imagen de la arquitectura hospitalaria se ha transformado en los últimos tiempos. La nueva entrada evoca más bien la de un hotel moderno, desterrando la estética de las sombrías puertas recubiertas de linóleo y con olor a desinfectante […]. Las superficies de pared del interior están iluminadas mediante bañadores de pared, de modo que por la noche se transmite el atractivo efecto de un cubo transparente que irradia su propia luz. […] Las zonas de espera acogedoras y cómodamente amuebladas se distancian de las zonas de tránsito y de servicio, gracias a un nivel de iluminación atenuado”.

Para conseguirlo, los proyectos de iluminación han procurado cumplir con un confort visual eficiente, prestando especial atención a diferentes factores entre ellos el deslumbramiento molesto. En todos los modelos matemáticos que se han propuesto como respuesta a su cálculo empírico, se han omitido los factores fisiológicos y psicológicos de los usuarios, los cuales se pueden ver afectados por la edad y la salud física o mental de los mismos. De esta forma se pone en entredicho el cálculo del UGR, y se puede determinar que condicionantes distintos a los visuales juegan un papel más importante a la hora de determinar la sensibilidad al deslumbramiento molesto.

Gestionar adecuadamente estos requerimientos visuales que contribuyen a evitar la percepción de malestar producida por el deslumbramiento es de gran necesidad. No obstante, una limitación excesiva del deslumbramiento puede llegar a provocar una mala iluminación de los espacios con exigencias lumínicas elevadas. Para ello resulta prácticamente imprescindible el uso de sistemas de control o regulación, los cuales pueden contribuir al aumento del confort del paciente e incluso a la reducción de los periodos de recuperación, generando espacios más confortables.

La apuesta por un diseño de iluminación cualitativo, la iluminación vertical, la luminotecnia efectiva, la eficiencia energética y un control de luz inteligente para la personalización del usuario, hacen que sea posible disponer de un Confort Visual Eficiente en edificios como los socio-sanitarios donde es prácticamente indispensable. El control del deslumbramiento resulta un punto clave para garantizar un adecuado entorno lumínico y la reducción de las perturbaciones en el campo de visión, mejorando no sólo la percepción de dicho espacio y la estética del lugar, sino la experiencia del usuario y por lo tanto el proyecto de iluminación y de arquitectura.

Bibliografía

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