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Cultivo perdido de los Incas

El fomento del cultivo de la chirimoya en América Latina

HorticomNews26/11/2004

Características del fruto, lugar de origen, distribución y producción actual y desarrollo de la chirimoya como cultivo especializado (limitaciones a la producción, infraestructura para la elaboración y el transporte, apoyo institucional y factores relativos a la comercialización).

El desafío de los mercados especializados para imponer un fruto desconocido.

La chirimoya (Annona cherimola Mill), también llamada chirimolla, es uno de los denominados «cultivos perdidos de los incas» (Vietmeyer, en Popenoe et al., 1989) que se ha extendido por el mundo desde las montañas andinas. Muy conocida entre las poblaciones indígenas de América Latina, sólo resulta familiar para un grupo limitado de consumidores fuera de la región y es casi totalmente ignorada por la corriente principal de la ciencia agronómica.

En América Latina, particularmente en el Ecuador, la chirimoya puede llegar a ser un cultivo subtropical comercial para los campesinos de escasos recursos y para los agricultores comerciales que dirigen sus productos a los mercados internacionales (George, Nissen y Brown, 1987; Sanewski, 1991; Rasai, George y Kantharajah, 1995). El análisis que sigue se centra en los problemas que plantea el fomento de este cultivo, particularmente en lo que respecta a la infraestructura, el apoyo institucional y los factores comerciales.

CARACTERÍSTICAS

La chirimoya es un árbol bastante denso, de crecimiento rápido, que con frecuencia pierde las hojas durante el período más frío. Puede alcanzar nueve o más metros de altura, pero su crecimiento se estanca con gran facilidad. Los árboles jóvenes crecen formando ramas opuestas, que se pueden hacer trepar por una superficie o podar para conformar un tronco independiente regular.

El fruto de la chirimoya es un conjunto carnoso (sincarpo) de forma primitiva con los carpelos dispuestos en espiral que se unen después de la fructificación. Cada segmento de carne, es decir cada uno de los frutos, contiene una única semilla dura de color negro en forma de judía. El fruto es cónico o en forma de corazón, alcanza entre 10 y 25 cm de longitud y hasta un máximo de 15 cm de anchura y pesa por término medio de 250 a 800 g. Cuando alcanza la madurez se torna de un color ver de pálido o cremoso; se considera que está demasiado maduro cuando la piel adquiere un tono marrón oscuro o negro. La piel, delgada o gruesa, puede ser suave, con marcas que se asemejan a huellas dactilares, o estar cubierta de protuberancias de forma cónica o redondeada que quedan de las flores.

La chirimoya es un fruto de zona árida que se consume fresco y cuando ha alcanzado la plena madurez. Los frutos, dulces y jugosos, se cortan y se comen con una cuchara. Tienen un elevado contenido de azúcar (del 20 al 22 por ciento) y una escasa proporción de ácidos (1 por ciento) (Popenoe et al., 1989; Pittmann, 1956). La carne, blanca y cremosa, tiene un fuerte aroma que recuerda a una mezcla de fresa, banano y ananás. Las semillas no son comestibles. El sabor de la fruta madura mejora si se enfría inmediatamente antes de consumirla; los frutos maduros se pueden congelar y consumir en forma de helado. La chirimoya se utiliza también para fabricar helado, batidos o sorbetes y se elabora para formar yoghurt, flan, zumo de fruta y vino (Popenoe et al., 1989).

LUGAR DE ORIGEN, DISTRIBUCIÓN Y PRODUCCIÓN ACTUAL

La chirimoya es originaria de una zona que corresponde en la actualidad al sur del Ecuador y el norte del Perú. La provincia de Loja y el llamado valle sagrado de Vilcabamba, en el Ecuador (California Rare Fruit Growers Association, 1996), son los probables centros de biodiversidad. En el valle de Vilcabamba todavía subsisten rodales silvestres de chirimoya. El árbol y a se había extendido hacia el sur de México, América Central y la parte septentrional de América del Sur cuando lo conocieron los conquistadores en el siglo XVI. Sin embargo, no fue hasta el siglo XVIII cuando las semillas de la chirimoya llegaron a España y Portugal, desde donde pasaron a Italia, Egipto y Palestina, y finalmente al resto del mundo.

El fruto se cultiva principalmente en el Mediterráneo (Popenoe et al., 1989; Anderson y Richardson, 1990; Sanewski, 1991). España es el principal productor mundial de chirimoya, con unas 3 600 ha cultivadas en el sur del país, que en 1991 produjeron 20 000 toneladas de fruta (Sanewski, 1991).

La chirimoya está considerada como un cultivo importante en Chile, donde se cultiva en una superficie de alrededor de 1000 ha para los mercados internacionales, principalmente los Estados Unidos, el Japón y diversos países latinoamericanos (Gardiazabal, 1999). La fruta también se produce a escala comercial limitada en la Argentina, Bolivia, el Ecuador, México y el Perú (Sanewski, 1991), y reciente mente también se ha empezado a cultivar en Colombia y el Brasil.

En los Estados Unidos, se cultiva en el sur de California desde 1871; las 120 ha cultivadas de Carpintería producen 1 000 toneladas anuales para los mercados nacionales y de exportación (Grossberger, 1999 y comunicación personal). La demanda supera ampliamente a la oferta en todos los mercados de los Estados Unidos, pues la mayor parte de la fruta nunca sale de California, que es el único estado productor. Los principales costos de mano de obra corresponden a la poda, la polinización, la lucha contra las hormigas y termitas, el riego y la recolección.

Fuera de Europa y las Américas, la chirimoya se cultiva en Africa central (y de forma experimental en Sudáfrica), Tailandia, Indonesia, Australia y, recientemente, en Nueva Zelandia (Rasai, George y Kantharajah, 1995). Por lo general, los precios, tanto al por mayor como al detalle, son elevados, pero los costos son altos y las importantes pérdidas debidas a las heladas y la rajadura de las frutas son un problema habitual. En Sudáfrica hay que contar además con la amenaza de la mosca de la fruta.

Pese a estos ejemplos de cultivo comercial, lo cierto es que la mayor parte de las chirimoyas que se consumen o se venden proceden de plantas silvestres o cultivadas en huertos familiares. En particular, es un importante cultivo doméstico en Bolivia, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela. Sólo en Chile, España y los Estados Unidos se pueden encontrar plantaciones de chirimoyas.

EL DESARROLLO DE LA CHIRIMOYA COMO CULTIVO ESPECIALIZADO

En América Latina, la producción de la chirimoya se lleva a cabo en un doble contexto, ya sea como cultivo de subsistencia o por pequeños productores (se recolecta en su forma silvestre o se cultiva en huertos y apenas se comercializa) o en condiciones comerciales (con cultivares mejorados y bajo riego, y con una organización comercial y una infraestructura de elaboración).

El fomento de la chirimoya como cultivo generador de ingresos debe orientarse hacia los dos sectores y tener en cuenta las necesidades de ambos. La experiencia indica que incluso un aumento limitado de los niveles de insumos y una ligera mejora de la tecnología pueden influir positivamente en los rendimientos. Por otra parte, una mejor organización de las actividades del sector comercial puede tener consecuencias positivas páralos agricultores de subsistencia.

El fomento de la chirimoya como un cultivo especializado por el que se obtengan precios elevados en los mercados locales, nacionales e internacionales, como ya se ha hecho con el kiwi (Actinidia chinensis o Actinidia deliciosa) dependerá de los siguientes factores:

• la superación de las limitaciones a la producción;

• el desarrollo de la infraestructura adecuada para la elaboración, el transporte y la comercialización;

• un mayor apoyo institucional, particularmente en lo que respecta a los recursos financieros;

• la adopción de una estrategia apropiada de organización de las ventas y de comercialización para introducir el producto entre los consumidores.

LAS LIMITACIONES DE LA PRODUCCIÓN

Frecuentemente, los agricultores se refieren a la imposibilidad de acceder al equipo agrícola, la mano de obra y los insumos básicos (fertilizantes, plaguicidas y variedades y/o material de injerto adaptados) como un obstáculo importante a la producción. Por lo general, en las zonas subtropicales la lluvia es una fuente de agua poco fiable. La escasez de agua y las inundaciones estacionales ocasionan daños físicos a los árboles, trastornos fisiológicos y una mayor incidencia de las enfermedades.

La chirimoya es particularmente vulnerable, dado que crece en un suelo superficial con una limitada capacidad de almacenamiento de agua, en tierras en pendiente propensas a la erosión. Están por desarrollar las prácticas de gestión del agua, tales como las técnicas de aprovechamiento hídrico y la utilización de terrazas, y no se han investigado ni desarrollado plenamente las posibilidades locales de riego.

La recolección de la chirimoya en el momento oportuno es esencial desde el punto de vista de la calidad. Si se recogen cuando están maduros, los frutos se pasan con gran rapidez, pero si se recolectan cuando aún están verdes, la maduración subsiguiente a temperatura ambiente no plantea graves problemas. En el árbol, los frutos maduran en momentos diferentes, de manera que los campesinos deben comprobar la madurez de cada uno de los frutos y recolectarlos a intervalos, lo cual entraña unos costos de mano de obra.

LA INFRAESTRUCTURA PARA LA ELABORACIÓN Y EL TRANSPORTE

La chirimoya, un fruto delicado y con un periodo de conservación limitado, debe ser recolectado cuando aún no está maduro y transportado con gran cuidado. La disponibilidad de una infraestructura de elaboración adecuada, con instalaciones en la explotación y fuera de ella, o con la tecnología necesaria para almacenar y/o madurar el fruto, reduciría en parte los problemas de almacenamiento de la fruta fresca y aseguraría la distribución de un producto de mayor calidad y más valioso.

Un sistema viario deficiente dificulta el transporte y el acceso a los mercados y a los bienes y servicios necesarios y constituye una traba para la comunicación de la información esencial sobre el mercado. La existencia de una infraestructura de transporte más adecuada que vincule las zonas de producción rurales con los núcleos urbanos en los que se pueden adquirir insumos y comercializar los productos agrícolas es imperativa para el éxito de una economía rural basada en la chirimoya.

EL APOYO INSTITUCIONAL

No es posible separar el desarrollo de un cultivo específico como la chirimoya del contexto más amplio del desarrollo rural, en el que se han de tener en cuenta otros aspectos como la atención sanitaria, la educación, las finanzas, el acceso al agua y a la energía y la promoción de la economía rural no agrícola. Aunque los gobiernos y la comunidad de donantes atribuyen una gran importancia al desarrollo de la agricultura en pequeña escala, de hecho, las actuales políticas tienden a favorecer a los núcleos urbanos y carecen de una estructura jurídica y material sólida para prestar apoyo a los pequeños agricultores y a las comunidades rurales.

El agricultor de subsistencia o en pequeña escala interesado en utilizar tecnología moderna y variedades mejoradas de chirimoya es considerado por las instituciones financieras como un elemento de alto riesgo para los programas de crédito orientados a la producción. Los denominados programas de microfinanzas parecen privilegiar las actividades urbanas en detrimento de las rurales, y con frecuencia los pequeños productores ignoran las ayudas institucionales a las que pueden acceder.

Por consiguiente, el acceso limitado al capital mantiene a los campesinos pobres en el nivel de subsistencia, con una dependencia de las donaciones, ayudas y préstamos subvencionados. Esta situación se ve agravada por una elevada inflación y por la falta de acceso al sector bancario, que desincentiva el ahorro. La desconfianza de los pequeños agricultores hacia los sistemas de producción y comercialización occidentales les lleva a sentirse pesimistas hacia cualquier cosa distinta de sus modelos de desarrollo económico y de producción tradicionales, definidos centralmente.

Las actividades de extensión, además de facilitar información sobre la chirimoya, deberían proporcionar una información general sobre los cultivos alimentarios básicos, a fin de que los campesinos conocieran las innovaciones relativas a los insumos y los métodos de producción y de que adquirieran un mayor conocimiento de los procedimientos de comercialización. Esto parece especialmente importante en las primeras fases de una intervención de desarrollo, teniendo en cuenta que la mayoría de los pequeños productores no están afiliados a ningún tipo de organización agraria.

Está muy extendida la opinión de que las actividades de extensión (sea quien fuere quien las organice) son esenciales para ayudar a los agricultores a adoptar métodos de producción más comercializados y a utilizar servicios externos, como el crédito y la comercialización. Además, los agentes de extensión pueden actuar como intermediarios o intérpretes de las voces de los agricultores hacia las diferentes partes interesadas en el desarrollo, tanto en la zona de que se trate como en otras. Desafortunadamente, los servicios oficiales de extensión carecen del personal necesario y los agentes de extensión, mal pagados, no tienen en muchos casos la formación adecuada.

Otro problema que debe abordarse sin dilación es el de la tenencia de la tierra. Una inversión o estrategia de desarrollo a largo plazo de un cultivo perenne como la chirimoya no podrá llevarse a término si los agricultores no disponen de un acceso seguro a la tierra. Especialmente en América del Sur, es un problema espinoso que se debe resolver antes de adoptar cualquier iniciativa de fomento del cultivo.

Aunque existen en el Ecuador algunos servicios de investigación agraria de excelente calidad, que han incluido recientemente en sus programas las necesidades de investigación de los pequeños agricultores de subsistencia, se necesita una labor más intensa de investigación y más ensayos en la explotación para conocer y mejorar los sistemas de cultivo en vigor. La investigación y el desarrollo se deben orientar más claramente en función de la demanda y es necesario buscar soluciones para afrontar los problemas que hayan especificado los agricultores.

Los pequeños y los nuevos productores son particularmente vulnerables cuando se introduce una nueva tecnología o insumos más costosos; no sólo se han de investigar atentamente las propias innovaciones, sino también la forma de introducirlas. Lo más conveniente es que los agricultores y sus organizaciones participen desde el primer momento en el desarrollo de nuevas variedades, interviniendo en la evaluación del programa de germoplasma y mejoramiento.

FACTORES RELATIVOS A LA COMERCIALIZACIÓN

La mayor parte de los problemas que se han enumerado hasta el momento están relacionados con la producción en pequeña escala. Si la producción de chirimoya no permite a las familias obtener unos ingresos de los que puedan disponer libremente, su introducción en las zonas de escasos recursos no podrá ser socialmente sostenible. Sin embargo, para aumentar los ingresos agrícolas, es necesario conseguir una mayor producción y productividad utilizando procedimientos adecuados de comercialización.

Las deficiencias en materia de comunicaciones, transporte y procesos de comercialización hacen difícil, cuando no imposible, que los campesinos puedan aprovechar las oportunidades del mercado. La mejora de los mercados y de sus servicios (almacenamiento, transporte, etc.) es indispensable para fomentar el comercio de productos agrícolas y no agrícolas. La producción de chirimoyas de América del Sur podrá destinarse a los mercados americanos, europeos y japoneses si se cumplen estas condiciones v se adoptan los sistemas apropiados.

A medida que comienza a ser más conocida, la chirimoya es objeto de una mayor atención por parte de los investigadores, cultivadores y consumidores de un gran número de países (Grossberger. 1999). Probablemente, la comercialización de la chirimoya se organizará en torno a una red de intermediarios mayoristas que introducirán, desarrollarán y crearán mercados para la chirimoya como una fruta especial. Otra clave para el éxito es conseguir una colaboración estrecha entre productores y vendedores (Caplan, 1996; Van Damme, 1998). A través de los sistemas de cultivadores contratados, los productores y/o grupos de productores se garantizan la venta segura de su producción y obtienen insumos y asesoramiento de los comerciantes. Al comienzo, los productores podrían consignar las chirimoyas al comerciante, que les pagaría a la venta del producto.

Sea cual fuere el cauce elegido, será necesario elaborar una estrategia apropiada de envase y comercialización y para ello los productores individuales y las cooperativas de producción deberán aglutinarse en América del Sur para formar estructuras que permitan garantizar la producción en el momento preciso y a unos precios razonables, y establecer vínculos con empresas o asociaciones de mayoristas en los países del norte. Estas estructuras deberían garantizar también un precio justo a los productores e intermediarios, quizá por conducto de organizaciones comerciales equitativas. Sería deseable que los comerciantes al por menor también cooperaran y establecieran estrategias comunes de comercialización en los diferentes países y continentes.

El desarrollo comercial de la chirimoya podría verse limitado a corto plazo por la escasez de producción, porque su ampliación puede plantear importantes riesgos financieros a los productores y porque la zona productiva es limitada por efecto de las variedades y técnicas de cultivo que se conocen actualmente. La investigación deberá ampliar el número de zonas productivas potenciales mediante el desarrollo de nuevas variedades.

La localización de las zonas idóneas para efectuar unas inversiones que resulten financiera, ecológica y socialmente sostenibles puede ser considerada como un primer paso crucial para ofrecer incentivos y conseguir que la producción en pequeña escala sea una parte viable de una economía rural en crecimiento. Lo más conveniente sería que el cultivo de las chirimoyas se hiciera con cantidades reducidas de insumos y con variedades mejoradas que permitieran conseguir aumentos importantes de la producción.

La investigación debería centrarse en el desarrollo de técnicas de propagación in vitro (Castro, Cautón Morales y Biancani, 1999), la obtención de variedades mejoradas, las técnicas de producción respetuosas del medio ambiente, incluida la lucha biológica contra la mosca de la fruta, la elaboración y la reducción de las pérdidas poscosecha.

CONCLUSIÓN

Los factores que pueden facilitar el desarrollo comercial de la chirimoya son los siguientes:

· la existencia, en ocasiones, de amplios grupos de poblaciones étnicas familiarizadas con sus características, en muchas regiones del mundo occidental;

· la movilidad cada vez mayor de los posibles consumidores, pues el turismo en lugares exóticos contribuye a familiarizarles con productos que antes eran desconocidos;

· la posibilidad de que la chirimoya pueda resultar atractiva para la población en general como un producto especializado étnico o exótico:

· la existencia de productores emprendedores y comerciantes al por mayor y al por menor en las posibles zonas de cultivo y en los lugares donde se encuentren los consumidores o cerca de ellos;

· los esfuerzos que puedan hacerse para seleccionar variedades mejoradas;

· la investigación básica y aplicada en diferentes niveles (privado y público) y países;

· el bajo costo de los factores de producción (tierra, insumos y fuerza de trabajo) que confiere a América Latina una ventaja comparativa con respecto a otros lugares.

Una gran dificultad para conseguir un cultivo especializado deriva del hecho de que incluso si tiene una buena aceptación entre los consumidores, podrían transcurrir varios años hasta que las ventas cubrieran el costo inicial de desarrollo del producto. El sector privado duda sobre la conveniencia de invertir en la investigación y desarrollo de nuevos cultivos, lo cual es necesario a largo plazo y comporta un riesgo elevado, y los adaptadores y usuarios esperan hasta que el beneficio y los márgenes potenciales sean más evidentes y menos arriesgados antes de invertir en nuevos cultivos (Jolliff, 1996). Por ello, nuevos cultivos que podrían ser viables, como la chirimoya, no se han desarrollado hasta alcanzar el nivel de rentabilidad para el sector privado. Por lo tanto, los gobiernos deberían financiar los programas de mejora de los cultivos, en lo que respecta a la selección y fitomejoramiento, y estimular a las universidades y a los científicos a cooperar con el sector privado.

Teniendo en cuenta, especialmente, que los costos de oportunidad de la tierra y la mano de obra son reducidos, que existe material fitogenético diverso para mejorar y desarrollar nuevas variedades, y que se dispone de los conocimientos científicos y la tecnología apropiados, sería posible, pese a todo, conseguir que la chirimoya se convirtiera en un sólido producto generador de ingresos. Según Jollif (1996), la pérdida de oportunidades de ingresos que ocasiona la falta de desarrollo de nuevos cultivos no sólo tiene graves consecuencias socioeconómicas para los agricultores y las zonas rurales, sino que resulta extremadamente gravosa para los contribuyentes, especialmente cuando se dan todas las condiciones básicas necesarias para poder desarrollar el cultivo. Por lo tanto, el sector público, los organismos donantes internacionales y las organizaciones no gubernamentales deberían aunar sus esfuerzos e invertir fondos para fomentar el cultivo de la chirimoya.

Bibliografía

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Caplan, F. 1996. Marketing new crops to the American consumer. En J. Janick. ed. Progress in new crops, p. 122-126. Alexandria, Virginia, Estados Unidos. ASHS Press.

Castro, M., Cautón Morales, R. y Biancani, L. 1999. Evaluation of three disinfection protocols and three protocols for the use of antioxidants in in vitro cultivation of cherimoya (Annona cherimola) and the quantitative deterination of phenolic content in branches. Proceedings of the First International Symposium on Cherimoya, Loja, Ecuador, 16-19 de marzo de 1999. Acta Horticulturae (en prensa).

Gardiazabal, F. 1999. Characterisation of 10 cherimoya cultivars (Annona cherimola) and their response to artificial pollination in the zone of Quillota, Chile. Proceedings of the First International Symposium on Cherimoya, Loja, Ecuador, 16-19 de marzo de 1999. Acta Horticulturae (en prensa).

George, A.P., Nissen, R.J. y Brown, B.I. 1987. The custard apple. Queensland Agricultural Journal, September-October: 287-297.

Grossberger, D. 1999. The California cherimoya industry. Proceedings of the First International Symposium on Cherimoya, Loja, Ecuador, 16-19 de marzo de 1999. Acta Horticulturae (en prensa).

Jolliff, G.D. 1996. New-crops R&D: necessity for increased public investment. En J. Janick, ed. Progress in new crops, p. 115-118. Alexandria. Virginia. Estados Unidos, ASHS Press.

Pittmann, E.C. 1956. La chirimoya. Circular N° 71. Lima. Perú, Estación Agrícola Experimental «La Molina». 22 págs.

Popenoe, H., King, S.R., León, J. y Kalinowski, L.S. 1989. Lost crops of the Incas: little known plants of the Andes with promise for worldwide cultivation. Report of an Ad Hoc Committee on Technology Innovation Board Science and Technology for International Development, National Research Council. Washington, D.C., National Academy Press. 415 pp.

Rasai, S., George, A.P. y Kantharajah, A.S. 1995. Tissue culture of Annona spp. (cherimoya, atemoya, sugar apple and soursop): a review. Scientia Horticulturae, 62: 1-14.

Sanewski, G. 1991. Custard apples, cultivation and crop protection. Brisbane, Australia, Queensland Department of Primary Industries. 103 pp.

Van Damme, P. 1998. Smallholder/private sector policy and programming initiative for East and southern Africa - Zambia mission, August/September 1998. Informe confidencial al FIDA. Roma. 46 págs.

http://www.fao.org/

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