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La nueva normalidad coincide en el calendario con la época de menos trabajo de la campaña de la agricultura intensiva almeriense

Invernaderos: la no tan nueva realidad postCovid-19

Elio Sancho García17/06/2020
La agricultura intensiva lleva años utilizando medidas de higiene y protocolos de seguridad de forma estandarizada, lo que facilita la transición hacia esta nueva era. El trabajo en el invernadero apenas se ve afectado, mientras que los almacenes de manipulado registran importantes aumentos de costes en la mano de obra y la energía por el cumplimiento del distanciamiento social

Han transcurridos varios meses desde que se decretó el estado de alarma en España, el pasado 14 de marzo (Real Decreto 463/2020), y mientras el país se despereza aún del reciente proceso de desescalada, todas las actividades económicas se están viendo afectadas, teniendo que adaptarse de la noche a la mañana, en la mayoría de los casos, para garantizar la supervivencia del negocio, tras los cierres temporales, los ERTE, la merma de ingresos, los protocolos de seguridad y la incertidumbre ante las consecuencias socioeconómicas de la denominada ‘nueva realidad’.

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En el caso del sector hortofrutícola, la situación ha sido muy diferente y el confinamiento, prácticamente, ha pasado de largo para sus protagonistas. No en vano, su labor fue considerada como esencial en el Real Decreto-ley 10/2020, publicado en el Boletín Oficial del Estado del pasado 29 de marzo. Los agricultores han permanecido al pie del cañón desde el primer día, garantizando el suministro de alimentos con fluidez y dotando de normalidad a un escenario que si se ha caracterizado por algo no ha sido precisamente por el exceso de normalidad. El trabajo de campo realizado por los productores ha tenido continuidad en el resto de eslabones de la cadena, pasando por el manipulado, la comercialización, la logística y la distribución.

“Es indudable que ya estamos mejor que al principio de todo esto porque ya sí es fácil encontrar y comprar equipos de protección individual (EPI), sobre todo, guantes y mascarillas, que era lo más complicado de conseguir en los primeros días de esta crisis debido a las dificultades de abastecimiento”, explica Andrés Góngora, responsable de Frutas y Hortalizas de Coag España y secretario provincial de Coag Almería, además de agricultor.

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A ello se une el hecho de que Andalucía fue de las primeras en entrar la tercera fase de la desescalada, lo que facilita la movilidad, incluso, entre diferentes provincias, para todas las personas. “Desde hace semanas ya podemos ir hasta cuatro personas en un mismo vehículo, algo que estaba prohibido al comienzo de esta situación”, lo que dificultaba los desplazamientos de los agricultores y de sus trabajadores hasta las fincas de explotación, así como a los almacenes de confección de la producción.

Además, la nueva normalidad coincide en el calendario con la época de menos trabajo de la campaña de la agricultura intensiva almeriense, en la que sólo quedan los cultivos de primavera-verano, principalmente, melón y sandía, y algunas hortalizas como pimiento, tomate, pepino corto o berenjena, que han alargado su ciclo, pero que representan una superficie muy escasa. En este sentido, el punto de mira se encuentra en los preparativos de cara a la próxima cosecha, lo que facilita la transición hacia esta nueva coyuntura.

Invernadero estándar

Para Andrés Góngora, la 'era postCovid-19' no afectará demasiado en el día a día de un invernadero. “Cuando se habla de guantes, mascarillas y otros elementos de protección y de higiene puede parecer lejano para mucha gente, pero para los agricultores es muy habitual el uso de este material y de un gran número de medidas protectoras desde hace años, por lo que al sector le ha pillado con gran parte del camino ya recorrido”, señala. “La agricultura intensiva almeriense está acostumbrada a luchar contra los virus vegetales, cambiarse los guantes cada poco tiempo, desinfectar las herramientas para no contaminar las plantas o situar alfombrillas desinfectantes a la entrada de la finca”, relata Góngora. Cuestiones que ahora han aplicado a su rutina diaria también para evitar el contagio entre personas, algo muy diferente a la agricultura extensiva, que en muy escasas ocasiones ha necesitado este tipo de medidas para sus trabajos.

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El representante de Coag Almería apunta que la situación postCovid-19 no afectará al coste de la mano de obra en los invernaderos, al menos, en los de tamaño estándar, de alrededor de una hectárea de superficie, que es la media mayoritaria en esta provincia. En cuanto al uso de material para protección, salvo los primeros días de la crisis, reconoce que no va a encarecer los costes de producción: “Nuestro modelo se basa en una agricultura intensiva, con unos costes medios de entre 30.000 y 40.000 euros al año, dependiendo de la especialización o no del cultivo, pero somos pocas personas trabajando en cada invernadero, no ocurre lo mismo en explotaciones extensivas como el ajo o el espárrago. Ahora ya han bajado los costes de las mascarillas y se puede comprar un paquete de 50 por 30 euros; si incluimos los costes anuales, de unos 500 euros, en equipos de protección, para unos gastos globales de hasta 40.000 euros, se puede ver que su amortización es bastante fácil”.

Donde sí notarán los gastos en mayor medida será en los almacenes de confección de los productos hortofrutícolas, pues en muchos de ellos trabaja más de un millar de personas cada día, lo que significa reponer constantemente los EPI, además de invertir en geles hidroalcohólicos, así como efectuar labores de limpieza y desinfección de instalaciones, suelos y maquinaria varias veces al día, al menos, en cada cambio de turno.

Andrés Góngora, responsable de Frutas y Hortalizas de Coag España y secretario provincial de COAG Almería

Andrés Góngora, responsable de Frutas y Hortalizas de Coag España y secretario provincial de COAG Almería.

Góngora destaca el cambio radical que ha supuesto esta situación en cuestiones como el uso del plástico, considerado hasta ahora como el ‘enemigo público número uno’ de la sociedad. Sin embargo, como consecuencia de la crisis del coronavirus, se han vuelto las tornas y muchas grandes cadenas de distribución “ya no quieren productos desnudos”, afirma el responsable de Coag, solicitando expresamente el envasado en plástico y el uso de lejía o desinfectantes a base de hipoclorito para el lavado de frutas y verduras mínimamente procesadas.

Sí afectará en macroinvernaderos

En las explotaciones de mayor tamaño, el grado de afección sí es mayor. Es el caso de muchos modelos de invernadero ubicados en el levante almeriense, construidos en esta zona en su búsqueda de terreno ‘virgen’ para este tipo de agricultura, que han llegado huyendo de la saturación de las zonas del poniente como Roquetas de Mar, El Ejido, La Mojonera y Vícar, en muchos casos, de la mano de grandes grupos empresariales, que han optado por diversificar su negocio hacia la agroalimentación como un refugio estable para sus inversiones, tras el ‘terremoto’ experimentado en la crisis económica de 2008 con los sectores de la construcción y la inmobiliaria.

No es el caso de la compañía catalana Gavà Grup, que con más de medio siglo de historia en el sector agroalimentario y cuatro generaciones de agricultores a sus espaldas, aterrizó en tierras almerienses hace quince años con el objetivo de aprovechar las condiciones climatológicas favorables para producir y confeccionar variedades hortofrutícolas de gran valor añadido en esta zona y sacarle aún más partido a sus canales de comercialización europeos ya establecidos hasta entonces. La empresa posee invernaderos de más de 30 hectáreas, construidas y cultivadas en una misma parcela, lo que la convierte en un referente en el modelo de gestión de macroinvernaderos en Almería.

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Francesc Llonch, gerente de Gavà Grup, desgrana las dificultades que han vivido durante las semanas del estado de alarma. “Ha sido de locos durante varias semanas. No hemos parado la actividad ni un solo día, toda la producción ha ido directa a los súper y la gestión del personal se ha complicado por los protocolos de seguridad dentro del invernadero, estableciendo controles de entrada y salida escalonada, a la hora de fichar, el distanciamiento, el transporte en autobús, que al principio sólo se podía realizar con un 33% de la capacidad y después al 50%… Llegamos a contar con 18 autobuses para la recogida y el transporte del personal”, relata.

Al principio, Llonch describe que era difícil conseguir material de protección y se compraban mascarillas de un solo uso, hasta que llegaron al mercado las lavables. En el almacén de confección de producto ha sido aún más complicado que en el invernadero, con el abastecimiento de mascarillas y el cumplimiento de la distancia de seguridad.

El gerente de Gavà Grup se lamenta con amargura del celo con el que desempeñó su trabajo la Guardia Civil en aquellos días. “Nos visitaron tanto en las fincas como en el almacén, aparte de pararnos los autobuses de recogida del personal prácticamente todos los días; a mí me llegaron a parar seis veces en un mismo día”.

También critica la postura de los supermercados: “Las dos primeras semanas nos dijeron que sí a todo, pero después fue todo como siempre”. Asegura que esta situación ha supuesto un aumento de costes importante, tanto por el transporte como por el material de protección, los cuales, no se pueden repercutir a la distribución, mientras que “ellos sí han repercutido sus sobrecostes”. Respecto al futuro, parafrasea al empresario estadounidense Warren Buffet: “Esta crisis va a ser como cuando baja la marea y se ve quién va desnudo”. A su juicio, al turismo le va a afectar mucho, y a Almería aún más por su falta de buenas infraestructuras de comunicación, aunque prevé que el sector agroalimentario ha sido y será de los menos afectados.

Cultivo ecológico

Respecto al sistema de producción de un invernadero de ecológico, desde Biosabor aseguran que el nivel de afección será igual que en aquellos dedicados a cultivos convencionales. Desde esta empresa con sede en Níjar se posicionan de forma similar a Andrés Góngora y dicen que muchas de las medidas y protocolos de seguridad ya los tenían implementados con anterioridad, por lo que la adaptación ha sido relativamente fácil. “Al sector hortofrutícola le afectará poco en sus quehaceres diarios, aunque sí que se notará en los costes, que serán mayores”.

Comercialización

Desde la óptica de la comercialización de frutas y hortalizas, Coexphal, la patronal almeriense de productores y exportadores hortofrutícolas de Almería, indican que el coste del transporte se ha incrementado entre un 20 y un 30% con la Covid-19. “Esto ha venido por el riesgo de transportar la mercancía hacia los destinos europeos, pues había muchos conductores que no querían viajar, y muchos camiones han tenido que regresar de vacío”, señala Luis Miguel Fernández, gerente de Coexphal. Al menos, reconoce que se ha podido repercutir una parte “vía precio y el mercado ha respondido”.

Fernández recuerda que la mayoría de empresas y cooperativas hortofrutícolas comenzaron a trabajar desde febrero con los protocolos de seguridad, a través de sistemas de prevención de riesgos laborales mancomunados, además de que se mantuvieron numerosas reuniones con los delegados territoriales de Salud y de Agricultura de la Junta de Andalucía, para establecer recomendaciones y mejoras. “Dos días antes de que se anunciara el estado de alarma estuvimos reunidos con el delegado de Salud y nos felicitó por todo el trabajo previo que ya teníamos desarrollado”.

Almacén de la alhóndiga La Unión

Almacén de la alhóndiga La Unión.

Luis Miguel Fernández, gerente de Coexphal
Luis Miguel Fernández, gerente de Coexphal.

El gerente de Coexphal asegura que desde el 16 de marzo se han adaptado tanto agricultores como almacenes, la primera semana, más de ajuste por la falta de equipos de protección individual y la información de los protocolos, el idioma con los trabajadores extranjeros, las limitaciones en el transporte, así como las entradas y salidas escalonadas. “Todo acompañado del lógico miedo, pero se fue ganando confianza, se estandarizaron los protocolos y, aunque hubo una media de absentismo laboral del 20% en la primera semana, coincidió con el final de la campaña de otoño-invierno y el arranque de la de primavera, lo cual facilitó la transición”.

Desde primeros de abril, las empresas comercializadoras estaban demandando tests para sus cooperativas y agricultores. Aunque la Consejería de Salud les prometió que serían los siguientes en la lista tras los hospitales y las residencias, finalmente no fue necesaria su intervención, pues desde Coexphal lograron acceder a ellos. “Desde hace más de un mes y medio, ya hemos hecho pruebas de todo tipo; en Coexphal trabajamos más de 200 personas y se han realizado pruebas a todos, además de que se han llevado a cabo en empresas, a través de unidades móviles y estamos haciendo seguimiento”.

Trabajo en CASI durante la crisis del Covid-19
Trabajo en CASI durante la crisis del Covid-19.

Respecto al futuro, Fernández reconoce que el coste de la mano de obra se ha encarecido en los almacenes por tener que doblar turnos para poder confeccionar las mismas cantidades que se manipulaban antes del distanciamiento social, para poder cumplir los protocolos de separación exigidos, al tener menos manipuladoras en el mismo espacio de trabajo. “Para algunos productos como el pimiento tricolor o la confección con tarrinas se han puesto pantallas, que también supone un coste, lo que se suma a la factura eléctrica, pues se necesitan más horas de trabajo para los mismos kilos de antes”. De momento, el mercado ha respondido, demandando la producción y absorbiendo una parte de esos sobrecostes, pero el gerente de Coexphal apunta que es imposible saber si esto seguirá siendo así en el futuro. “Lo que es seguro es que el turismo va dar un bajón importante en su aportación al Producto Interior Bruto y le tocará tirar del carro a la agricultura”, señala.

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