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Tan antigua como la plantación de árboles, es la poda de los mismos

Criterios de poda en arbolado urbano

Javier Fernández Villameytide09/04/2003

Desde tiempos remotos, los ejemplares cultivados para la obtención de frutos han sido reformados con regularidad con el fin de potenciar sus capacidades y aumentar de este modo su producción. El problema ha surgido cuando el arbolado ha comenzado a instalarse con fines ornamentales en calles y otras ubicaciones urbanas.

Tan antigua como la plantación de árboles es la poda de los mismos. Desde tiempos remotos, los ejemplares cultivados para la obtención de frutos han sido reformados con regularidad con el fin de potenciar sus capacidades y aumentar de este modo su producción. El problema ha surgido cuando el arbolado ha comenzado a instalarse con fines ornamentales en calles y otras ubicaciones urbanas.

La falta de criterios para la formación de este tipo de ejemplares incitó a propietarios y responsables a aplicar los mismos criterios productivos tradicionales a este arbolado fuera cual fuese su especie o condición. Esta circunstancia ha originado una serie de problemas que, aún hoy en día, venimos arrastrando en innumerables poblaciones españolas sea cual sea su población y nivel de desarrollo.


Basta darse un simple paseo por cualquier ciudad española para poder constatar el desmochado continuo de un chopo como reflejo de las actuaciones ejecutadas sobre los fresnos de las afueras de la población desde tiempos inmemoriales para la obtención de leña fina. Del mismo modo, podremos encontrar sin problemas ejemplares terciados y pinzados a semejanza de ciertos frutales de cara a su posterior injerto con la variedad productiva deseada.

A la búsqueda de los objetivos que han guiado este tipo de actuaciones, encontraremos respuestas basadas en la tradición transmitida de padres a hijos desde varios siglos atrás o un interés inusitado en una supuesta "limpieza" de la estructura precisamente eliminando la misma.

Hoy en día, tras la realización de infinidad de estudios en este sentido y la puesta en marcha de distintas experiencias en cantidad de municipios regidos por profesionales innovadores, parece del todo punto inconcebible la justificación de estas actuaciones traumáticas que no suponen más que un aumento de la peligrosidad del arbolado frente a bienes y personas a la par que disminuyen en la misma medida el valor patrimonial de nuestras ciudades.


El concepto más importante a dejar claro es que la poda artificial es completamente innecesaria para el crecimiento y viabilidad de cualquier árbol en un entorno forestal. La conocida como "poda natural" o "autopoda" es llevada a cabo por los mismos árboles con el fin de desprenderse de una serie de ramas en las que su follaje no recibe un nivel de luminosidad tal que resulte rentable para la realización de sus funciones frente a sus necesidades de mantenimiento.

El problema surge cuando ese mismo arbolado es implantado en un medio artificial e inadecuado como es el urbano en el que, unas veces por su mala planificación y otras veces por su inadecuada gestión, se convierten en un peligro para las personas con las que conviven o en una molestia para la circulación de vehículos o transeúntes. En estas situaciones, la poda se convierte en una herramienta imprescindible para hacer viable la convivencia conjunta de estos espectaculares seres vivos con las personas que los han instalado.

Por otra parte, no debemos olvidar la faceta artística del ser humano como tal gracias a la cual se han desarrollado un conjunto de técnicas de poda que, en muchos casos, se han traducido en un aumento sustancial del valor intrínseco del arbolado tratado.


Del mismo modo, en el estudio de la propagación y tratamiento de ciertas enfermedades fitopatológicas, se ha determinado la conveniencia de retirar aquellas ramas afectadas para evitar el contagio de árboles vecinos. En cualquier caso, algunas voces han puesto de manifiesto el detrimento de capacidad fotosintética asociada con estas actuaciones que pudieran limitar las posibilidades de defensa del ejemplar frente a la propia enfermedad. Aún es necesario el desarrollo de distintas investigaciones en este sentido.

Con estas premisas, estamos ya en condiciones de establecer una serie de criterios que podrían regir las actuaciones de poda en el medio urbano:

  • Seguridad material de bienes y personas.
  • Estética.
  • Fitopatología.
  • Motivos estructurales según las condiciones del entorno.

En cualquier caso, con carácter preceptivo, deben tenerse en consideración una serie de aspectos básicos para determinar los objetivos y criterios a aplicar en cualquier tipo de poda:

  1. Conocer a la perfección la biología del árbol y su estado de desarrollo para planificar y efectuar las actuaciones con las máximas garantías de cara a la viabilidad del ejemplar.
  2. Estudiar la respuesta de cada especie a los distintos tipos de poda para no comprometer su futuro con una actuación inadecuada.
  3. Estudiar con detenimiento las condiciones del entorno de ubicación para conocer sus necesidades particulares de tipo estructural y de tránsito.

De formación, de mantenimiento, de seguridad, de reestructuración o aquitecturizadas son distintos tipos de poda a efectuar cuyas premisas y técnicas particulares podrían perfectamente ser tema de un posterior artículo. Analizando con precisión los tres puntos anteriores, tendremos elementos de juicio para aplicar los criterios de poda adecuados y escoger el tipo de poda que más se oriente a la consecución de los objetivos marcados.


En todo caso, y con carácter general, podemos establecer una serie de criterios de ejecución a la hora de abordar cualquier tipo de poda siempre y cuando no confluyan elementos extraordinarios a evaluar por un experto en arboricultura:

  • Eliminar las ramas secas presentes en la estructura.
  • Eliminar las ramas excesivamente juntas o cruzadas que pudieran dar lugar a problemas de corteza incluida.
  • Eliminar tocones remanentes que dificultan la cicatrización y cierre de heridas.
  • Eliminar las ramas enfermas que pudieran suponer un peligro de infección para el resto de estructuras sanas.
  • Eliminar ramas con peso excesivo y con un punto de inserción defectuoso.
  • Aclarar ciertas partes de la copa que supongan un empuje excesivo por parte del viento de cara a un punto de inserción poco fiable.
  • Reequilibrar una copa desestructurada por una poda inadecuada o por accidente.

Lo más importante es recordar que la poda de ramas vivas no deja de ser una actuación traumática en mayor o menor medida para el árbol. Deben ponerse todos los medios a nivel de planificación, plantación y mantenimiento para minimizar el impacto causado al ejemplar en cualquier momento de su desarrollo como garantía para obtener un arbolado de calidad desde el punto de vista de su aspecto estético, su nivel de seguridad y su valor patrimonial.

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