El poder de la etiqueta

Los detallistas pueden obviar las dudas del consumidor sobre la frescura de las comidas preparadas utilizando el poder del envasado y de las etiquetas para comunicar su apuesta por la calidad, indican dos reconocidos expertos de la industria alimenticia en la convención bianual de la North American Association of Food Equipment Manufacturers, la convención norteamericana de la asociación de fabricantes de equipamiento para la industria de la alimentación.

William Ryan, el vicepresidente asociado del Instituto Culinario de América, de Hyde Park, Nueva York, y Richard Vergili, un profesor de sanidad de una escuela, dicen que la fórmula para establecer un programa de aliementos en fresco rentable son partes iguales de seguridad alimentaria, merchandising, callidad, variedad y conveniencia. Todo puede canalizarse hacia los compradores via packaging y, especialmente, etiquetado. El primero de los especialistas menciona un ejemplo de una caja octogonal que se abría a un plato dorado que contenía la comida, algo que vio en un viaje hecho a Japón. El experto invitaba a sus coterráneos a cuidar la estética de la comida conveniencia.

En la preparación, todos los días debe empezarse a trabajar con producto fresco y elaborar lotes pequeños; mientras el producto está a la venta deben hacerse regularmente análisis de su estado. En la tienda hay que cuidar que el apilamiento de los envases no entorpezca el mantenimiento del frío. La colocación de estos productos cerca de una puerta o de una caja favorece su venta.

Una vez que el producto está en manos del consumidor, ¿qué puede hacer el detallista para comunicar cómo utilizar ese alimento? Etiquetas con instrucciones claras -gráficos llamativos y procedimientos simples- son muy efectivas. En ellos se puede explicar cómo reconocer si un alimento tiene problemas de conservación. Tampoco es necesario pretender poner todas las instrucciones en una etiqueta; los materiales de merchandising -carteles de diferentes tipos, folletería- pueden ser una ayuda importante. En el punto de venta los consumidores pueden encontrar folletos sobre higiene personal, contaminación cruzada y explicaciones más detalladas sobre las relaciones entre tiempo y temperatura con el estado del alimento. Estas acciones se basan en una estrecha colaboración entre el fabricante del producto y el comercializador.