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El torno peludón surgiría del amor

Ibon Linacisoro Director15/12/2007

Vuelta al cole, la EMO (Hannover, 17 a 22 de septiembre) olvidada, embrutecidos por el trabajo y las miserias terrenales omnipresentes. Pero hay lugar para el amor, para soñar e ilusionarse. Soñó el ovejo con la cerda hembra y del amor surgió el cerdoveja. Saltó corrales y corralillos y no dudó en arriesgar sus carnes en alambres de espino para alcanzar el sueño del amor eterno. Le recibió la cerda hembra con entusiasmo, con fervor. Fue aquel un encuentro extraño, poco habitual para el ovejo y la cerda hembra. Y lo dicho, por ahorrar detalles, lo que pasó es que rompieron el hielo de las relaciones puras y, atravesando fronteras morales, dieron al mundo un nuevo ser: el cerdoveja. Fue en Argentina, donde ya es conocido el bicho por raro, por un pelaje que parece lana de oveja, siendo ello lo único que tiene de oveja, porque el resto es cerdo, cerdo. La cosa es rara porque el animal debe ser esquilado para que no sufra calor. Su lana es de color cobrizo, tiene un año y se cría en una finca a las afueras de la ciudad de Esquina, provincia de Corrientes, 600 kilómetros al nordeste de Buenos Aires.

Algunos lo han definido como un capricho de la naturaleza, porque dicen los que saben que es imposible que se reproduzcan animales de distintas especies como los ovinos y porcinos. Pero esta afirmación es de dudosa credibilidad. Se conocen casos de parejas formadas por hinchas del Real Madrid y del Barcelona con vástagos del Sevilla. Ni para ti ni para mí, debieron pensar, y lo hicieron así, a conciencia, del Sevilla, que también gana títulos.

Pero los humanos humanos son malas personas, humanas, se entiende, y hay quien ya está diciendo que el cerdoveja no fue sino fruto del hastío en una relación de pareja tradicional cerdo-cerda, que no hubo amor por medio. El asunto es digno de ser atendido por nuestro medio porque está relacionado con la subcontratación, casualidad, justo ahora que se celebra en Bilbao la Cumbre Industrial (25 a 28 de septiembre) con la subcontratación como protagonista. Dicen esas malas lenguas que el cerdo macho, harto de procrear y de cumplir con la cerda hembra, cansado, en fin, de acostarse con una cerda, subcontrató al ovejo el trabajo de la procreación. Y ahí está el cerdoveja para demostrar que cumplió con su cometido. Un ovejo a sueldo para atender a la cerda hembra.

En lo nuestro, el asunto no es nuevo. El cerdo con pelo de oveja viene a ser en lenguaje de máquina-herramienta una máquina integrada con funciones de torneado y fresado. El cerdo con pelo de oveja y uñas de águila, sería, siguiendo la lógica, un torno-fresa-taladro y así sucesivamente. Pero nadie ha llegado a mezclar de verdad máquinas con animales. Tiene que haber una forma de cruzar un torno con una oveja para obtener un tornito peludoncito que les ponga tiernos a los centros de mecanizado y a las fresadoras. Es ponerse. Seguro. No habría más que convencer a la oveja de que se puede amar a un torno. De ahí a los retoños, un paso.

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