Equipo de investigadores. 36 MADURACIÓN Todas estas medidas aportan información casi al instante al viticul- tor, lo que le permite actuar de manera inmediata si los resultados del producto no son los esperados. “De esta forma, podemos saber la cantidad de grado alcohólico que contiene el mosto, si el vino estará ácido o precipitado en la botella y en consecuencia, adop- tar las medidas necesarias para obtener un producto de calidad”, asegura Laura Cubillana, investigadora de la Universidad de Cádiz co-responsable de este estudio. Sensores ‘gustativos’ La ‘lengua electrónica’ empleada en este estudio está compuesta por dos sensores diferentes, uno comercial y otro patentado por el propio grupo de investigación responsable de este estudio. Por un lado, los expertos trabajan con un electrodo de unos 3 milí- metros de tamaño y forma de disco, hecho de platino y soportado sobre plástico que se introduce en el mosto. Con él, obtienen res- puestas electroquímicas, tras una ‘lectura’ de sus compuestos. La otra parte de la lengua es un capilar relleno de un compuesto, formado por una red de óxido de silicio modificado con grafito, que se sumerge asimismo en el mosto y que actúa como electrodo de trabajo. “La novedad de esta ‘lengua electrónica’ radica en la combi- nación de dos sistemas que son capaces de “degustar” líquidos como si fueran las papilas gustativas”, explica Cubillana. En concreto, realizaron las pruebas en mosto elaborado a partir de tres variedades de uvas italianas: Ancellotta, Lambrusco marani y Malbo gentile. Como resultado, este sistema permite predecir al 100% once de los dieciocho indicadores principales y aproximaciones de otros cuatro parámetros. “Para saber si un vino es bueno, no es necesario dispo- ner de todos y cada uno de los valores, así que esta herramienta es una buena alternativa para hacer todo el tratamiento físico-químico del mosto antes de comenzar con el proceso de la vinificación”, afirma la investigadora. Tras realizar esta primera fase de muestreo, el siguiente paso se centra en clasificar y procesar los valores obtenidos en un programa estadístico que arroja una serie de resultados ya determinantes. “Esta serie de datos que enviamos al agricultor y al vinicultor le aporta información en tiempo real de gran utilidad en su toma de decisiones”, señala Cubillana. Este trabajo de investigación, finan- ciado con fondos propios de la universidad italiana de Módena y Reggio Emilia, continúa con el desarrollo de un ‘ojo electrónico’ que permite predecir parámetros relacionados con el color y la tona- lidad de la uva y que influirá en la calidad posterior del vino. “Este sensor óptico complementaría la información que ofrecen el resto de valores relacionados con la maduración de la uva a través de la variedad cromática que muestra”, avanza esta experta.•