MERCADO Marta Munné, consultora de la plataforma AECOC ShopperView, fue la encargada de presentar los resultados del estudio, explicando que “para responder al objetivo del estudio se realizó una comuni- dad online que nos permitió conocer la percepción de los diferentes tipos de carne, los hábitos de consumo, compra y preferencia por los canales”. Los participantes fueron hombres y mujeres de 26 a 60 años responsables de la compra en el hogar, tanto exitarianos como consu- midores de carne de forma habitual (al menos 2 veces por semana) en las zonas de Madrid, Barcelona, Bilbao, Málaga y La Coruña. La carne en la alimentación “Con el objetivo de entender el consumo de productos cárnicos en el contexto actual hemos consultado diferentes per les de consumi- dor y nos han dado diferentes ideas”, a rmó Munné. “Al consumidor le gusta la carne, pero la consume con culpa y preocupación por toda la información negativa que recibe”. Un tercio de los entrevistados han reducido el consume de carne y embutido en los últimos años, sobre todo en el caso del embutido. Actualmente se consume en el hogar un promedio de 4 veces por semana. Para aumentar esta cifra, el consumidor cree que se debe- rían ofertar mejores precios, mejorar la calidad del producto, lograr opciones más saludables y aumentar la presencia de productos ecológicos o modelos que apuesten por el bienestar animal. En el caso especí co de los embutidos, los consumidores destacan la necesidad de mejora en la calidad y la búsqueda de productos más saludables. Por encima de todo, el consumidor enaltece la versatilidad de la carne como principal bene cio. Aunque tenga un sinfín de opciones, las carnes de pollo, cerdo y vacuno son las que tienen mayor prota- gonismo en casa por su tradición, facilidad de acceso y sencillez en el consumo, ocupando el 79% del todal de las ventas de carne fresca. De todos modos, se vive una dualidad en el sentimiento respecto al producto ya que la carne genera ‘amor’ por su sabor agradable y el placer que da al comer, por ser una solución práctica en el día a día y por ser una elección democrática —hay muchas opciones y para cualquier bolsillo—, pero también genera culpa por la sensación de falta de bienestar animal y de maltrato hacia los animales, por la percepción de la presencia de demasiadas hormonas y elementos químicos y por la presión social de que la carne es mala para la salud y para el medioambiente. Debido a toda la preocupación por el consumo saludable, la carne blanca ha tomado más relevancia que la roja en el consumo dentro del hogar. El miedo a las enfermedades que pueden ser provocados por la carne roja es el principal detonante del cambio. “Aunque nadie ha vivido en primera persona un problema provocado por este tipo de carne, la sombra que se proyecta en los medios tiene mucho peso en la percepción del consumidor”, destacó Marta Munné. “Mientras que se prevé una disminución del consumo de estas carnes rojas, embutidos y procesados, sucede lo contrario con el conejo, el pollo y el pavo”. 55