Entrevista La afluencia al encuentro, en su edición pasada de 2015. ¿Y cuáles serían los ejes fundamentales de ese futuro, de esa innovación? Las tecnologías de la información ayudan a desarrollar un nuevo mundo. Y este mundo puede estar bajo un control más centralizado, de las grandes corporaciones. O bien pueden favo- recer el empoderamiento de las personas, el desarrollo de los recursos locales, de la innovación y de la educación. Nosotros apostamos por el uso de las nuevas tecnologías en pro de este segundo modelo. A partir de aquí, nuestra visión de la ciudad pasa porque, más allá de que la ciudad sea digital, esté basada en modelos distribuidos. Es decir, hacer ciudades que no fun- cionen en base a un centro que controla una periferia, sino que todos tengan la misma oportunidad de acceso a la fabricación, a la construcción, a la innovación, a la energía. Una ciudad es una máquina de hacer ciudadanos, de integrar personas provenientes de cualquier lugar y compartir sus dere- chos y obligaciones con los de las otras personas. En Barcelona tenemos la tradición de que cualquier progreso económico y social se construye en piedra en el espacio público de la ciudad. Este principio forma parte de nuestra visión de futuro: seguir transformando en el espacio de la ciudad los logros y las con- quistas de los ciudadanos, ahora aprovechando las posibilidades de las tecnologías de la información. En su libro ‘La ciudad autosuficiente’ planteaba un nuevo modelo urbano. En esta línea, afirma que Internet ha cam- biado nuestras vidas, pero aún no ha cambiado nuestras ciudades. ¿Cómo puede hacerlo? El libro propone una visión para las ciudades de la era de la información. Si las tecnologías de la información sirven, alargar el mundo industrial obsoleto no tienen sentido. Sí lo tienen, sí las utilizamos para desarrollar un modelo distribuido del mundo; para empoderar a las personas; para construir barrios más humanos y conectados entre ellos; para eliminar la movilidad obligada, haciendo que las ciudades sean más caminables y menos circu- lables en vehículos privados; para conseguir que los edificios sean autosuficientes; para desarrollar el Internet de la energía, de forma que no dependamos del petróleo de Oriente Medio para hacer funcionar nuestras ciudades. Y todo esto sabemos que va a pasar. Hoy nos empobrecemos comprando recursos a países que no 12 están construidos alrededor de los principios democráticos que defendemos, y que se hacen ricos en base a nuestra poca capaci- dad de innovar. El futuro es la ciudad productiva y conectada o es Blade Runner. Sin lugar a dudas, trabajamos por la primera opción. ¿Este modelo encaja con el modelo de smart cities del que tanto hablamos ahora? A la marca smart city le veo muy poco recorrido, todo lo con- trario que a la relación de las tecnologías de la información con las ciudades, y sobre todo con las personas. Los arquitectos y urbanistas no han estado muy atentos al impacto de las nuevas tecnologías en las ciudades, y han sido otros –principalmente empresas– los que se han lanzado a capturar un mercado. En el Ayuntamiento recibíamos a empresas a las que les decía- mos: “no queremos comprar lo que ustedes nos quieren vender, lo que pretendemos es definir lo que queremos hacer y que uste- des nos ayuden a hacerlo, con el objetivo de mejorar la calidad de vida de las personas.” Y, en muchos casos, desarrollamos alianzas estratégicas para construir juntos proyectos e iniciativas innovadoras. Ganamos el premio de Bloomberg Philantropies frente a todas las ciudades europeas por el proyecto Vincles, que usa las tecnologías de la información para crear redes de confianza alrededor de las personas mayores que viven solas. Me gustaría que la capacidad y la velocidad de la innovación en torno a las tecnologías de la información llegara al mundo físico. ¿Existen ciudades donde encontrar atisbos de estos desarrollos? Copenhague es un ejemplo de capital europea de tamaño medio-grande que ha decidido ser una ciudad de emisiones 0 en el año 2025 y está trabajando para ello. La fabricación digital también es un fenómeno creciente y habrá que ver cuál es su impacto final desde el punto de vista económico y social. La producción alimentaria de km 0 cada vez es más importante, y se ha consolidado una red de slow cities que ahora trabajan para llevar ese modelo a grandes metrópolis. En París, en la Cumbre del Planeta, también se plantearon unos objetivos fundamentales con la misión de desconectarnos del petróleo y producir energía a través de las energías renovables