PROTECCIÓN DE EQUIPOS Y PERSONAS 45 Por ello, en tiempos como los actuales, de grandes conmociones tecnológicas y sociales, resulta imprescindible vigilar atentamente las condiciones de trabajo: ¿Qué está cambiando? ¿Cuáles serán las consecuencias para la salud de los trabajadores? ¿Qué medidas deben tomarse para prevenir posibles consecuencias perjudiciales y minimizar los riesgos? Aventurar el futuro siempre es arriesgado, pero podemos sacar algunas pistas si analizamos atentamente el pasado más reciente y proyectamos las tendencias actuales. A este respecto, repasando los principales riesgos para la seguridad y la salud de los trabajadores, en base a la información que genera y recopila el Observatorio Estatal de las Condiciones de Trabajo del Instituto Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, podemos aventurar el sentido de ciertas evoluciones. Así, primeramente podemos esperar una disminución de la sinies- tralidad, en especial de los accidentes más graves o mortales, que se concentran cada vez más en los originados por la creciente movi- lidad de muchas actividades, esto es, en forma de accidentes de tráfico, así como en las denominadas patologías no traumáticas. Esta sería la tendencia fuerte, dada la constante mejora y disminución proporcional de las tareas que implican uso de fuerza y la mejora de la seguridad intrínseca de las máquinas y equipos. No obstante, la creciente complejidad de muchos procesos de trabajo, unido a la ejecución de tareas, por personal poco experto debido a su tem- poralidad o precariedad y en contextos acuciados por la prisa y la urgencia, puede cambiar esta tendencia en circunstancias puntuales. En lo que respecta a las exposiciones a riesgos físicos, los datos muestran la dificultad de controlar el ruido en los centros de tra- bajo, incluso el de nivel alto, por lo que durante mucho tiempo parece que seguirá siendo un insidioso compañero de trabajo. Pero, además, la frecuencia de la exposición al ruido a un nivel de molestia no ha experimentado una disminución sustancial. Ello tiene el efecto de dificultar la ejecución correcta de las tareas y de provocar por ello accidentes, así como una mayor fatiga en la realización del trabajo. Respecto a los agentes químicos, lo probable es que los empre- sarios y los trabajadores que los emplean sean cada vez más conscientes de la peligrosidad de las sustancias que manipulan, incluso en proporciones pequeñas. A este respecto, hay camino para mejorar, ya que según los expertos nuestro nivel de conoci- miento sobre la peligrosidad de las sustancias que se utilizan en buena parte de actividades es ínfimo, como lo demuestra la trágica historia de la exposición al amianto y, en general, del cáncer laboral. A este respecto, la exposición a nanosustancias y nanoproductos añade una preocupación suplementaria, teniendo en cuenta el gran desconocimiento actual en relación con sus efectos. Por su parte, la exposición a agentes biológicos, aunque concen- trada en determinadas actividades debido a la complejidad de su control y su capacidad para producir brotes, puede resultar no solo un peligro potencial sino, además, un peligro real, generador de miedo y de tensión en muchas actividades. La carga física sigue un lento cambio de signo. Por un lado, decrecen las actividades que requieren esfuerzos, al tiempo que se incre- mentan los problemas derivados del mantenimiento de posturas de trabajo dolorosas o fatigantes. Así, al igual que en otros países, la exposición y quejas subsiguientes respecto a problemas muscu- loesqueléticos, que ya hoy es el principal factor de riesgo percibido por los trabajadores españoles, no dejará de crecer, inducido por sistemas de trabajo cada día más exigentes y las amplias jornadas de trabajo, al tiempo que el envejecimiento de la población laboral hará aún más problemática la situación.