Eran cerca de las 9 de la noche del 24 de julio cuando Serafín Montenegro, gerente de Grúas Norte, recibió en su teléfono móvil la llamada que nunca hubiera deseado recibir. La policía local de Santiago de Compostela reclamaba urgentemen- te los servicios de su empresa de alquiler de grúas para colaborar en las tareas de auxilio tras un acci- dente ferroviario que se había producido en la deno- minada curva de A Grandeira. A Serafín esa llamada le pilló en el coche, a pocos kilómetros del lugar del siniestro, por lo que apenas tardó unos minutos en llegar a la zona indicada por los agentes. Lo que se encontró allí fue “una imagen catastrófica, terrible”, señala el propio Serafín Montenegro, con vagones en llamas, humo por todas partes y víctimas espar- cidas por las vías. No hubo tiempo para pensar, rápi- damente, como los numerosos vecinos que iban llegando a la zona, se puso manos a la obra para in- tentar sacar de los vagones a la gente que había quedado atrapada. “Lo que más me impactó fue una mujer que pedía auxilio con gritos desgarradores porque sus piernas habían quedado atrapadas en un amasijo de hierros. Me quedé junto a ella intentando tranquilizarla. Al final, como he podido averiguar, ha sido afortunadamante una de las víctimas que ha so- brevivido a esta tragedia”. Serafín Montenegro señala además que le impactó especialmente la solidaridad que demostró la gente de la zona al volcarse en la ayuda a las víctimas, lle- vando mantas, sábanas, bebidas, medicamentos... todo lo que tenían a mano. “Me impresionó en par- ticular la labor de un joven que llevó hasta allí table- ros de encofrado para que pudieran hacer las veces de improvisadas camillas y poder sacar así a los he- ridos”. Como uno más, el gerente de Grúas Norte, con sus 63 años, también colaboró activamente en las ope- raciones de rescate. Con un hacha rompió los cris- tales de uno de los vagones y pudo introducirse en él para sacar a las víctimas. Un corte en su espalda da buena muestra de su admirable voluntariedad. “Había muchísimas víctimas pero, por desgracia, por muchas de ellas ya no se podía hacer nada. Vi dos carritos de bebé y mi obsesión era encontrar a esos niños... pero no hubo suerte”, recuerda.