controlarse dijo: — Esqueyocreofirmemente que podemos empezar el proyecto sin necesidad de la implantación del nuevo sistema –milésimas de segun- do después se arrepintió de haberlo dicho, pero a lo hecho pecho. Recostándose en su silla, el DG miró fijamente a Ros, que estaba presto a saltar sobre el cuello de Pere, asunto que impidió con un gesto y, magnánimamente, sentenció: — UnmomentoRos,dejemos aPereyasuequipoquenoslo demuestren, nos vemos aquí la semana que viene. Se levanta la sesión. Entre el rumor de las sillas al levantarse la gente, el DG instó a Pere a que se quedara. Una vez estuvie- ron a solas, el veterano dirigente lo cogió amigablemente del hombro diciéndole: — Pere, tengo un problema, le quiero creer a usted, pero cono- ciendo como conozco a nuestra gente, es de justicia decirle que Ros ha dado muy cerca del blanco. No- sotros no tenemos la preparación que tenían la gente de sus grandes empresas, somos gente normal. Pere salió de la sala de juntas con un peso muy grande sobre su cabeza y –la verdad– pocas ideas para salir del atolladero donde su impulsiva lengua le había metido. Por suerte era viernes y más que nunca el fin de semana se vislumbraba propicio para hacer brotar ideas en su mente. El vendedor de cocos o no hace falta ser ingeniero para aplicar ingenio Fiel a su costumbre, Pere y su familia estaban en una preciosa playa del Empordà. A Pere le gustaba especial- mente, puesto que a la izquierda ha- bía un pequeño alto con un árbol de cuya sombra era fiel devoto y que le permitía vigilar toda la cala de manera estratégica a la vez que daba cuenta de un libro o del periódico. Desde abajo, su hijo pequeño llamó su atención agitando la pala para que viese lo que había medio construido y su mujer se untaba cre- ma protectora de manera generosa. Todo era tan rutinario como cualquier otro sábado de verano: los turistas quemándose sin parecer importarles nada; los jóvenes jugando al fútbol cerca del chiringuito de refrescos; los jubilados franceses jugando a cartas; el vendedor de cocos... de repente Pere se fijó más detenida- mente en él. Lo conocía desde hacia muchos años, un hombre mayor, pero que conservaba una forma física envidiable, aparte de lucir un bronceado de estrella de cine. Vendía cocos frescos a los bañistas y para tal fin acarreaba dos cubos grandes llenos del preciado manjar. De vez en cuando se detenía para entonar una cancioncilla y un baile que atraía a la chiquillada. Un buen y sencillo truco de marketing, pensó Pere mientras se daba cuenta de que el vendedor venía del otro extremo de la playa, recorriéndola longitudinalmente, sin alejarse excesivamente de la orilla. Incluso le había visto pararse para vender su mercancía un par de veces, pero, aguzando la vista observó con sorpresa que los dos recipientes estaban rebosando del dulce y fresco manjar. Esta vez Pere prestó atención de verdad, y nada más terminar las ventas en ese sector de la playa vio que avanzaba una decena de metros. Unos críos se acercaron a comprarle más y se detuvo. Entonces comenzó a cantar y bailar con ese soniquete para regocijo de los niños: Cooooco, coquiiiini, riquini cooooco, éeeele. Enlace You Tube. Fascinado, Pere atisbó movimien- to en una furgoneta que estaba aparcada en doble fila próxima a la entrada de la cala. De ella salió un chico joven con dos cubos repletos de cocos, avanzaba directo hacia el vendedor, le recogía los cubos casi va- cíos reemplazándolos por los llenos. A Pere casi le da una insolación a pesar de llevar gorra y estar a la sombra, ahí mismo, frente a sus incrédulos ojos se había ejecutado un just in time puro y duro!!! Bajó corriendo a la playa y, tras comprarle una rodaja para su hijo como coartada para hablar con él, le confirmó sus sospechas, no había asistido a ninguna clase de seminario de Operaciones en el ICIL© , ni era miembro de APICS © de incógnito, ni nada que se pareciese. Simplemente aplicaba un sistema muy simple, SC, Sentido Común, y lo llevaba haciendo la friolera de ¡25 años! La cancioncilla era el trigger para que su hijo le suministrase los cocos frescos y así se ahorraba serpentear por la playa, llevándolos hacia donde estaba él. Un final demasiado común no es un final feliz A estas alturas del relato, estoy casi seguro que pensaréis que Pere apareció en la empresa con la historia del vendedor de cocos bajo el brazo como prueba de que con sensatez y perseverancia se pueden implantar metodologías que mejoran los proce- sos y que no hace falta ser Ingeniero para aplicar el ingenio. Me gustaría poder deciros que Pere emergió en la Sala de Juntas como un triunfante argonauta y que tras dejar a todos –incluidos los hosti- les– embobados con su oratoria y su magnífico plan se oyó una estruendo- sa ovación encabezada por el propio DG, pero esto, aunque lo parezca, no es un cuento de hadas, sino una historia real, así que lo que realmente pasó es que cuando Pere volvió a la semana siguiente, comprobó que Ros había ocupado el fin de semana en actividades no tan lúdicas cómo él y, por ende, mucho más efectivas. No tuvo tiempo ni de hablar con el DG, Ros se le había adelantado y ha- bía conseguido tomar las riendas del proyecto el tiempo suficiente como para darlo por finiquitado Consecuentemente, tras un impasse mínimo, Pere decidió buscar otro lugar donde explicar la historia del vendedor de cocos que aplicaba métodos JIT sin saber siquiera qué era el método Toyota© o qué significaba la palabra Kaizen. Pero eso es otra historia. Just Piferrer Supply Chain Engineer 51 Opinión