EL PODER DEL UNIFORME “Al anular las diferencias en el modo de vestir de sus empleados, el cliente tiene la sensación de estar en interacción con la empresa más que con un empleado de la empresa” 27 Los fabricantes de vestuario laboral han dado un gran salto cua- litativo en calidad y diseño. Sin embargo, cuando preguntas al distribuidor final siempre te comenta que la mayoría de clientes de- ciden por precio. ¿Cómo salir de este error? Explicándoles que confunden valor y precio. Puede haber uniformes con mucho estilo en los que la clave no es su precio. Evidentemente, si el uniforme se tiene que confeccionar con tejidos especiales, serán más caros. Un uniforme para los bomberos siempre será más caro que uno para pacientes de un hospital, por ejemplo. Cuanto mejor es la uniformidad más a gusto se lleva e incluso se rinde más en la profesión. ¿Hace falta crear conciencia entre los em- presarios? ¿Cómo? En general el uniforme incrementa el ajuste del comportamiento al rol que demanda la situación. En ese sentido puede favorecer la productividad. Mencione un país o países que valoren más que en España el aspec- to de sus empleados. Japón, seguro; Italia, probablemente. ¿Escolares con uniforme o sin? Gran debate. Permítame remitirla a mi artículo de hace unos años publi- cado en El País. (Una reflexión psicosocial, El País, 17 de junio de 2008) ¿El hecho de llevar uniforme atenta contra el sentido de individualidad? En general sí. No obstante, hay casos en los que la identidad social corporativa también particulariza al individuo, le trasfiere una dimensión más a su imagen personal. Se dice que el uniforme infunde poder, ¿pero en qué casos? Cuando la empresa o la institución lo tiene. El uniforme en sí no es poder. ¿Ha abordado usted el tema de la uniformidad en sus clases o en re- uniones con empresarios? Con empresarios no, pero en mis clases de Psicología Social siempre. En nuestra sociedad, al menos la occidental, el gran dilema del indivi- duo es ser como los demás y al mismo tiempo diferenciarse de ellos. Si solo se es como los demás, no se tiene identidad personal, pero si sólo se es diferente de los demás, el grupo te rechaza. Si usted entra en una clase de alumnos universitarios, por poner ese ejemplo, verá claramente ese doble referente: todos visten de modo diferente, pero dentro de un mismo estilo juvenil universitario. El punto crucial, pues, es saber combinar uniforme y grados de uniformidad. Las grandes cadenas de dis- tribución de ropa, por ejemplo, saben muy bien que, dentro de un mismo estilo, lo óptimo es que dos personas no se crucen llevando exactamente la misma prenda. Ese juego psicosocial que consiste en ser semejante y a la vez diferente de los demás se da también en otros muchos sectores, como, por ejemplo, la diferencia entre marca y modelo de coche. Sorprende que haya rechazo por la uniformidad cuando en la calle vemos a miles de jóvenes ataviados todos los días con una camiseta y unos tejanos. ¿Cuál es su opinión?2 Sí, pero no es exactamente la misma camiseta ni los mismos tejanos. Ahí está la inteligencia estilista: formar parte de la familia sin perder la individualidad. Hay una regla de oro en la moda: ser al mismo tiempo semejante y diferente de los demás. Más semejante a los del propio grupo, pero también con pequeñas diferencias, porque de lo contrario la iden- tidad personal queda obnubilada. Aunque todos lleven camisetas y tejanos, encontrarse con alguien que lleva la misma camiseta y los mismos tejanos, hiere lo que Freud llamaba el narcisismo de las pequeñas diferencias. El deseo de ser diferente, de tener un toque personal, se combina sutilmente con el deseo de ser semejante para resultar atractivo entre iguales.•