PASADO Y PRESENTE Entre la nobleza y la alta burguesía lo normal era que el servicio doméstico residiera en las propias dependencias de sus seño- res. De esta forma se lograba una gran especialización entre los empleados que trabajaban en la limpieza y mantenimiento de sus mansiones. Sin embargo, las habitaciones de los criados estaban alejadas de las de sus señores y en condiciones de gran austeridad. En estos hogares, celebrar acontecimientos, recibir a las amista- des y organizar grandes ágapes eran tareas habituales por lo que sí importaba la imagen del servicio, que debía lucir impecable. La creciente demanda de hoteles y restaurantes salpicó toda la geografía de estos establecimientos y dio un giro a la vida del per- sonal de servicio, que comenzó a profesionalizarse. Se extendían contratos y fijaban horarios. A los trabajadores se les entregaba un uniforme de acuerdo a la tarea a desempeñar. Su calidad dependía de la categoría del local. Al contrario de la tendencia actual, el personal de cocina salía peor parado con la uniformidad, ya que no estaba a la vista de los clientes. Los tiempos fueron cambiando y la economía de las familias tam- bién, la clase media creció y los ingresos de la población se fueron equilibrando. En la segunda mitad del siglo XX, se fueron incorpo- rando al trabajo un gran número de mujeres por lo que requerían asistencia en el hogar. La solución era contar con la ayuda de una asistente. Mientras, se hizo muy infrecuente la atención del servi- cio doméstico a tiempo completo. Desde sus inicios, el siglo XXI ha dado un vuelco a la profesión con la salida al mercado de las empresas especializadas en seleccionar los diferentes perfiles para los trabajos de limpieza y manteni- 63 La imagen del servicio debía ser impecable. miento tanto de comunidades, como de edificios, garajes, hogares, cuidado de niños, personas de la 3a edad, etc. Dan servicio a los consumidores pactando un precio por hora. Las empresas son las grandes usuarias; muy útiles también para quienes precisan la asistencia de manera puntual. Pese a los avances, el servicio doméstico sigue siendo el ‘patito feo’ de las profesiones. Por decreto, quien utiliza los servicios de un asistente tiene que darle de alta en la Seguridad Social, una cuestión que se incumple de manera generalizada. Con la inmi- gración la oferta se ha multiplicado y, junto con la precariedad, incide en que la ilegalidad se mantenga. Hacer las tareas del hogar que, en algunos casos, incluye cui- dar de un familiar enfermo, sigue siendo en nuestros días una labor oculta. La mujer que no se incorpora al trabajo fuera de su casa no cuenta con ninguna valoración. La frase que ha llegado hasta nuestros días para definir su actividad es ‘sus labores’. Afortunadamente, los jóvenes van comprendiendo que la lim- pieza y el cuidado son cosa de todos. Presente: la limpieza es cosa de todos Las tareas de limpieza han pasado del servilismo a la profesiona- lidad. En especial, el sector de la hotelería cuida cada vez más la imagen de sus camareras de piso inclinándose hacia una unifor- midad, ante todo confortable, que transmita el estilo y nivel del