UNIFORMES CON HISTORIA 63 así para los hombres que se incorporaron a su uso más tarde cuando proliferaron las tiendas de alimentación. Y fue a nales del siglo XVIII, con la aparición de los primeros hoteles, balnea- rios y restaurantes, cuando el delantal se introdujo en las cocinas —entorno al que no tenían acceso las mujeres— y, en los estableci- mientos populares, se extendió en el servicio de sala. Las mujeres de la nobleza y, más tarde, las de la burguesía, se libra- ron del uso del delantal que estaba destinado solo a sus sirvientas. Las familias prominentes gustaban de presumir de su servicio, con lo que estas prendas mejoraron en mucho su apariencia. El pueblo llano no se deshizo del delantal hasta el siglo XIX —cam- biando la imagen de las calles en las grandes ciudades— y el uso de la prenda se limitó al hogar o al trabajo. Lo que es innegable es que ni el paso de los siglos ni los cambios de hábito han logrado desterrar al delantal, mientras que desapare- cían enaguas, pololos o corsés.