20 HORECA Posturas de trabajo, sobreesfuerzos como planificación de los puestos de trabajo y de sus horarios, estableciendo, por ejemplo, turnos rotatorios para disminuir, en la medida de lo posible, la acumulación de tareas repetitivas sobre determinadas personas. Simultáneamente, es necesario que el personal tenga nociones de ergonomía (de cómo evitar lesiones por posturas forzadas y tareas repetitivas, o cómo levantar y llevar las bandejas correctamente). Sobre este particular, conviene enfatizar la necesidad de una distribución equilibrada de platos y vasos por toda la bandeja y la colocación de la palma de la mano en el centro de la base, mientras se sujeta el borde frontal con la otra, técnica elemental, pero que contribuye a crear un entorno más seguro en el comedor. Ruido, contaminante físico invisible En su entorno de trabajo, los camareros-as permanecen de pie la mayor parte del tiempo y, con frecuencia, llevan pesadas bandejas de comida, platos y bebidas. El trabajo puede ser frenético e intenso. Durante los periodos centrales de las comidas sufren la presión de servir a sus clientes rápida y eficientemente. También deben acompasar su trabajo (de equipo) con la cocina para garantizar un servicio óptimo. La actividad, especialmente en bares y una parte de los restaurantes, se desarrolla en un ambiente ruidoso, con niveles sonoros que se ven incrementados en aquellos establecimientos que tienen música o incluyen actuaciones en directo. La exposición a 90 decibelios (dB), límite legal en muchos países, supone un riesgo innegable de hipoacusia (sordera), que se incrementa por el efecto acumulativo de años de trabajo. El umbral de ruido diurno establecido por la Organización Mundial de la Salud es de 65 decibelios. De ahí que la vigilancia de la salud de estos trabajadores implique efectuar mediciones audiométricas; otras medidas son la limitación de la presión sonora o el empleo de tapones auditivos. No es raro que los empleados de los bares sufran sobreesfuerzos físicos, ya que su trabajo implica levantar-mover cargas pesadas (barriles de cerveza, por ejemplo). El transporte de las bandejas supone estrés cervical y dorsal. Los camareros tienen que inclinarse y estirarse para quitar, limpiar y poner las mesas o trasladar cajas con los suministros para el restaurante, actividades que mal efectuadas, y por el efecto acumulativo que conllevan, pueden originar trastornos musculo-esqueléticos (TME). Muchas lesiones cer vicales y dorsales se deben al uso de una técnica inadecuada al levantar pesos. El transporte de bandejas sobrecargadas con platos y vasos, además de provocar lesiones, aumenta el riesgo de caída de la bandeja y, con ello, de causar lesiones a terceros. La Enciclopedia de la OIT precisa que “cualquier maniobra de levantamiento de peso ha de realizarse con una técnica que garantice la seguridad (...). Para lo cual ha de utilizarse, siempre que sea posible, una carretilla”, u otros medios mecánicos que liberen al camarero-a de esfuerzos físicos intensos. La buena forma física, condición importante para el desempeño de cualquier trabajo, es una excelente contribución para este tipo de trabajo y para prevenir lesiones de espalda y otras TME, que tienen un carácter invalidante a corto y, sobre todo, a largo plazo. Los trabajadores se habitúan a convivir con el ruido, que es el riesgo laboral invisible y más frecuente en la mayoría de actividades laborales. Según Fremap, “casi el 56% de las recomendaciones sobre el puesto de trabajo que se hacen a los trabajadores en los reconocimientos están relacionados con la protección auditiva”. En los análisis de audición efectuados el pasado año, (702.990 audiometrías), un 32,58% dieron un resultado anormal (pérdida auditiva). No es una cuestión menor: la OMS calcula que cada año se pierden en Europa 587.000 años de vida ajustados por discapacidad sólo debido a las molestias que produce el ruido La prevención supone en primer lugar la aplicación de medidas organizativas, ¿Propinas sí, propinas no? Al cliente le asiste su derecho a recompensar el ser vicio recibido por camareros-as, como un acto de cor tesía. Así se entiende en Es- paña, donde la propina no es ninguna obligación, ni existe porcentaje establecido, sino que, normalmente, el cliente deja en concepto de propina las monedas del cambio. La situación es muy diferente en Estados Unidos, el país con las propinas más caras, donde dejar una propina equivalente al 10% del servicio recibido es considerado como un insulto. La ‘tarifa’‘socialmente correcta’ oscila entre el 15-25%. Sin embargo, este sistema tan arraigado en Estados Unidos puede experimentar un cambio radical, al menos en los establecimientos hosteleros. Ello se debe a las iniciativas de algunos empresarios de éxito y el aumento del salario mínimo. Al respecto, hay que citar la decisión del magnate de la restauración, Danny Meyer, de terminar con las propinas en sus establecimientos. Le precedieron en la decisión otros negocios que se significan por su perfil renovador dentro de la industria hostelera. Este cambio es justificado por sus promotores como la “voluntad de compensar adecuadamente y ofrecer una carrera atractiva a los empleados”.“Cada vez tenemos más claro que un gran obstáculo en este intento es la práctica de dar propinas”, asegura Meyer. Son muchos los sectores de la opinión pública que aplauden la iniciativa por entender que “es el empleador el que debe retribuir adecua- damente a sus camareros”, acabando con una situación anacrónica que ha llevado a los empleados de sala de los restaurantes esta- dounidenses a percibir un sueldo fijo muy bajo para los estándares del país. Esta práctica está tan consolidada que la legislación prevé incluso un salario mínimo inferior al habitual para aquellas ocupaciones que suelen recibir propinas. Los restaurantes que optan por el cambio han subido el sueldo fijo de sus camareros (repercutiendo en la cuenta un cargo por servi- cio). Pero la mayoría de establecimientos son reticentes por el posible efecto del encarecimiento, un presunto rechazo social a la me- dida y la propia renuencia de los camareros. Por término medio, un camarero de Nueva York gana unos 40.000 dólares (100.000 en los restaurantes caros). No así el personal de cocina que, por ley, no tiene acceso a las propinas, lo que genera un mal clima laboral a cuenta de la retribución salarial. Generalmente, en España, las propinas van a un bote común que se redistribuye entre el personal. JOBWEAR 77 2o TRIMESTRE 2016