25 A los oficiales se les agregaban generalmente piezas de oro y se les armaba con pistolas y espadas, además de usar una gola simbólica, en recuerdo de su pasado como oficiales de corace- ros. El uniforme de invierno se complementaba con un abrigo de gala de color representativo de la región primigenia del re- gimiento: azul para los escoceses, rojo para los galeses, verde para los irlandeses y blanco o granate para los regimientos in- gleses. logró el desgaste de las columnas británicas. Resulta sencillo ima- ginar a los habitantes de una pequeña ciudad o de un incipiente poblado reunirse con todo lo que tenían a mano para usarlo contra los Casa- cas Rojas. Figuras como Benedict Arnold, Ho- ratio Gates y Daniel Morgan comandaron fusileros vestidos con pieles, muchos de ellos Uniformes con historia A buen seguro resultaron un blanco fácil en las emboscadas de los colonos madrugadores que los abordaban en pleno acica- lamiento. cazadores. Sobre los monos de algodón de manga larga y La guerra de la independencia de EEUU o el triunfo del casual look perneras hasta los tobillos de los que nunca se desprendían, ni para el baño anual, los colonos improvisaban su indumentaria a partir de un pantalón de algodón, pionero de los Levi’s, y lo que pillaban, de acuerdo a los cambios de temperatura. No fue hasta la segunda fase de esta guerra que se pensó en la uniformi- dad de estos efectivos contrincantes. Sus orí- genes tan diversos y su falta de preparación militar provocaron esta frase de George Washing- ton:‘Hemos reclutado un ejército de generales, no obedecen a nadie’. Tuvo lugar en su totalidad en América del Norte, cuando los americanos nacidos o residentes en las trece colonias se suble- varon. La defensa frente un ejército tan pomposo como el de Los Ca- sacas Rojos corrió en gran parte a cargo de los colonos, como conocedores del territorio. Tampoco hay que despreciar la ayuda francesa, país enfrentado secularmente a Gran Bretaña, quienes perfeccionaron las estrategias para la emboscada de los colonizadores, inexpertos y mal equipados. Doyle también participó como médico militar en la Guerra de los Bóers —contra los colonos holandeses—, experiencia que le dio pie a escribir un artículo en alabanza del ejército británico y que, en opinión de muchos, le supuso su reconocimiento como Sir, en 1902. En esta guerra se perdió el respeto a la oficialidad. Hasta aquel momento era impensable liquidar a los oficiales del ejército contrario. Cosa que los colonos no titubearon en practicar. La figura del francotirador iba a dejar una huella perenne. Dejando aparte a los franceses, que también iban bien pertre- chados, los colonos llevaron a cabo una épica contribución que Las elevadas bajas que sufrían los Casacas Rojas preocupaban al Reino Unido. Fue cuando Doyle tomó la determinación de escribir a numerosos organismos, tanto militares como de la Corona, arguyendo la posibilidad de que una de las causas fuera el color rojo, que convertía a los soldados en objetivos perfec- tamente visibles en la selva de India y en Sudáfrica.Tras sopesar la iniciativa, el ejército del Reino Unido dejó de usar este uni- forme. La batalla de despedida de los Casacas Rojas fue la de Colenso (1899), en la que precisamente Doyle participaba como médico, suponemos que con bata blanca. Arthur Conan Doyle y la derrota de los Casacas Rojas Un siglo más tarde, Ar- thur Conan Doyle inició la carrera de Medicina, conociendo al médico forense Jo- seph Bell, quién le sir- vió de inspi- ración para el meticuloso Sherlock Holmes. En 1880 se enroló en el ballenero The Hope con destino al Ár tico, como médico de a bordo, y un año después, en 1881, embarcó en el SS Ma- yumba, para servir como médico visitando las costas occiden- tales de África.. Estas vivencias se dejan entrever en su primera novela con Hol- mes como personaje, Estudio Escarlata. En ella Watson relata cómo su cojera se debe a heridas de guerra sufridas en com- bates en India. JOBWEAR 75 No I / 2016