Editorial Entre los que visten de uniforme por gusto se encuentra la élite mundial ¿Qué me pongo? Es una pregunta que no tiene cabida en las aceleradas vidas de quienes influyen en el mundo en sus distintas vertientes. Ya Einstein decidió llenar su closet de trajes grises porque consideraba que decidir ge- neraba un gasto de energía considerable y poco provechoso. En una entrevista a Barack Obama para Vanity Fair en el 2012, el presidente confesó que, ‘verás, solo uso trajes grises o azules. Estoy tratando de disminuir mis decisiones. No quiero decidir qué estoy comiendo o usando, porque tengo muchas otras determina- ciones que tomar’. En otros términos, pero coincidentes, se expresó Mark Zuckerberg en las oficinas de Facebook, en noviembre de 2014: ‘Estoy en una posición realmente afortunada, en la que me levanto todos los días y espero servir a más de un billón de personas.Y siento que no estoy haciendo mi trabajo si gasto parte de mi energía en cosas que son frívolas o que no tienen importancia sobre mi vida. Quiero aclararla para que tenga que tomar el menor número de decisiones posibles sobre cualquier cosa que no sea cómo servir mejor a mi comunidad’. Huyendo de las decisiones, estos personajes no pueden hacerlo de sus seguidores. Así, su forma de vestir los convierte en iconos. Las camisetas grises estilo Zuckerberg invaden nuestras calles.Tras la muerte de Steve Jobs de Apple, se agotaron los jerséis de cuello de tortuga y los trajes neutros de Obama se han convertido en símbolo de clase. Todos tenemos en mente joyeros, renombrados artífices de la alta costura, arquitectos, diseñadores de interiores, directores de cine, cocineros... que, tras la presentación de sus desfiles o productos, salen a las pasarelas con sus fashion uniforms. ¿Qué han encontrado nuestros ídolos en el uniforme? —Lo que debe tener, por su- puesto. Favorecer, equilibrar las proporciones del cuerpo. Ser práctico, hay que olvidarse de que se lleva puesto. Funcional, porque nos permite una absoluta libertad de movi- miento, y práctico, puede tener su bolsillo para el móvil y otros aditamentos de acuerdo con cada función a desempeñar.Y, muy importante, tiene que gustar. Desde nuestras pá- ginas sugerimos ensayar entre varios prototipos hasta obtener la mejor evaluación de los empleados. No cabe duda de que un trabajador vestido con sentido común se va a sentir más parte de la empresa que si le entregan un uniforme ridículo, fuera de talla y, por tanto, incómodo. Y es que no hay que ser famoso para vestir con la ropa adecuada.También nos ahorra pensar cómo luciremos en el trabajo y dilucidar todas las mañanas sobre el tema. Y un ejemplo claro lo tenemos en los uniformes para colegiales, evitan decidir cada ma- ñana a los padres y evitan la desigualdad que se produce con la competencia de marcas entre los niños. JOBWEAR 72 No I / 2015